Los inventarios forestales nacionales: una herramienta para la gestión, la planificación y la investigación.

Esp4_Los inventarios forestales nacionales una herramienta para la gestion la planificacion y la investigacionJordi Vayreda Ecólogo, CREAF, Cerdanyola del Vallès (Barcelona)

Hoy en día, los inventarios forestales a gran escala se han convertido en una herramienta imprescindible no solo para la gestión y la planificación forestal sino también para la investigación. En este artículo se hace una recopilación de algunos de los resultados más relevantes obtenidos con los datos de las más de 11.000 parcelas de muestreo de los dos inventarios forestales nacionales que se llevaron a cabo en Cataluña en los años 1989-1990 (IFN2) y los 2000-2001 (IFN3).

Desde 1993 hasta 2010 la superficie de bosque ha aumentado en casi 54.000 hectáreas. De acuerdo con los IFN en Cataluña, el almacenamiento medio de C total es de 51,8 t C/ha, y en términos absolutos se acumulan 59 millones de toneladas de C. Los bosques han mantenido su capacidad de sumidero durante este periodo acumulando 1,27 millones t C/año, lo que supone que han capturado el 8,5 % de las emisiones de CO2 de origen antropogénico. Más allá de la información general derivada de los inventarios, en este artículo se ponen varios ejemplos sobre su uso para la gestión, la planificación y la investigación y, finalmente, se da una visión de cuál podría ser el futuro de los inventarios forestales con el uso de los sensores remotos LiDAR.

INTRODUCCIÓN
Los bosques juegan un papel clave en el ciclo global del carbono (C) porque son los responsables de capturar el 30 % de las emisiones de CO2 de origen antropogénico (Canadell & al., 2007; Pan & al., 2011). También son globalmente valiosos por otros muchos servicios indispensables para el bienestar de la sociedad, incluyendo valores y servicios ecológicos, económicos, sociales, estéticos y recreativos (Bonan, 2008; Pan & al., 2011). Mucho antes de que el ciclo del carbono formara parte de la agenda de investigación, en su inicio los inventarios forestales nacionales se concibieron estrictamente para cuantificar las existencias de madera por su entonces elevado interés comercial (Ciais & al., 2008). Los inventarios forestales a nivel nacional proporcionan una información sistemática, estadísticamente no sesgada y regularmente actualizada que da una visión general de los conjuntos de bosques representando la variación temporal y espacial a lo largo de gradientes ambientales (Charru & al., 2010). Hoy en día, junto con los sensores remotos y los sensores Láser aerotransportados (LiDAR, Airborne laser scanning sensors) (Magnussen & al., 2010; Mc Roberts & al., 2010), se han convertido en una fuente de información imprescindible para cuantificar y entender la distribución geográfica y temporal de los bosques a escala global (Goodale, 2002; Körner & al., 2003; Liska & al., 2003; Ciais & al., 2008; Pan & al., 2011) y a escala regional (Caspersen & al., 2000; Charrú & al., 2010).

Cataluña cuenta con una larga experiencia en inventarios forestales desde que la Generalitat en 1987 encargó al CREAF la realización del Inventari Ecológic y Forestal de Catalunya (IEFC, http://www.creaf.uab.cat/sibosc/). En aquel momento no se habían incorporado todavía a los inventarios forestales nacionales información sobre aspectos funcionales, como la utilización de los nutrientes, la luz y el agua disponibles. Algunas de las innovaciones que incorporó el IEFC para considerar estos procesos fueron: la estima de los índices de área foliar, de la radiación incidente, de la cantidad de hojarasca, del área basal de albura, de la biomasa y producción de cada una de las fracciones aéreas del árbol (madera, corteza, ramas y hojas), del contenido de nutrientes en cada una de ellas y el análisis de las series de crecimiento de los árboles (Gracia & al., 2004). Esta experiencia permitió incorporar el muestreo de algunos de los parámetros ecológicos al Inventario Forestal Nacional. El esfuerzo adicional que representó en Cataluña la medida de estas variables fue razonable tanto en tiempo de muestreo como de preparación técnica de los equipos de campo y, por tanto, de coste económico (Ibáñez & al., 2002).

