Ramiro Ibáñez Abad, alcalde de Canicosa de la Sierra (Burgos).

“Queremos que nuestra vida siga girando en torno al monte”

Ismael Muñoz Linares.
Nereida Cuenca Iserte.

Ramiro Ibáñez Abad es el alcalde de Canicosa de la Sierra, en la provincia de Burgos. El monte y el aprovechamiento forestal siempre han sido el medio de vida de la comarca. Actualmente, en Canicosa habitan unas 650 personas, de las cuales, unas 70 viven del bosque. La cifra es muy significativa si tenemos en cuenta que debido al envejecimiento de los vecinos, la población activa es baja.
Sin embargo, la crisis económica se ha cebado con esta zona. Después de muchos años de trabajo para conseguir fijar empresas y, con ellas, población, en el último año han cerrado el 30% de los aserraderos.
El suyo es un discurso reivindicativo pero pragmático: sin empresas no hay gente, sin gente no hay pueblos, sin pueblos no hay vida y el  monte  se pierde. Precisamente, apunta al monte como la solución al mayor drama  rural: la despoblación, una pesada rueda de molino que baja por una pendiente a gran velocidad y que es imprescindible parar.

Uno de los mayores problemas de los pueblos españoles es el éxodo rural, ¿también lo ha sufrido Canicosa de la Sierra?
La comarca dependía en exceso de un único sector: el de la madera. Aunque sólo se dedicaban a la primera transformación, por eso hay tantos aserraderos en la zona. En los años 90, por falta de suelo industrial, algunas de estas empresas se marcharon y se instalaron en otros municipios con mejores vías de comunicación. Los alcaldes de la zona nos dimos cuenta de que si se cerraban las fábricas, las familias se marchaban. Hasta el 95 fueron años duros porque se clausuraron en todos los pueblos varias factorías y emigraron familias jóvenes, con el consiguiente efecto dominó: si se va un vecino, se van varios. Tuvimos que reaccionar. Se formó un grupo de gente joven en todos los municipios, personas que creímos que lo importante era poner suelo industrial a todas estas empresas. Hablamos con los empresarios, con la Junta de Castilla y León y con la Diputación Provincial de Burgos, que hizo un gran esfuerzo, y empezamos a desarrollar polígonos industriales. Así conseguimos frenar el traslado a otras localidades de las empresas dedicadas a la madera. Entonces estas factorías aprovecharon para modernizarse, y ahora son unas industrias con una capacidad de aserrado muy grande y con unas condiciones de trabajo mejores que las de antes, lo que las invita a permanecer en nuestros pueblos.

De los aproximadamente 650 habitantes que tiene Canicosa, nos ha dicho que cerca de 70 trabajan en torno a la madera, ¿incluye a los que están empleados en los aserraderos?
Sí. En los aserraderos deben de trabajar unas 13 personas. Quiero destacar que esta comarca de Burgos y de Soria es la mayor zona de aserrado de toda Europa. Es decir, no hay ningún punto en todo el continente que se sierre más que aquí. Sin embargo, el 80% de la madera con la que se trabaja viene de fuera, pues la producción de nuestros pinares resulta insuficiente. Las fábricas tienen una capacidad de aserrado muy grande. Por ejemplo, la empresa que hay aquí en Canicosa es capaz de serrar en torno a seis camiones diarios, de unos 25 metros cúbicos cada uno. Una vez que han manipulado la madera, ésta sale fuera de la comarca. Y eso es un gran problema. Por tanto, creemos que haría falta desarrollar una industria de segunda transformación.

Esta comarca tradicionalmente ha vivido del bosque, en concreto de la madera. ¿Ha llegado también aquí la crisis del sector?
La situación que hay en estos momentos en la zona es catastrófica. Con la crisis, los aserraderos tienen un auténtico problema. Cada camión de madera que compran les puede costar en torno a los 6.000 euros, y pagan a 30 días a sus proveedores. A continuación elaboran la madera, y después la envían mayoritariamente a Lucena, en la provincia de Córdoba, aunque también se suministra a la zona de Madrid y de Valencia. Sin embargo, ellos cobran en unos plazos muy largos, de 120 días aproximadamente. No perdamos de vista que se trata de empresas familiares, pequeñas, que han hecho un gran esfuerzo para industrializarse por completo, y, como sólo hacen un turno de corta, el margen de beneficio que les queda es muy pequeño.

