Encinares cantábricos: la particularidad costera guipuzcoana.

Ibai Portu Zuloaga, Ingeniero Técnico Forestal e Ingeniero de Montes.

El encinar, un bosque típicamente mediterráneo, se presenta a modo de islas dispersas en la lluviosa Cornisa Cantábrica (fig. 1). Intentando recrear las condiciones del mundo mediterráneo, se acantona en los suelos más pobres, secos y esqueléticos, generalmente calizas kársticas de fuertes pendientes con poca capacidad de retención de agua. A pesar de recibir abundantes precipitaciones a lo largo del año (>1.000 mm), el agua que cae filtra a profundidad o se escapa rápidamente ladera abajo, como si los terrenos se vaciasen misteriosamente de agua.

Su serie de vegetación, Lauro nobilisQuercetum ilicis, está representada en su estado maduro clímax por bosques perennifolios esclerófilos, de aspecto a menudo intrincado y con abundancia de lianas y enredaderas que cuelgan del dosel arbóreo (fig.2), en cuyo estrato siempre domina la encina (Quercus ilex subsp. ilex). Estas formaciones son consideradas relictas, supervivientes de la Era Terciaria, testigos de un clima pretérito más benigno y templado. El cortejo florístico, que varía según su nivel de degradación, orientación y altitud, estaría representado de modo general por un estrato arborescente acompañante, formado por el labiérnago (Phillyrea latifolia), el madroño (Arbutus unedo) y el laurel (Laurus nobilis), que pueden alcanzar el estrato arbóreo en algunos enclaves. Bajo el ambiente umbroso impuesto por la pantalla perennifolia superior, copando el espacio entre los árboles, encontramos un profuso estrato lianoide: zarzaparrilla (Smilax aspera), nueza negra (Tamus comunis), hiedra (Hedera helix), junto con un estrato herbáceo dominado por plantas de sombra y amantes de humedad ambiental, como el brusco (Ruscus aculeatus) y numerosos helechos. Por ello, las plantas mediterráneas suelen dominar los estratos superiores mientras que las atlánticas dominan los inferiores (Meaza, 1988). Los musgos, por su parte, pueden tapizar como una alfombra el estrato rocoso.

Existen dos subespecies de encina en la Península Ibérica: ilex, de carácter más termófilo, que forma los encinares litorales cantábricos y catalano-levantinos, y rotundifolia, más resistente al frío, que forma los encinares continentales del interior o “carrascales”. Según algunas hipótesis, las poblaciones primitivas cantábricas del Terciario, del tipo ilex, con predominio de táxones lauroides y subtropicales, se habrían visto aisladas de las continentales tras los últimos períodos glaciares, ya en el Cuaternario, hasta configurar su actual distribución resguardada a lo largo de la costa cantábrica allá donde se mantenía la sequedad de los suelos. Entre glaciaciones, aprovechando oleadas xerotérmicas mediterráneas, se habrían producido contactos e hibridaciones entre ambas subespecies, que en mayor o menor grado explicarían la presencia de ejemplares híbridos en los encinares de Vizcaya/Bizkaia y Guipúzcoa/Gipuzkoa (Morla et al., 1998). En el País Vasco aparecen hoy ambos tipos de bosque: en Álava/Araba, con unas 20.000 ha, los carrascales (90 % público), y en Vizcaya/Bizkaia y Guipúzcoa/Gipuzkoa, los encinares cantábricos, con 7.000 ha (77 % privado) (Cantero, 2011). De estos últimos, unas 2.300 ha se encontrarían en Guipúzcoa/Gipuzkoa (fig. 3), con un 85 % privado, y donde los encinares costeros (Arno-Aranerreka, Bajo Urola y Andutz) ocupan el 70 % de la superficie (unas 1.600 ha). En Guipúzcoa/Gipuzkoa solo un 40 % de los encinares está incluido en la Red Natura 2000, porcentaje que desciende hasta el 13% cuando hablamos de aquellos incluidos en parques naturales, o hasta el 10 % en el caso de los incluidos en Montes de Utilidad Pública. Por último, citar que casi la cuarta parte de los árboles declarados como “singulares” en la CAPV (Espacios Naturales Protegidos según la Ley 16/94 de Conservación de la Naturaleza del País Vasco) son encinas.