Fruto de esta colaboración, el Inventario Forestal Nacional en Cataluña constituye una base de datos georreferenciada muy completa, con aproximadamente 11.000 parcelas monitorizadas aproximadamente cada 10 años (Villaescusa & Díaz, 1998; Villanueva, 2005). La información recogida ha permitido una caracterización exhaustiva de la composición específica y de la estructura del estrato arbóreo y del sotobosque (incluyendo el estrato arbustivo y la regeneración de las especies arbóreas). El conocimiento del estado del bosque en las dos dimensiones, espacial y temporal, son esenciales para planificar y gestionar de manera racional a corto y a largo plazo el bosque con criterios de sostenibilidad ante las amenazas: fuego, fenómenos meteorológicos extremos (viento, calentamiento y sequía ocasionados por el cambio climático). Conocer qué especies son más vulnerables y avanzar hacia una planificación y una gestión adaptativas que permitan mitigar los efectos adversos del cambio climático son cuestiones  que pueden ser abordadas basándose en la información derivada de estos inventarios forestales. En este artículo se recopilan algunos resultados relevantes obtenidos a partir de dicha información.

CÓMO SE HACE UN INVENTARIO FORESTAL
Para llevar a cabo un inventario forestal en primer lugar hay que determinar la superficie forestal que se considera bosque. La definición adoptada en Cataluña para el inventario forestal es la del mapa de cubiertas del suelo de Cataluña (MCSC), que considera superficie arbolada toda área con árboles adultos que cubren al menos un 5 % del terreno en un área mínima de 0,05 ha (500 m2). Incluye las urbanizaciones con árboles, los bosques de ribera y las plantaciones de chopos y de plátanos, y excluye los parques y jardines urbanos y los campos de cultivo de leñosas (olivos, algarrobos y frutales). Los detalles de la metodología y la cartografía resultante de las tres ediciones de este mapa se pueden encontrar en http://www.creaf.uab.es/mcsc/.

Determinada la superficie forestal, se sitúan las parcelas de muestreo del inventario forestal sobre una malla regular de 1×1 km, es decir, a razón de una parcela para 100 hectáreas (1 km2) de bosque, que se visitan cada diez años aproximadamente (Villanueva, 2005). En cada parcela circular se muestrean los árboles vivos o muertos en pie de al menos 7,5 cm en un radio que varía en función de su diámetro normal (DN). De cada uno se mide su DN y su altura, se determina la especie y se recogen otros datos relevantes como forma del árbol, calidad y estado fitosanitario. También se miden el número de pies de tamaños inferiores en cuatro categorías de regeneración y la composición, recubrimiento y altura media del matorral. El muestreo sistemático de los mismos árboles de las mismas parcelas entre los dos inventarios forestales consecutivos nos permite conocer las existencias totales y por hectárea y sus cambios en el tiempo: tasas de crecimiento, de mortalidad, de aprovechamiento y de reclutamiento. Esta misma información se puede tratar desde muchos puntos de vista (por tamaños, por especies o grupos de especies…), se puede cruzar y enriquecer con otra información geográfica que recoja datos del relieve, geológicos, climáticos, etc., permitiendo análisis completos de los patrones espaciales. El tercer inventario forestal nacional (IFN3) en Cataluña se llevó a cabo entre 2000 y 2001 y supuso el levantamiento de 11.610 parcelas, de las cuales 9.458 se revisitaron, es decir, ya fueron muestreadas en los años 1989-1990 durante la campaña del IFN2.

CÁLCULOS
Sin entrar en mucho detalle, con la información de las dimensiones de cada árbol (DN y altura) en cada parcela y por medio de ecuaciones de cubicación y de biomasa específicas de cada especie, se estiman el volumen con corteza, la biomasa (peso seco) de cada fracción: madera, corteza, ramas, hojas y raíces. A partir del valor de concentración de carbono (C) de cada fracción por cada especie se hace su conversión a almacenamiento de C. Para más información sobre los detalles de la metodología de cálculo se puede consultar Gracia & al. (2004) e Ibáñez & al., (2005).

