Cálculo de estructuras biológicas. Procesos de marginalización.
La marginalización, entendida como proceso de abandono voluntario de las captaciones antrópicas por razones socioeconómicas, es un proceso capital en el cálculo de las estructuras biológicas de cualquier recurso natural renovable (bosques, pastos, caza, pesca recreativa e industrial, continental o marítima, especies protegidas…) y resulta clave en la interpretación y diagnóstico de los hechos que se observan en la realidad de los espacios naturales (continentales o marinos); sin embargo, no viene recibiendo el interés técnico que le corresponde.
Tras destacar su importancia para la ingeniería del medio natural y el complejo proceso metodológico seguido para su estudio (de carácter heurístico), se procede al análisis del concepto, al estudio de los diferentes niveles posibles de residuo poblacional marginal y a sus previsibles efectos sobre la sostenibilidad (ecológica, económica y social). El trabajo termina estudiando las variaciones posibles en materia de marginalización y estableciendo algunos ejemplos prácticos en el caso de ciertos recursos naturales renovables (pesca industrial marina, caza y pesca recreativas y diferentes tipos de pastos y maderas).
IMPORTANCIA Y PROCESOS METODOLÓGICO
Ninguna ingeniería alcanza su plenitud hasta que no se dota de los correspondientes procedimientos técnicos normalizados para el cálculo de las estructuras que le conciernen. En este sentido, la ingeniería del medio natural presenta un considerable déficit respecto a la ingeniería civil en general. Déficit que debe ser cubierto, como primera prioridad para ella.
El imprescindible “Cálculo de sostenibilidad (ecológica, económica y social) de las estructuras biológicas sometidas a esfuerzos de captación antrópicos (bosques, pastos, caza, pesca continental y marítima, especies protegidas…)”, al que abreviadamente denominaremos “Cálculo de Estructuras Biológicas” o (CEB), metodológicamente no puede establecerse sino tras los oportunos procesos de “transcensión conceptual” 1 entre todos los recursos naturales renovables (en adelante, RNR). Para ello es preciso conocer en detalle los distintos recursos en diferentes medios, para, básicamente mediante procedimientos científicos de análisissíntesis de carácter heurístico2, llegar a alcanzar esa transcensión conceptual: trabajar larga y tenazmente en todos ellos, bosques, pastos, caza, pesca, especies protegidas… hasta identificar la unicidad profunda, la identidad conceptual y de cálculo existente entre todos los RNR. Si quisiéramos trivializar o distender la cuestión, diríamos que “Por el mar corre la liebre y por el monte la sardina… ¡y quien lo niegue es el que miente!”. Mar, caza, pesca, pastos… ¡Es lo mismo!
Tras muchos años de investigación bajo estos siempre arduos, dubitativos y lentos procedimientos heurísticos hemos logrado finalmente establecer una teoría común para el Cálculo de Estructuras Biológicas y desarrollar los Programas Básicos de Cálculo Aplicado que la desarrollan.
Dentro de los múltiples cálculos implicados, los referentes a los procesos de marginalización (apenas un 5 % del total del CEB) aparecen por supuesto en todos los RNR y resultan claves en el CEB. Nada puede manejarse de manera sostenible sin la identificación y pleno dominio de este concepto en todos y cada uno de los RNR. Su interés central ahora, la razón para su desarrollo y difusión aquí, radica además en que, como a continuación veremos, explica no pocas de las situaciones de hecho que suelen observarse en los espacios naturales (continentales y marinos).
ANÁLISIS DE MARGINALIZACIÓN
Concepto de marginalización
Una unidad biológica3 se dice que está marginalizada cuando su densidad poblacional es tan reducida que el valor de la captación real lograda por unidad de esfuerzo no es bastante para justificar la aplicación real de esta última. Lo que se capta vale lo mismo o menos que lo que cuesta captarlo. En consecuencia, la captación se abandona. La marginalización es un concepto centralmente económico, pero con claros efectos “colaterales” de carácter ecológico y social.