LOS ENCINARES COSTEROS GUIPUZCOANOS
A medida que avanzamos hacia el este por la costa vasca, las representaciones del encinar se atenúan hasta desaparecer, lo que en parte se podría explicar debido a un gradiente climático existente en esta dirección, con un descenso térmico invernal y un aumento de las precipitaciones en la misma estación. En la parte más oriental de la costa vasca también se detectaría un período de “aridez” en época estival (Ruiz Urrestarazu, 1982). Este gradiente es menos apreciable en el interior del territorio, debido a su accidentada topografía y mayor altitud, por lo que es en la franja costera donde la diferenciación florística se hace más patente. Esto ha llevado a diferenciar cinco grupos de encinares a lo largo de la franja litoral del País Vasco en función de su composición florística. En general, los encinares costeros guipuzcoanos se encuadrarían dentro del grupo de encinares más húmedos, con menor porcentaje de especies esteno-mediterráneas, diferenciándose del resto por presentar una gran cantidad de helechos como Pteridium aquilinum, Asplenium onopteris, Polypodium vulgare y Polystichum setiferum (Onaindia et al., 1988).

Por su importancia biogeográfica y ecológica, los encinares cantábricos han merecido el reconocimiento de la Comisión Europea, que los calificó como hábitat de interés comunitario (Anexo I de la Directiva 92/43), bajo el código 9340, designando como Lugares clave para su conservación en el seno de la CAPV (Decisión de la Comisión de 7/12/2004, actualizada por la Decisión de 10/01/2011) los LIC Encinares cantábricos de Urdaibai ES 2130008 (1.583 ha, 67 % privado) en Vizcaya/Bizkaia, y Arno ES2120001 (1.011 ha, 90 % privado) en Guipúzcoa/Gipuzkoa, dentro de la Red Natura 2000. Esto supone la obligación de garantizar el mantenimiento 0 o, en su caso, el restablecimiento de este tipo de hábitat en un estado de conservación favorable (Artículo 3 de la Directiva 92/43). Pero, ¿en qué estado de conservación se encuentran los encinares cantábricos vascos? ¿Es necesario mantener o restablecer su estado de conservación? ¿Cómo se restablece? A continuación se muestra un ejemplo que puede darnos algunas pistas.

VIAJE EN EL TIEMPO POR EL ENCINAR DE ARNO, UN LUGAR NATURA 2000
Arno, un pequeño y abrupto macizo calcáreo de la costa de Guipúzcoa/Gipuzkoa, es la mejor representación de encinar cantábrico de esta provincia, ubicándose en los municipios de Mendaro y Mutriku. Su desnivel roza los 600 m, albergando los pisos termocolino, colino inferior y colino superior -en las partes altas-, con la consiguiente variación florística en el encinar. A sus pies, una autopista, una carretera nacional, una vía férrea, un río… Y es que, ante todo, este espacio nos muestra la importancia que han tenido los encinares costeros vascos para satisfacer las necesidades de energía de los valles. En ello han desempeñado un papel fundamental las leñas primero y, más tarde, el carbón vegetal de encina, muy apreciada por su alto poder calorífico, incesantemente demandada con el impulso y desarrollo de las ferrerías entre los siglos XIV-XVIII. Más recientemente, la industrialización supuso también una demanda importante de carbón, utilizándose para el templado de las armas, en medios de locomoción e incluso hornos de pan, por citar algunos ejemplos. Datos del año 1934 hablan de un oficio, el de carbonero, bien pagado comparativamente a otros de menor cualificación en la industria (Urdangarin et al., 1989). Sacos de carbón de unos 45-50 kg se bajaban a los valles en burro o a hombros, pero en Arno, dado el desnivel que había que salvar, se llegaron incluso a idear canales de carga (fig. 4), alguno de ellos, como el de Txoriaitz, de espectaculares dimensiones, por el que se arrojaban los sacos de carbón para que descendieran por gravedad hasta el fondo del valle.