RESULTADOS

Superficie actual y cambios en la cubierta forestal
En Cataluña la superficie forestal arbolada para el año 2005 (segunda edición del MCSC) es de 1,32 millones de hectáreas, que suponen un 41,1 % de la superficie de Cataluña, proporción significativamente más elevada que la de España, que es del 29 %, 14,7 millones de hectáreas (http://www.magrama.gob.es). En comparación con el año 1993, la superficie forestal arbolada en Cataluña ha aumentado en casi 54.000 ha, lo que supone un aumento relativo del 4,4 % en 12 años. La superficie de matorral ha crecido en 9.000 ha (1,7 %), y la de prados y herbazales en poco más de 35.000 ha (27,4 %). Por otro lado, la superficie urbana ha aumentado en 32.000 ha (24 %), mientras que la de cultivos es la única que ha disminuido durante este periodo, en poco más de 134.000 ha (-12,2 %).

Existencias forestales por hectárea y absolutas
En el periodo de tiempo entre los dos inventarios forestales ha habido un incremento significativo en el número de pies, pasando de los 818 millones en 1990 a 877 millones en el año 2000, lo que supone un incremento porcentual del 7,2 % durante el periodo. Paralelamente, también ha aumentado el volumen con corteza en pie desde los 83 millones a los 102 millones de m3, lo que supone un incremento del 23 %. El almacenamiento medio de C total (aéreo y subterráneo) en Cataluña es de 51,8 t C/ha. Proporcionalmente, algo más del 16 % del C se almacena en el sotobosque, y la proporción entre parte aérea y subterránea es del 67:33. En términos absolutos, los bosques catalanes acumulaban, en los años 2000-2001, 59 millones de toneladas de C.

Distribución geográfica del almacenamiento de C
Los valores más elevados de almacenamiento de C/ha del estrato arbóreo (figura 1), superiores a las 80 t C/ha, se concentran en el prepirineo de Gerona, la cordillera litoral y prelitoral del norte y en el Valle de Arán. Los valores intermedios se dan en el Prepirineo central, mientras que los valores más bajos, casi siempre por debajo de las 40 t C/ha, se dan en los bosques de alrededor de la depresión del Ebro y en buena parte de la provincia de Tarragona. Este patrón encaja con bastante precisión con el patrón de disponibilidad hídrica, situando los valores más elevados de almacenaje donde la precipitación es mayor.

Crecimiento y balance de C de la biomasa arbórea
Aparte del interés que puede tener conocer con precisión la cantidad de C almacenado en los bosques, más relevante es saber cuál es su tasa de crecimiento y su capacidad de sumidero. Esta capacidad se puede determinar fácilmente por comparación entre los dos inventarios sucesivos porque es el balance entre la tasa de crecimiento de los árboles supervivientes y los que se incorporan (reclutamiento), que contribuyen positivamente, y las pérdidas ocasionadas por la mortalidad y los aprovechamientos forestales. Si en un período determinado las ganancias superan a las pérdidas, los bosques actúan como sumideros, es decir, retiran CO2 de la atmósfera; en caso contrario son emisores netos de CO2. Sea cual sea la especie analizada, este balance ha sido positivo, es decir, han actuado como sumideros de C (figura 2). De media por hectárea, los bosques que más han contribuido han sido los hayedos, seguidos por los encinares y los pinares de pino albar. Los castañares y los pinares de pino laricio, a pesar de los incendios y de las plagas, han podido mantener una cierta capacidad de sumidero.
En cuanto a la proporción en valor absoluto correspondientes a esta mismas especies (figura 3), un 60 % de la mortalidad (72.000 t C/año) se ha concentrado en tres especies de coníferas (Pinus halepensis, P. nigra y P. sylvestris). Entre las frondosas, la que mayor mortalidad ha padecido ha sido Quercus ilex (14 %, 17.000 t C/año). El 78 % de los aprovechamientos (290.000 t C/año) se han concentrado en cuatro especies que, por orden decreciente, han sido Pinus nigra, Quercus ilex, P. sylvestris y P. halepensis. Los bosques con mayor capacidad de sumidero han sido, en primer lugar, los encinares, seguidos muy de cerca por los pinares de pino albar, y, finalmente, los pinares de pino carrasco. Entre las tres especies han capturado casi dos tercios del C de los bosques catalanes (740.000 t C/año).
Exceptuando algunas zonas donde los bosques fueron emisores netos de CO2 (figura 4), en la mayor parte de la superficie el balance fue positivo, es decir, actuaron como sumidero de C. Las zonas donde el balance fue negativo (colores naranjas y rojos en la figura 4) coinciden con las zonas donde hubo importantes incendios forestales que afectaron a grandes superficies (especialmente en los años 1994 y 1998).