La marginalización interviene en la cuantificación de: 1/ los principales aspectos sociales (asistencia real de los agentes4 que captan, empleo y recreo generados, tensión de ordenación existente…) y 2/ las valoraciones económicas esenciales (costes de captación, valoración residual…). Puede llegar a afectar a la tasa útil de crecimiento en biomasa, e incluso a la conservación de la biodiversidad (extinción directa, o indirecta por desplome o colapso5, de las unidades biológicas concernidas).
La densidad residual (biomasa terrestre o acuática por unidad espacial) que una determinada “unidad biológica” presenta en un momento dado es la que queda tras las captaciones a las que han sido sometidas sus unidades captables6 hasta ese momento. Al acabar las captaciones, cuando estas son periódicas o estacionales (ya se fije la estación por razones biológicas, técnicas o legales), hablaríamos de densidad residual final. Mientras tanto han podido producirse otras variaciones distintas en la biomasa, positivas o negativas: nacimiento de nuevos individuos, entradas y salidas de otros, crecimiento de los presentes…
Densidad residual = Densidad inicial – Captaciones efectuadas ± Variaciones habidas
La densidad residual final, “la madre residual”, puede ser consecuencia de un manejo ordenado o de un manejo banal; es decir: hasta las necesidades de la sostenibilidad (el que llamamos “manejo ordenado”) o hasta los límites intrínsecos de los procesos de captación aplicados (el que llamamos “manejo banal”). Estos límites intrínsecos pueden ser:
1. Técnicos. En ocasiones las captaciones solo llegan hasta donde pueden llegar los medios de captación existentes. Los medios disponibles son los que son y tienen la capacidad de captación que tienen. En todos los recursos hubo lugares y tiempos en los que los medios de captación no podían captar toda la posibilidad de los mismos (tiempos de recursos “infinitos”). El desarrollo tecnológico y el incremento del consumo han hecho variar esta situación en muchos casos. Los recursos se hacen hoy mayoritariamente “finitos” y, por tanto, precisados de ordenación.
2. Socioeconómicos. Los agentes que captan abandonan sus esfuerzos cuando los resultados obtenidos son insuficientes para justificar el valor del esfuerzo de captación: la “esperanza de captación” es demasiado reducida. Esta situación tiende a generalizarse en nuestros días en circunstancias fácticas de “manejo banal”.
Niveles de residuo final
Cuando las captaciones se ejercen desordenadamente (“manejo banal”), tras ellas queda un “residuo fáctico”. Si no se capta más es por las mencionadas razones técnicas o socioeconómicas. En ambos casos el residuo puede corresponder a:
1. Biomasa supraideal. Residuo superior al que debería quedar respecto a las necesidades de la sostenibilidad (infracaptación). Si las limitaciones son técnicas, procede desarrollar los medios de captación; cuando son socioeconómicas, puede aparecer la necesidad de efectuar “captaciones de gestión”, “no económicas” o “a pérdidas”. En estas, las razones de fomento (mejora global ecológica, económica o social, a plazo más o menos largo) se añaden al puro mercado. Podrán aparecer problemas de ejecución o bien de financiación. Siempre debemos recordar que: Valor de lo captado = Valor de mercado ± Valor del impacto ambiental de la captación.
2. Biomasa infraideal. Residuo inferior respecto a esas mismas necesidades (supracaptación). Se deriva la necesidad de establecer una “disciplina de ordenación”. Podrán aparecer problemas de aceptabilidad socioeconómica de la ordenación. Los agentes que captan desearían seguir captando, pese a que el rendimiento económico y social del recurso en el espacio manejado decae significativamente al tiempo que crece la tensión ecológica.