Uno de los últimos carboneros profesionales de Arno (Alonso, com. pers.) relata haber empleado en la década de los 50 del siglo pasado 1 t de leña de encina y madroño por carbonera para obtener unos 300 kg de carbón vegetal. El acopio de leñas provenía casi siempre de talas a matarrasa. Considerando la gran dispersión de las carboneras en Arno, que en el monte se encendían anualmente numerosas de ellas y que el acopio de leña se hacía de la masa inmediatamente circundante (turnos de 25-35 años), nos podemos hacer una idea del intensivo grado de explotación que han sufrido estos encinares costeros a lo largo de su historia reciente. Loidi et al. (2005) relatan que a principios de siglo XX los encinares costeros vascos estaban pelados.

Las carboneras se encendieron por última vez en Arno a principios de los años 60 del siglo pasado, cuando la aparición de los combustibles fósiles trajo consigo la falta de rentabilidad del oficio. Las cimas del macizo sufrieron hasta mediados del siglo pasado quemas recurrentes a fin de obtener pastos herbáceos para el ganado de los caseríos del entorno, generalmente vacuno y ovino. Mientras, algunos rebaños de cabras pastaban en las áreas más pedregosas y de mayor pendiente. En consecuencia, se puede comprender la enorme presión antrópica que ha sufrido el encinar cantábrico como hábitat natural en cualquier rincón de Arno. A las encinas, tras haber sobrevivido durante milenios a los avatares climáticos, si no querían desaparecer no les quedaba otra alternativa que desarrollar estrategias de adaptación (figura 5) para resistir la acción antrópica y las limitaciones propias de un terreno esquelético. Así es como han podido competir en ventaja con las frondosas caducifolias en estas difíciles tierras, que ante tal grado de explotación fueron desapareciendo o arrinconándose a lugares de relieve más favorable. De ahí que, sin querer poner en duda que los encinares sean la vegetación clímax en Arno, de no haberse visto favorecida por la acción del hombre y su ganado los táxones caducifolios atlánticos tendrían mayor protagonismo en estos bosques.

Pero tras largos períodos de aprovechamiento de leñas mediante cortas a hecho a turnos cortos, el aprovechamiento generalizado del encinar se detuvo; el hombre dejó de cortarlo y por consiguiente fue saliendo de un sistema que él mismo había creado y había venido manteniendo desde tiempos inmemoriales. Las consecuencias de este hecho son hoy apreciables en amplias zonas del encinar de Arno, ya que al seguir creciendo y no cortarse llegado su turno, las copas se han entrelazado entre sí, llegándose en ciertos casos a una espesura trabada, con unos niveles muy altos de competencia. En consecuencia, el dosel arbóreo dificulta mucho la llegada de luz a los estratos inferiores de la masa, en la que apenas si existe regeneración natural.

ESTADO DE CONSERVACIÓN DEL ENCINAR DE ARNO (GLOBAL)
Para disponer de indicadores o parámetros cuantitativos que permitieran evaluar de forma objetiva el estado de conservación del encinar -entendido según el artículo 1 de la Directiva 92/43- se realizó en 2004 un inventario forestal del hábitat (Portu, 2004; Debegesa, 2004). Aunque la cartografía reciente habla de 558 ha de bosque de encina en el LIC, se seleccionó un área inventariable mayor para incluir no solo etapas avanzadas sino también etapas intermedias de la serie de vegetación de los encinares, junto con los bosques mixtos existentes en vaguadas. Se diseñó un inventario por muestreo estadístico sistemático de malla cuadrada y de 200 m de lado, en cuyos nudos se ubicaron parcelas de muestreo circulares de un radio único de 5 m. Para localizarlas se utilizó GPS y ortofotos a escala detallada. En total se obtuvieron 139 parcelas, de las cuales 112 (80,5 %) cayeron sobre la zona de encinares. El resumen cuantitativo fue elaborado como media aritmética de los datos que proporcionaba cada una de ellas. El alto error de muestreo quedaba compensado al asumir que se buscaban rangos de valores, más que cifras únicas concretas.