¿Han sufrido las consecuencias del huracán Klaus que se produjo a finales de enero de 2009 en el sur de Francia?
Sí, terriblemente. Apenas se ha cortado la madera de nuestros pinares, aunque se está empezando a mover un poco ahora. Pero, además, el producto que teníamos en los almacenes ha bajado de precio al llegar madera de Francia gratis. Si a ello unimos la crisis del sector, la consecuencia ha sido que a un gran número de empresarios, yo creo que el 99%, les ha pillado situaciones de impagos, lo que ha obligado a algunas factorías a hacer expedientes de regulación de empleo, y a otras, a cerrar. Este año no han abierto el 30% de los aserraderos de la zona. En fin, se ha parado todo demasiado bruscamente, y les ha llevado a que tengan una deuda demasiado grande, porque no han cobrado aún las ventas. Estamos, ya digo, en una situación muy crítica, pero que muy crítica.

¿Qué solución ven a la crisis?
Por un lado, depende de la mejora económica del país, de que la construcción empiece a resurgir, dado que la actividad de estas empresas están muy ligadas a este sector: si no hay casas, no hacen falta muebles, ni ventanas, ni puertas… En fin, que es un círculo con mucha dependencia los unos de los otros.
Por otro lado, aún estamos soportando los efectos del huracán Klaus. Que aparezca de repente tantísima madera en el mercado ha obligado a rebajar los precios y a vender las existencias a bajo coste. Pero, además, ahora se encuentran con otro problema: los franceses ya han sacado fuera la madera que les podía suponer mayores problemas en sus montes, y ya no suministran gratis la materia prima que aún les queda. ¿Qué va a ocurrir? Posiblemente no sean necesarios tantos aserraderos como venían operando. Otra solución es intentar serrar menos camiones diarios de madera, pero elaborar el producto en una segunda transformación en nuestra comarca. Uno de los grandes problemas es que dependemos en exceso de la materia prima, y luego de las variaciones del mercado. Por eso, yo creo que se trata de serrar
menos y de elaborar más.

La situación en la zona es catastrófica: con la crisis y el huracán Klaus apenas se ha cortado la madera de nuestros pinares. Pero, además, el producto que teníamos en los almacenes ha bajado de precio al llegar madera de Francia gratis. Las consecuencias son: situaciones de impagados y que un 30% de los aserraderos no ha abierto este año. Estamos en una situación muy crítica, pero que muy crítica.

No hemos recibido fondos de la PAC, tampoco ayudas relacionados con incendios. Eso sí, nosotros tenemos una gran depuradora verde, que son nuestros bosques, en concreto poseemos la mancha de pino albar más extensa de toda Europa, pero no se nos compensa por esa fijación de CO2, tal y como establece el protocolo de Kioto.

Y la Administración, ¿está haciendo algo para solucionar esta crisis?
A mí me parecen muy bien todos los planes que se preparen: el Plan E, el Plan de Convergencia y todo lo demás, pero creo que donde se debería de actuar es precisamente en los bosques. Por eso, a nosotros nos parece absurdo que a la gente le den 400 euros por no hacer nada. Lo que reclamamos es que se pongan programas en los sitios declarados como “montes de utilidad pública”, además pensamos que sería un gran momento para trabajar en estos bosques. En fin, si queremos que no haya incendios, pues vamos a limpiar, a desbrozar, hagamos una verdadera silvicultura en nuestros bosques, y, sin duda, ello incidirá directamente en la producción y en el desarrollo sostenible. Creo que ahora es el momento adecuado, dado que es una época de crisis. Las personas no reclaman limosna o 400 euros por estarse de brazos cruzados porque se les ha acabado la prestación social por desempleo, me parece más digno que les des un trabajo, y este trabajo se encuentra en los bosques. Así no abandonarán los pueblos mientras buscan alternativas de futuro.

¿Piensa entonces que la Administración tal vez los ha olvidado un poco?
Lamentablemente está comprobado que en la época predemocrática se invirtió mucho más de lo que se invierte ahora. A los políticos se les llena mucho la boca hablando de medio ambiente, del cambio climático y todo este tipo de cosas. Pero las inversiones no sabemos dónde van. Lo habitual es invertir dinero donde se queman los montes. ¿Qué se está haciendo? Pues primar al que incendia. Quemar un monte supone dar trabajo, vuelta a plantar, y venga a soltar dinero… No me parece mal que les den dinero, ojo, pero sí me parece mal que en aquellas zonas que nunca hay fuego, que cuidamos nuestros bosques, que ha sabido fijar una población y mantenerla, no recibamos ningún tipo de ayuda.