3. Biomasa crítica. Cuando la biomasa residual resulta abusivamente reducida, llega a producirse el “colapso biológico” de las poblaciones. El residuo es tan escaso que incluso resulta arriesgado para la conservación de la biodiversidad (captación extrema). El recurso pierde así la condición de renovable y debería ser sometido a protección urgente, al presentarse problemas efectivos de conservación de la biodiversidad. La proximidad a esta biomasa crítica se detecta por la deficiente reacción ante las vedas de captación. La perdiz roja autóctona y la trucha común parecen estar en esta situación en muchas zonas de España. Probablemente, la anchoa del Cantábrico y el atún rojo del Mediterráneo han bordeado también esta situación crítica. En ella están igualmente buena parte de las principales especies en riesgo de extinción. Se ha puesto bastante énfasis en la “capacidad de carga” de los ecosistemas, pero demasiado poco en esta limitada “capacidad de descarga” de los mismos. Si una biomasa excesiva implica riesgos graves de perturbaciones bióticas y abióticas, una demasiado escasa implica el colapso poblacional.
4. Biomasa ideal. Solo por casualidad en un “manejo banal” la biomasa residual coincidirá con la ideal; una situación improbable, pero que puede llegar a existir. Sin embargo, alcanzar y mantener esta biomasa ideal es el objetivo central de todo manejo ordenado. Hablamos de “biomasa ideal” y no de “biomasa normal”, porque pueden aparecer circunstancias de sostenibilidad que fuercen la búsqueda de una biomasa distinta de la biológicamente normal, usualmente por razones de compatibilidad. Por ejemplo: una densidad biológicamente normal para el lobo y el oso pardo en la Península Ibérica causaría importantes daños sobre el ganado y otros recursos; una demasiado reducida produciría un colapso poblacional (similar a la que hoy existe); la densidad ideal sería menor que la normal, pero mayor que la de colapso.
Efectos de la marginalización
Desde que el valor de lo captado se hace igual (operaciones “blancas”) o incluso menor que el valor de su captación, el valor residual “en vida” de cada “unidad captada” se hace cero o incluso negativo.
En la marginalización socioeconómica, la posibilidad técnica de alcanzar un verdadero manejo sostenible se esfuma:
1. Económicamente. Pérdida de valor y abandono práctico del manejo, porque nadie podrá invertir gran cosa en manejar y fomentar adecuadamente “algo” que casi nada vale (Valor residual muy escaso, nulo e incluso negativo). El espacio no generará apenas recursos económicos bastantes como para poder sustentar un manejo endógeno.
2. Socialmente. Porque desde ese momento se paraliza la actividad social asociada directa e indirectamente a las captaciones. Empleo y recreo se extinguen progresivamente. El interés social por el recurso desaparece inevitablemente. Apenas si sobrevive en ocasiones una cierta preocupación “histórica” o “cultural”, usualmente poco comprometida.
3. Ecológicamente. Aunque el interés social suele reactivarse -en intensidad y compromiso- cuando el recurso alcanza los límites de su extinción (especies protegidas), en muchos casos es ya demasiado tarde, pues los procesos de extinción indirecta persisten y el desplome poblacional deviene inevitable.
Quiebra así la clave para el logro del objetivo básico de la supervivencia: “optimizar el rendimiento global por unidad de superficie del planeta Tierra”. Pocas razones más evidentes para proceder a la ordenación de los RNR: tratar de alcanzar de forma permanente y sostenible el máximo valor final acumulado posible a partir de todos los beneficios que puedan llegar a obtenerse (bienes, productos y servicios) por unidad espacial manejada: el verdadero objetivo del manejo de los RNR.