Durante el inventario se encontró una parte del encinar, “Belaitz”, que destacaba del resto por presentar una buena regeneración natural de encina, laurel, labiérnago y madroño, y porque las últimas tres especies ya aparecían desarrolladas como árboles (Øn ≥5cm, hmed.≥5m). En otras palabras, por presentar un mejor estado de conservación. Según testimonios de algunos de los últimos carboneros y comerciantes de carbón de Arno (Jauregi, Alonso, com. pers.) se trata de una zona que, al igual que el resto, contaba con aprovechamiento de leñas, y por donde, de hecho, discurría el mayor canal de carga de leña de todo el macizo. Pero se daba un condicionante extremo: la elevada pendiente media (≥100 %), que propiciaba fuertes problemas de erosión. Leñadores y carboneros sabían que en Belaitz se perdía mucho suelo; y que una zona era muy traicionera porque se situaba justo bajo el roquedo de Txoriaitz, desde donde caían ocasionalmente piedras y pequeñas rocas, lo que entrañaba un riesgo extra a la hora de trabajar allí. En suma, sabían que de talar a matarrasa el encinar en esta zona, el monte se les vendría literalmente abajo. Con tales condicionantes, la alternativa fue la de entresacar por huroneo la masa, aplicando claras por lo alto. Y así es como los carboneros de Arno aprovecharon gran parte del encinar de Belaitz. En la tabla 1 se comparan las principales variables forestales del encinar de Belaitz con el global de Arno.

ANÁLISIS ECOLÓGICO DEL ENCINAR DE ARNO (GLOBAL)
En general, y analizando el hábitat forestal de los encinares de Arno en su conjunto (código 9340, Anexo I de la Directiva 92/43), nos encontramos ante un bosque extraordinariamente viejo en cuanto a los pies que lo componen (gráfico 1), cuyo sistema radicular puede tener cientos de años, pero relativamente joven en cuanto a su parte aérea; no se conoce ni la edad de las encinas ni el número de recepes que han soportado en el pasado. Con más de 2.500 pies/ha (tabla 2), tenemos una superdensidad de arbolado, y casi todo él procede de rebrote. Esto se traduce en una baja diversidad genética, lo que podría debilitar su respuesta ante fenómenos adversos muy intensos o continuados. La estructura del hábitat está muy simplificada, dado que apenas acceden especies secundarias al dosel arbóreo, y se define por una espesura completa y en ocasiones trabada en el estrato superior, lo que redunda en una falta de luz en los estratos inferiores que a su vez propicia que la regeneración natural de encina sea escasa o nula. Además se da un pastoreo discontinuo y no ordenado que tiene efectos adversos en dicha regeneración; solo en algunos roquedos y zonas pedregosas soleadas pueden identificarse más pies de encina que proceden de semilla que aquellos que proceden de reproducción vegetativa. Las áreas de características topográficas más favorables, como dolinas y vaguadas, están en general ocupadas por plantaciones de Pinus radiata, si bien algunas aún conservan algunos bosques mixtos atlánticos que, junto con algunos árboles trasmochos dispersos, dotan de cierta heterogeneidad al hábitat. En cuanto a madera muerta, ya sea en pie o en el suelo, los valores de árboles secos sobre el total (>11 %) pueden resultar engañosos, porque se trata de los pies más débiles y delgados (Øn≤10cm), oprimidos por la competencia bajo la densa cubierta de copas. Es decir, existe escasez de madera muerta de grandes dimensiones, por lo que también escasean los nichos ecológicos para un gran elenco de especies forestales vertebradas e invertebradas.

Bajo las condiciones descritas, los procesos ecológicos y funciones específicas necesarias para el mantenimiento a largo plazo del hábitat se encuentran mermadas (baja naturalidad). La superficie total del hábitat es de 558 ha, fragmentada en 39 manchas en el LIC. No obstante, el encinar ha ganado en Arno mucha extensión durante el último siglo por el abandono parcial de los pastos altos y del aprovechamiento de leñas, hasta llegar al actual 60 % sobre su dominio potencial. En este sentido, las perspectivas futuras apuntan a que en Arno el hábitat de los encinares seguirá incrementando su superficie.