PLANIFICACIÓN Y GESTIÓN: CÓMO EVALUAR OTRAS EXISTENCIAS CON PRECISIÓN
Gracias a los inventarios forestales, y a la medida precisa de todos los árboles y fracciones, la información se puede tratar de maneras muy distintas, lo que permite cuantificar distintos aspectos. A continuación se expone un ejemplo.

¿Qué cantidad de biomasa de copas abandona el bosque como consecuencia de los aprovechamientos forestales?

Un aprovechamiento tradicional de madera supone llevarse solo el tronco, de modo que la copa del árbol se abandona en el bosque. Desde hace unos años se discute la posibilidad de aprovechar también esta parte como biomasa para energía. En este inventario, gracias a la experiencia previa adquirida en el IEFC (Gracia & al., 2004), donde se tomaron medidas precisas para la estima de biomasa de ramas y hojas, se han podido cuantificar estas fracciones con mucha precisión. Así, según los aprovechamientos de madera cuantificados a partir de la comparación entre los dos inventarios se ha determinado que la cantidad anual que se podría obtener con las copas alcanzaría las 148.000 toneladas: 100.000 corresponderían a los aprovechamientos de coníferas, 48.000 a los de frondosas. Esta cantidad equivale en términos de energía primaria a 400.000 barriles de petróleo aproximadamente.

¿CUÁNTO REPRESENTA EL CARBONO FIJADO POR LOS BOSQUES CATALANES?
En términos absolutos, durante el período entre los dos inventarios forestales (1990-2001), los bosques catalanes (estrato arbóreo aéreo y subterráneo) acumularon 1,27 millones t C/año. Los aprovechamientos anuales de madera y leña fueron de 430.000 t C/año y la mortalidad supuso la pérdida de 140.000 t C/año. De promedio, el 8 % muere cada año, un 23 % se aprovecha y el 69 % restante se va acumulando cada año incrementando el almacenamiento de C vivo en pie. En promedio, una hectárea de bosque fija cada año 4,1 toneladas de CO2. Teniendo en cuenta que las emisiones de origen antropogénico correspondientes al año 2008 fueron de 54,3 millones t CO2 eq./año y que cada año el bosque ha sido capaz de absorber el equivalente a 4,6 millones de toneladas de CO2, significa que el bosque captura solo el 8,5 % de estas emisiones o, dicho de otro modo, que haría falta una superficie arbolada once veces superior a la actual para compensar las emisiones de CO2 de los catalanes.