Es típico que los espacios mal manejados se llenen de agentes al principio de cada temporada de captación, para después abandonarse prácticamente. Este abandono fáctico de las captaciones conduce habitualmente a la existencia de un determinado residuo poblacional final (excepto en manejos conocidos como “mineros”, destructores directos del recurso: deforestaciones, cambios de uso…). Por eso es raro que las especies se extingan simplemente por sobreexplotación directa del hombre; aunque a veces llegan a hacerlo, porque ese residuo no resulta bastante como para garantizar su correcta biología: problemas de sexualidad (bucardo), de comportamiento, depredación… Dejar residuos demasiado escasos respecto al temperamento de una especie8 puede conducir en ocasiones a la extinción de una especie en un espacio: destrucción indirecta del recurso. Por tanto, los mecanismos de marginalización de carácter socioeconómico no siempre protegen a las especies, al no aparecer en determinadas ocasiones (captaciones de carácter “minero”) o al hacerlo demasiado tardíamente (destrucción indirecta por desplome). Incluso hay ocasiones y circunstancias especiales en las que puede llegar a suceder que una población muy escasa se sobrevalore. Suelen ser razones de tipo cultural, como por ejemplo el afán de coleccionismo, la voluntad de extinguir determinadas especies juzgadas nocivas u otras cualesquiera; por ejemplo: “el tigre, el rinoceronte y la medicina china”.
Tras la marginalización, cuando con el paso del tiempo la biomasa pueda llegar a recuperarse en mayor o menor grado en su cuantía o en su calidad (ingreso de nuevos individuos por migración o reproducción o simple crecimiento de la biomasa presente), se volverán a reanudar las captaciones, hasta precipitar de nuevo a la población hasta el estado de marginalidad. Si las condiciones socioeconómicas no han variado: hasta idéntico estado de marginalidad. Apenas habremos cosechado mientras tanto el crecimiento de una población previamente marginalizada. Cuando esta población marginalizada sea infranormal (como suele ser hoy el caso más común), los costes medios de captación por unidad captada serán muy elevados y, en consecuencia, el valor residual obtenido muy escaso.
Marginalizar las existencias es lo que venimos haciendo de forma particularmente grave en nuestros mares, en nuestras pesquerías marinas (pesquerías extractivas). También en no pocos ríos y en la caza, sobre todo en la menor, y máxime con la que se gestiona con criterios llamados “sociales” 9. Lo mismo sucede con los pastos y las leñas de carácter “libre” o “social”. Muchas veces estos recursos están sobreexplotados bajo el amparo de lo “tradicional”; un argumento que no suele ser cierto, al haberse producido desde entonces (desde aquel “de siempre”) importantes cambios socioeconómicos. Tan solo una parte del potencial natural del espacio resultará finalmente captado y, por tanto, tan solo una fracción del manejo posible será usualmente efectuada, pues no existirán recursos endógenos bastantes para hacerlo. Se traduce todo esto en un despilfarro del espacio disponible: como si el espacio que se maneja midiera bastante menos de lo que mide. Algunos países incluso llegan a entrar en guerra por unas cuantas hectáreas de tierra o de mar, mientras despilfarran los valiosos recursos naturales de las que ya poseen. En los países más pobres, esta situación se hace particularmente dramática; porque la carga de personas por kilómetro cuadrado crece conforme el potencial de sus recursos “se reduce” por la sobreexplotación directa y por la inevitable degradación ambiental asociada.
VARIACIONES EN LA MARGINALIZACIÓN
A veces, algunos agentes pueden seguir consiguiendo resultados de captación suficientemente remuneradores para ellos cuando otros han abandonado ya su esfuerzo. Estos agentes “recalcitrantes” o “persistentes” contribuyen así a reducir todavía más la densidad residual final ¿Por qué persisten algunos, cuando todos los demás desisten? ¿Qué efecto tienen sobre la sostenibilidad?
1. Tal vez consiguen una sobrevaloración de sus captaciones (objetiva de mercado o subjetiva-personal), lo que les permite continuar captando. Algunos consiguen “vender” más caro que los demás, o en otro mercado o desarrollando su propia industria o circuito comercial… Otros, sobre todo en aprovechamientos de carácter recreativo, son pescadores o cazadores recalcitrantes y verdaderamente apasionados que sobrevaloran sus ya escasas capturas… A algunos hasta les beneficia la reducción de densidad efectuada previamente por terceros, como sucede en el caso de determinados tipos de caza que exigen densidades reducidas, y hasta prefieren la ausencia de terceros tras el abandono o “deserción de captación” de los mismos (liebre al rastro con sabuesos).