Por otro lado, resulta complicado designar especies típicas del encinar cantábrico, y más aún saber cuál es su estado de conservación. En cuanto a vertebrados, se podrían citar las currucas rabilarga y cabecinegra, y el mosquitero pálido, que cuentan solo con algunas observaciones puntuales. También cuentan con alguna observación ciertas especies de invertebrados saproxílicos amenazados, asociados a la madera en descomposición, tales como Rosalia alpina, Lucanus cervus y Elona quimperiana (Anexo II D.92/43), pero se desconoce su tendencia poblacional y su estado de conservación. Los quirópteros forestales son otro grupo biológico con grandes lagunas de información.

A pesar de su cercanía con el cercano LIC Izarraitz y encinares de Aranerreka-Lastur, Arno mantiene un importante grado de aislamiento ecológico por el efecto barrera que realizan la autopista A-8 y la carretera Nacional 634, que soportan una intensa circulación de vehículos. Por ello, con todo lo que aún falta por conocer, el estado de conservación de los encinares de Arno debería ser catalogado como “desconocido”, a la luz de los datos expuestos, “inadecuado”.

ANÁLISIS ECOLÓGICO DEL ENCINAR DE BELAITZ
Reduzcamos la extensión del encinar global hasta quedarnos con una superficie homogénea y no fragmentada de 65 ha. Las afirmaciones realizadas para el encinar global son extensibles a este encinar, aunque con algunas diferencias: el encinar de Belaitz, de aspecto laurisílvico, y aprovechado en muchas de sus zonas en el pasado por huroneo, es posiblemente la variante más termófila del encinar de Arno, donde el dominio en el estrato arbóreo es compartido por la encina, el labiérnago, el laurel, el madroño y el brezo blanco, en este orden (gráfico 2). La regeneración natural de todas especies, exceptuando al brezo, es aceptable, lo que introduce un componente de diversidad genética en el hábitat. Por otro lado, existen algunas encinas trasmochadas dispersas en la masa (figura dcha.) –de origen y edad desconocida- con mayor altura y copa mucho más amplia que el resto, lo que atestiguaría que en un tiempo se desarrollaron bajo una competencia menor; es decir, en un contexto donde el encinar estaría más aclarado. Estos elementos introducen una nota de diversidad en el hábitat, posibilitando la apertura de ventanas de luz en el dosel, que contribuyen a enriquecer la estructuración vertical y la aparición de pequeños corros de regeneración natural, pudiendo, además, ofrecer nichos ecológicos para más especies. El estrato muscinal y liquénico también se presenta bien desarrollado. Sin embargo, la madera muerta sigue siendo un recurso escaso. La carga ganadera es menor que en el encinar global, lo que tendría gran peso a la hora de explicar los niveles de regeneración observados.

La altura media del arbolado es 0,5 m superior a la media del encinar global, aunque sus diámetros medios no presentan diferencias significativas entre sí (tabla 3). Cabe destacar las pequeñas incursiones de vegetación eurosiberiana en los pasillos umbrófilos del roquedo de Belaitz, curiosamente también especies más o menos adaptadas a la reproducción vegetativa, como el tilo (Tilia cordata), el majuelo (Crateagus monogyna), el acebo (Ilex aquifolium) o el mostajo (Sorbus aria), con aparición de algunos peralillos silvestres (Pyrus sp.) en pendientes rocosas.

En definitiva, el aprovechamiento del encinar bajo tratamientos distintos (matarrasa frente a entresacas por huroneo) habría propiciado diferentes estados de conservación, introduciendo en Belaitz algunos matices o rasgos  de diversidad que tienden a faltar en el resto del encinar de Arno.