Haciendo una comparación per cápita con lo que se invierte en el monte español, la Junta de Castilla y León es, con diferencia, una de las comunidades que más dinero destina al monte.
Efectivamente. Yo quiero hacer justicia, por eso a las personas que tienen gestos con nosotros se lo agradecemos. Pero, a la par, somos muy  exigentes. Hemos demostrado que esta comarca sabe hacer las cosas. Pensamos que hay que invertir en las zonas donde realmente se está trabajando por tener un monte y una gestión modelo, donde la población se implica y ha apostado por quedarse a vivir en los pueblos, y no que la mayoría del dinero se vaya a los lugares donde hay incendios. Si queremos apostar por las zonas rurales donde todavía quedan pueblos, este es el lugar idóneo. Sin embargo, en esta comarca no se ha invertido nunca, y ese es el problema real. Aquí no ha llegado la PAC.

Para usted la solución sería primar la buena gestión, ¿no es así?
Aunque los serranos somos gente muy positiva y nos gusta hablar del futuro, sin embargo vemos que aquí hay una deuda grande. No hemos recibido fondos de la PAC y tampoco ayudas relacionados con incendios. Eso sí, nosotros tenemos una gran depuradora verde, que son nuestros bosques, en concreto poseemos la mancha de pino albar más extensa de toda Europa, pero no se nos compensa por esa fijación de CO2, tal y como establece el protocolo de Kioto. A cambio, se nos está gravando un 18% con el IRPF por nuestros pinos. Por eso, nosotros solicitamos a la Administración el pago de una ecotasa, como se acordó en Kioto para las zonas que estén fijando dióxido de carbono. Y el pago de esa ecotosa queremos que se incluya en los presupuestos generales del Estado. Si esto no se hace, habrá una deuda histórica, que espero alguna vez nos salden.

¿Y ustedes qué pueden hacer mientras tanto?
Como he dicho, pertenecemos al comunero de Revenga, y ahora estamos promoviendo talleres de empleo para formar sobre trabajos forestales. Están subvencionados por la Junta de Castilla y León, y se destinan sobre todo a mujeres, que son las que tienen mayores problemas a la hora de encontrar un empleo.

Esos talleres están muy bien, pero si luego no hay trabajo se quedan en nada
Nosotros creemos que el monte es un sitio donde sí hay trabajo y, por tanto, es necesario emplear a la gente allí.

Con la enorme riqueza forestal que tienen en esta zona, ¿podría ser el aprovechamiento de la biomasa una salida a la crisis?
Es posible. Aquí se han hecho varios intentos y se ha elaborado un estudio del potencial que tiene la sierra de La Demanda, que es enorme, pero los números a las eléctricas no les cuadran. ¿Cómo se podrían implicar? Pues primando la extracción de biomasa de los bosques. Además, retirarla de los montes sería muy positivo, dado que se reduciría el riesgo de incendios y se harían trabajos silvícolas que mejorarían las masas forestales.
De todos modos, sabemos que los puestos de trabajo que se crean en las plantas de biomasa son muy pocos. Aunque, claro, esto es muy relativo. Para nosotros todo empleo que se genere en el pueblo es muy importante. Cualquier empresa que venga y se instale con tres trabajadores, la recibimos con los brazos abiertos. Quiero recordar que nosotros tenemos suelo industrial para que las empresas puedan instalarse desde ya mismo, y a unos precios totalmente de risa, con todo urbanizado, y con luz, teléfono y ADSL en la puerta.

¿Puede contarnos algo sobre lo que significa la suerte vecinal?
Antiguamente toda la actividad social, cultural y económica de esta comarca giraba en torno al bosque, pero con los cambios sociales cada vez hay menos personas que se van a trabajar al monte. Una persona tenía su suerte de pinos y compraba a sus familiares cinco o seis suertes más, y así ya tenía un trabajo durante bastante tiempo. Con la llegada de la mecanización desaparece la vida tradicional, y entonces cada vecino ya no se saca su suerte, sino que se enajenan todas en bloques. Hubo un tiempo de tránsito donde los empresarios, los dueños de los aserraderos, compraban varias suertes de pinos, pero después se empezó a enajenar toda la madera en conjunto, y se sustituye la antigua suerte de pinos por el valor económico real. Entonces se crean las sociedades civiles de ventas de madera -antes cooperativas de madera- y son ellas, en unos casos, y los ayuntamientos, en otros, quienes enajenan toda la madera y la agrupan en bloques, por calidades diferenciadas, para que los empresarios los compren. Y el vecino, como digo, se desliga cada vez más de la vida del propio monte. La gente joven no tiene la misma relación con el monte que las personas de más edad, y eso nos preocupa un poco.