2. Tal vez alcanzan una mayor eficacia, medida en unidades captadas por unidad de esfuerzo aplicada, ya sea por sus habilidades propias o por desarrollo de la tecnología aplicada a la captación (incremento de la captabilidad).
3. Tal vez tienen menores costes por unidad de esfuerzo ejecutada: proximidad, bajos costes laborales, banderas de conveniencia, dinero negro, paraísos fiscales, mercados distorsionados…
Los agentes con menores costes totales de captación (incluyendo en esos costes: gastos, esfuerzos, sacrificios e impactos colaterales), mejor situación de cara al mercado (proximidad, mayor demanda, mejor estructura comercial, mayor desarrollo de la industria asociada…), mejores prácticas o más avanzadas tecnologías constituirán normalmente el origen central del conflicto de aceptabilidad social de cualquier ordenación, pues conseguirán todavía resultados suficientes ¡y pretenderán por tanto continuar con las captaciones! cuando muchos otros hayan ya abandonado, e incluso cuando las poblaciones hayan caído en la marginalidad económica y hasta en la infradensidad biológica, con todos los riesgos de sostenibilidad y conservación inherentes a este estado depresivo ¿Qué decíamos del atún rojo?
El reto social de la aceptabilidad -y de la aplicación, control y seguimiento de una ordenación- consiste, precisamente, en lograr que los agentes dejen de ir a captar un recurso cuando la densidad residual sea la óptima para el medio natural y para el rendimiento futuro de los recursos: en lo ambiental, en lo social y en lo económico.
ALGUNOS CASOS PRÁCTICOS DE MARGINALIZACIÓN
Pensemos en un barco de alta tecnología que descarga en un puerto privilegiado y que trabaja bajo bandera de conveniencia y con personal procedente de países con escasos costes laborales. Este barco seguirá ganando dinero, donde todos -y en especial las flotas más locales y artesanales- lo pierden ya; pero mediante sus captaciones añadidas, seguirá reduciendo todavía más las densidades residuales finales de las poblaciones que aprovecha. Nada de extraño tendría el que estas poblaciones acabaran teniendo unas densidades tan reducidas que imposibiliten la renovación de su biomasa: problemas de sexualidad, de reproducción y de comportamiento, conflictos de depredación (“pozo de la depredación”), desplazamiento del nicho, abandono de las aguas… ¡Desplome poblacional! La conservación misma de las especies podría llegar a estar implicada. Las flotas artesanales locales resultarán automáticamente arruinadas. Como principio básico de ordenación, todos los barcos implicados, artesanales o industriales, deberían suspender las extracciones cuando la densidad residual fuera la ideal para un mejor rendimiento futuro de la población; algo que depende de la biología y que es independiente de la tecnología y del mercado10. Cierto, mientras tanto habrán ganado más dinero los que disfrutan de esas privilegiadas circunstancias, lo que después de todo es legítimo, al menos en principio; aunque consideraciones de otro orden, culturales, sociales, o incluso de intereses nacionales o regionales, podrían obligar a matizar este criterio inicial.