CONCLUSIONES: EL FUTURO DE NUESTROS ENCINARES
La gestión de los encinares cantábricos, con especial referencia a aquellos incluidos en espacios Natura 2000, deberá contribuir a garantizar su biodiversidad, para lo que se deberán realizar intervenciones que persigan la mejora del hábitat y la potenciación de su funcionalidad ecológica. O, por el contrario, se podrá gestionar bajo un prisma de “no actuación”. Pero el funcionamiento adecuado del hábitat en el futuro dependerá en gran medida de si se consigue o no la  regeneración natural. La fotografía dentro de 10-15 años debería enseñarnos, como mínimo, más áreas en regeneración vía semilla, lo cual implicará más diversidad genética, o sea, la mejora de su estado de conservación.

En el LIC Arno, dicho objetivo ha de perseguirse en un área donde el 90 % de su superficie es de propiedad privada, con más de 40 titulares y 125 parcelas catastrales, lo que muestra que los propietarios particulares pueden ser agentes activos en la conservación de este tipo de espacios naturales protegidos.

El análisis del tipo de intervenciones pretéritas en el encinar de Belaitz y de su estructura actual alimenta la hipótesis de que la apertura de claros puntuales en el dosel de los encinares más densos (> 2.500 pies/ha) contribuye a diversificar el hábitat y a mejorar su estado de conservación, independientemente de la pendiente. Si la actuación es de baja intensidad, se preservaría la comunidad nemoral, manteniendo la riqueza de los estratos liquénico y muscinal. El cómo, cuándo, dónde y quién podrían ser aspectos a tratar en otro artículo.

Las medidas que se adopten en el LIC Arno en virtud de su plan de designación como ZEC, de inminente aprobación y una vigencia de seis años, tendrán como finalidad última la salvaguarda de la integridad ecológica del lugar, su contribución a la coherencia de la red de áreas protegidas del País Vasco y la provisión de bienes y servicios ambientales del ecosistema del encinar. Entre dichas medidas figura el establecimiento de parcelas experimentales en el encinar para medir la evolución de su estado de conservación. Adoptada con objetivos de investigación o mejora del hábitat, dicha medida abre la posibilidad de comparar el funcionamiento del hábitat bajo diferentes tipologías e intensidades de actuación (Bravo, Serrada, 1997), con y sin acceso de ganado, generando más complejidad o menos complejidad estructural, etc. Actuación que, en muchos casos, puede ser compatible con aprovechamientos puntuales de leña.

El propietario privado puede gestionar para conservar los encinares cantábricos siempre que se le marquen unas instrucciones claras, unas medidas compensatorias justas y exista voluntad de entendimiento. De hecho, en Guipúzcoa/Gipuzkoa, diferentes actuaciones en encinar cantábrico ya están en marcha, como en Azpeitia, Mendaro y Mutriku. Todas ellas en terreno particular y realizadas por sus propietarios. Se trata de resalveos de conversión a monte alto que persiguen abrir claros en el encinar, actualmente muy simplificado, encaminándolo a medio plazo hacia la regeneración natural, mejorando así la calidad del hábitat. En Azpeitia, una vez aclarado el encinar con una intensidad prefijada en 2011, en 2012 se ha señalado y medido el arbolado para comparar la evolución de su crecimiento con el de la “zona control” o no aclarada. También se han medido otras variables ecológicas como la regeneración natural o la presencia de especies secundarias. Tales mediciones se repetirán cada año para determinar cuál es el efecto de una puesta en luz controlada de estas masas empobrecidas, así como de si este tipo de actuaciones es adecuado para los fines de conservación que se buscan. Este proyecto no sería posible sin que su propietario -Andrés Aizpuruhubiera adoptado el compromiso de no actuar en la zona control, cuando en un principio su idea era hacerlo. Ni tampoco, sin la implicación de parte de la guardería forestal de Guipúzcoa/Gipuzkoa (foto dcha.), que, con un punto de pasión, se ha embarcado en este modesto pero ilusionante proyecto.