INVESTIGACIÓN: EFECTOS DEL CALENTAMIENTO EN LOS BOSQUES DE LA ESPAÑA PENINSULAR
Los inventarios forestales nacionales también se han convertido en una herramienta imprescindible en el ámbito de la investigación porque constituyen una fuente de información de gran alcance territorial que permite analizar patrones a escala espacial y temporal. Como resultado del cambio global, los bosques están acumulando C en amplias zonas del mundo. Esta capacidad parece que va en aumento porque el incremento del CO2 atmosférico actúa directamente como fertilizante e indirectamente porque aumenta la temperatura y por lo tanto alarga el periodo vegetativo. Sin embargo, en la península Ibérica, donde el agua es a menudo el principal factor limitante, el calentamiento junto con el aumento del almacenamiento de C, fruto del abandono de la gestión forestal, reduce la disponibilidad hídrica, y por tanto, la capacidad de sumidero puede verse  seriamente comprometida. De hecho, en el periodo entre los dos inventarios forestales ya ha habido un incremento significativo de la temperatura (figura 5), que en algunas zonas ha llegado a casi dos grados por encima de los valores habituales. En este contexto nos preguntamos,  por una parte, si el cambio global había afectado a la capacidad de sumidero de los bosques de la Península Ibérica de forma diferente en función del agua disponible, y de la otra, si la gestión forestal podría haber servido para mitigar el efecto del calentamiento.

Como respuesta al calentamiento, mientras que los bosques de la España húmeda (con mayor disponibilidad hídrica) sufren una reducción importante de su capacidad de sumidero como consecuencia del calentamiento, en los bosques de la España seca (baja disponibilidad hídrica) el efecto del calentamiento no produce ningún efecto negativo significativo (figura 6). Dicho de otro modo, únicamente los bosques del norte de España y de zonas de montaña -con presencia de especies de clima templado y que en la Península están a su límite más meridional- se han mostrado mucho más sensibles al efecto del calentamiento. En cambio, las especies mediterráneas del centro, este y sur de la Península, acostumbradas a soportar temperaturas elevadas y a sobrevivir a largos períodos de sequía, apenas han sufrido su efecto.

Por otra parte, mientras que en los bosques no gestionados el calentamiento ha tenido un efecto negativo en la capacidad de sumidero, en los bosques gestionados su efecto adverso ha quedado cancelado (figura 7). Por lo tanto, se concluye que la gestión podría ser una herramienta útil para mitigar, al menos en parte, el efecto del calentamiento porque probablemente la gestión reduce la competencia por los recursos más limitantes mejorando su capacidad de sumidero.

EL FUTURO DE LOS INVENTARIOS
El uso de las bases de datos de los inventarios forestales tiene algunas limitaciones, especialmente si se quieren hacer estudios más precisos de cambios en la estructura del bosque en el espacio y en el tiempo. En primer lugar, porque las parcelas son medidas discretas en el espacio y en el tiempo de manera que la extrapolación a partir de la información de cada parcela en todo el territorio a menudo no es de fácil solución. En segundo lugar, los inventarios forestales no incluyen mediciones precisas del sotobosque que sin embargo pueden tener un papel relevante en el balance global de C del ecosistema (Goodale & Davidson, 2002). Actualmente, una de las técnicas más habituales para abordar esta cuestión es mediante sensores láser aerotransportados (LiDAR), técnica que se está convirtiendo en una de las tecnologías basada en sensores remotos más utilizada en aplicaciones forestales (Maltamo & al., 2006; Gobakken & Næsset, 2009; Magnussen & al., 2010; Mc Roberts & al., 2010). Aunque los sensores LiDAR fueron concebidos originalmente para determinar con gran precisión el relieve del terreno, como producto secundario también se puede estimar la altura de la vegetación sobre grandes extensiones. La información agregada para una porción de terreno (parcela de muestreo) proporciona asimismo una información precisa de la distribución por alturas de toda la vegetación. Esta información se puede combinar con datos detallados de campo para construir modelos estadísticos y predecir de manera directa la altura de la vegetación, pero también indirectamente, el volumen de madera en pie, la biomasa aérea y otros parámetros biofísicos (Næsset 1997a; 1997b; Maltamo & al., 2005) y proporciones de las diferentes especies coexistentes (Packalen & Maltamo, 2007), reduciendo así los costes del inventario forestal (Norte-Larsen & Riis-Nielsen, 2010).

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