En el caso de la caza (como igualmente en el de la pesca recreativa de río o de mar) siempre quedará un cazador con menores costes de ejecución de cacería (un jubilado o un parado residentes en el mismo pueblo), mayor afición (con mayor valoración subjetiva de cada pieza por tanto) o más eficaz (mejor cazador, al menos desde la perspectiva de la percha diaria lograda) que persista en el aprovechamiento de la caza cuando todos los demás hayan abandonado; pues obtendrá aún resultados suficientes, al menos desde su peculiar marco personal de valoración, cuando a los demás ya no les compense el seguir saliendo a cazar. Este es precisamente el perfil del cazador que centralizará el “conflicto de aceptabilidad de la ordenación”, cuando de una caza meramente banal se pretenda pasar a una caza verdaderamente ordenada y racional. Curiosamente, este es un tipo de cazador muy valorado por su colectivo: mayores con amplia experiencia de campo, grandes y esforzados deportistas, prestigiosos cazadores de élite… Finalmente, se trata de un cazador con alto peso específico en las decisiones democráticas de los colectivos cinegéticos, lo que muchas veces dificulta la “aceptabilidad socioeconómica” de los Proyectos de Ordenación. Los “mejores y más expertos” considerarán siempre que las limitaciones -por más que se justifiquen y argumenten biológica y técnicamente- son innecesarias y excesivas. Muy probablemente incluso descalifiquen al técnico autor de la propuesta; pues normalmente es ajeno al lugar y no suele haber demostrado allí ni su alta valoración de la caza, ni siquiera sus capacidades personales para practicarla. Que “saber cazar no es saber de caza” es una obviedad difícil de hacer entender a los prácticos en el asunto. No otra cosa pasa con todos los demás RNR. No es la caza el único caso en el que los agentes de captación juzgan con dureza a los técnicos. El conflicto a tres bandas entre el responsable de la ordenación, el posterior responsable de la gestión (aplicación de la misma) y los agentes ejecutores de la captación es un clásico en la materia. Un “idioma” común y una confianza mutua tardan en establecerse, pero son imprescindibles. No es el mero papel de un proyecto de ordenación el que resuelve la cuestión: apenas si es el primer paso.
A veces, esta situación de marginalización “acumulativa” no es tan negativa. Por ejemplo, es sabido en el caso de los pastos que un aprovechamiento intenso de los herbáceos, y en especial cuando son predominantemente de anuales, puede llegar a favorecer la producción y la calidad futuras del pastadero: reducción de “rechazos”, mayor cantidad de abonado orgánico, mejor evolución fitosociológica del tapiz vegetal… ¡Es el ganado el que hace el pasto y no al revés! Un pastizal ya recomido y marginalizado para el ganado mayor (donde el ganado no recoge ya la energía que consume durante su pastoreo) puede ser aprovechado todavía por el menor (de mordida más corta) y hasta por otros, como el caballar o el cabrío (con consumos muy diferenciados), con recíproco beneficio para las especies ganaderas y para el pastadero. Cuando las existencias residuales finales son idealmente cero -o casi-, todo agente que profundice en su reducción será útil al manejo; como puede ser el caso del ganado caballar y el asnal consumiendo los últimos residuos, cuando parece que ya no queda nada que comer, aparte de tóxicas, rechazos y cardos. Apenas si el siempre oculto “banco de semillas” constituirá la biomasa residual final pretendida. En otros tipos de pastaderos, en especial los de vivaces, la marginalización, como esta misma sobreexplotación acumulativa, tendrán indudables efectos perniciosos, porque en ellos un nivel ideal de biomasa residual debe ser siempre respetado (como en general en todos los RNR).
Algunos bosques presentan costes de aprovechamiento tan elevados, por razones de relieve, suelo, distancia a vías de saca y centros de consumo, etc., que el valor residual en vivo (en pie) de la madera llega a ser nulo o incluso negativo: maderas marginales. Algo parecido sucede en selvicultura tropical, cuando la densidad de maderas de calidad comercial, medida en metros cúbicos por kilómetro cuadrado, se torna demasiado reducida. Estas maderas marginalizadas suelen ser sin embargo inventariadas en ambos casos, lo que puede llevar a serios errores numéricos en la evaluación de los recursos madereros realmente disponibles. Diseñar planes a cualquier escala, local, regional o nacional, según los clásicos inventarios forestales (IFN) lleva inevitablemente a enormes errores groseros: inviabilidad de las políticas programadas basándose en los mismos.
Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Colaboraciones Técnicas: Cálculo de estructuras biológicas. Procesos de marginalización.” |