¿Desde cuándo arraiga esta tradición de hacer el reparto de la madera?
Esta forma de repartir entre los vecinos el aprovechamiento de los pinos se recoge en una Carta Real. Se sabe que desde los tiempos de Alfonso X el sabio, y en los posteriores fueros que han regido para esta comarca, ya se establecía dicho privilegio. Los reyes lo concedieron para que se poblara esta zona, pues sus condiciones orográficas es complicada y eso dificulta terriblemente el desarrollo de la agricultura. Desde hace bastantes siglos esto siempre se ha considerado un fuero, un privilegio, y además no era algo ocasional, sino que respondía a las peculiaridades propias del territorio. En la actualidad, esta zona es la más poblada de Castilla y León, si exceptuamos las cabeceras de comarca. Aquí todos los pueblos son similares, con una población que ronda entre los 500 y los 2.000 habitantes. Por tanto, es una zona poblada.

¿Cómo se reparten los beneficios del aprovechamiento de madera?
La madera de mejor calidad se les da a los vecinos, y la de peor calidad  va a las arcas del ayuntamiento. Por ejemplo: si hay una posibilidad de aprovechamiento anual de 5.000 metros cúbicos, los 2.750 m3 de más calidad y valor van para los vecinos, y el resto, 2.250 m3, que suele proceder de claras y que es de peor calidad, se lo queda el ayuntamiento. Hace tres años, antes de la crisis, esto supondría que los vecinos recibirían 200.000 euros y el ayuntamiento, 36.000.

¿Qué ha supuesto de mejora la certificación? ¿Piensa que es un sistema beneficioso para la gestión, o sobre todo es una herramienta comercial?
Yo creo que la cer tificación ha sido un gran acierto y un revulsivo que nos ha hecho sentirnos bien por conseguirla fácilmente. De hecho, los requisitos que nos exige ya los estábamos cumpliendo, y los reparos que nos han podido poner son absolutamente asumibles. El siguiente paso ha sido establecer la marca Pino Soria-Burgos, que está consiguiendo varias cosas, como eliminar la competitividad que antes había entre los aserraderos, al ser capaces de unirse y vender en conjunto. Por otro lado, las Administraciones nos hemos comprometido, de alguna manera, a utilizar en nuestras obras públicas la madera de Pino Soria- Burgos. De hecho, el primer gran proyecto que se hizo aquí, la Casa de la Madera, fue construido con este material, con la idea de que fuera un referente de las posibilidades que ofrece la madera de aquí. Fue una apuesta difícil, porque el edificio debía levantarse en el plazo de un año. Lo que ocurrió es que se unieron los aserraderos y suministraron el material entre todos. También Soria va a primar esta madera en la construcción de la Ciudad del Medio Ambiente. En definitiva, nosotros lo que estamos haciendo es fomentar el consumo de nuestra madera frente a otras posibles ofertas. Y esto, aunque parezca lo lógico, no siempre ha sido así.

¿Es usted de los que reclama una gestión municipal del bosque?
Todo es una cuestión económica. Para mí, como alcalde, no es importante quién gestione el monte, sino lo que se hace y cómo. Si no podemos hacer inversiones, porque carecemos de medios económicos, aunque tengamos un ingeniero en cada pueblo, no nos servirá de nada, ¿para qué queremos entonces gestionarlos?
Cada día se desarrollan más las políticas participativas, y es necesario que se haga sin intereses partidistas. Lo importante es el bosque. La gestión compar tida  ue tenemos está bien porque así no prima sólo el interés económico: deben tenerse en cuenta, además, la biodiversidad y otros valores. Por otro lado hay que tener en cuenta que los alcaldes no podemos quedarnos en un discurso políticamente correcto, tenemos que buscar soluciones concretas a todos los problemas y encontrar posibilidades de desarrollo.

¿Qué peso tiene en la economía de esta zona el aprovechamiento de setas?
Es un mercado muy incipiente. Además, hay que tener en cuenta que estos últimos cuatro o cinco años no han sido muy buenos debido a la sequía. Es cierto que despiertan un interés muy grande entre los municipios. No cabe duda de que las jornadas micológicas han contribuido a ello, pero el ingreso económico puro y duro por la recolección de setas, en los últimos cinco años, ha sido muy malo. Esperamos que este ciclo tan raro se pase y podamos recuperarnos.
Por otro lado, queremos impulsar el turismo, aún sin desarrollarse en esta zona. Tenemos unos excepcionales valores naturales que debemos aprovechar. De hecho, estamos apostando por un proyecto de educación ambiental y de ocio, y acabamos de construir el Parque de Aventuras, el más grande de España. También hemos construido,  con gran éxito, la Casa de la Madera, que en su primer año de funcionamiento ha sido el centro más visitado de Burgos después de Atapuerca.

 

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Entrevista: Ramiro Ibáñez Abad, alcalde de Canicosa de la Sierra (Burgos).”
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