Existen vías y herramientas para implicar al propietario privado en la conservación de nuestros encinares. El Plan de Desarrollo Rural Sostenible de la CAPV (2007-2013), con cargo al Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural FEADER, establece en su Eje II ayudas para conservación y regeneración de bosques de alto valor ecológico. Esto abre la puerta a vínculos contractuales entre la Diputación Foral de Guipúzcoa/Gipuzkoa y los propietarios privados que quieran poner en marcha actuaciones de conservación del hábitat. En Guipúzcoa/Gipuzkoa ya existen algunos ejemplos de este tipo en bosques privados de hayedo trasmocho (9120).

Sirva este último párrafo para realzar la labor de los entomólogos guipuzcoanos que, a través de un estudio reciente en el encinar del Parque Natural de Aralar, comienzan a demostrar que el encinar cantábrico alberga interesantes comunidades de insectos. Valgan como ejemplos dos hallazgos realizados en el sotobosque y pedreras con cierta insolación: el del escarabajo Oberea (Amaurostoma) erythrocephala (Schrank, 1776) y el de la mosca de la fruta Euphranta connexa (Fabricius, 1794). El hallazgo de la primera especie supone la primera cita para la Comunidad Autónoma Vasca (Ugarte San Vicente & Pagola-Carte, en prensa); y la segunda, su primer registro ibérico (Pagola-Carte, en prensa).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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- Cantero, A, 2011. Gestión de los encinares cantábricos. Revista Sustrai, n.º 96.
- DEBEGESA, 2004. Estudio del Medio Físico del Macizo de Arno. Tomos I y II.
- Loidi, J. Herrera, M. Salcedo, I. Galarza, A. Iturrondobeitia, J.L., 2005, para Diputación Foral de Bizkaia. Bosques de Bizkaia–Bizkaiko Basoak.
- Meaza, G., 1988. Fitogeografía del encinar cantábrico de la Ría de Gernika. Pirámides de vegetación. Lurralde, n.º 11. P.103-121.
- Morla, C., Escribano, R., Sainz, H., Génova, M., García, M., Gómez, F., Gómez, A., Blanco, E., Casado, M. A., Moreno, J.C., Costa, M. 1998. Los bosques ibéricos. Editorial Geoplaneta. Madrid.
- Onaindia, M.; Benito, J.; Vadillo, J.M.; Agirre, A. 1988. Estudio ecológico de los encinares del País Vasco. Actas del Simposio Internacional de Botánica. Vol II. Fanerogamia. Págs: 295-298. Dpto. De Biología Vegetal y Ecología, Facultad de Ciencias Universidad del País Vasco. Bilbao.
- Onaindia, M.; Benito, J.; Vadillo, J.M. 1990. Estructura de los encinares de la asociación Lauro-Quercetum ilicis en distintos niveles altitudinales del Duranguesado (Bizkaia). Congreso de Botánica pirenaico-cantábrica. Jaca, págs.477-486.
- Pagola-Carte, S & Jiménez-Peydró, R. En prensa. Euphranta (Euphranta) connexa (Fabricius, 1794) (Diptera: Tephritidae): Primer registro en la Península Ibérica y datos sobre su biología. Heteropterus Revista de Entomología.
- Portu, I. 2004. Proyecto de Ordenación del grupo de montes Arno, de los T.M. de Mendaro y Mutriku (Gipuzkoa), de distintas pertenencias, con especial referencia al encinar. Proyecto fin de carrera. ETSI Montes de Madrid.
- Ruiz Urrestarazu. 1982. La transición climática del Cantábrico Oriental al Valle medio del Ebro. Tesis Doctoral. Ex. Diputación Provincial de Álava. Vitoria-Gasteiz.
- Ugarte San Vicente, I. & Pagola-Carte, S. En prensa. Nueva contribución al conocimiento faunístico de los cerambícidos (Coleoptera: Cerambycidae) de la Comunidad Autónoma Vasca. Heteropterus Revista de Entomología.
- Urdangarín, J., Izaga. J.M., Lizarralde, K. 2006. Oficios tradicionales. Cámara de Gipuzkoa. Comercio Industria y Navegación. Donostia-San Sebastián.

 

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Medio Natural: Encinares cantábricos: la particularidad costera guipuzcoana.”
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