Trasplante de grandes árboles.

José A. Saiz de Omeñaca, Marta Giraldo Gutiérrez de Loma, Antonio Prieto Rodríguez.
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid.

Trasplantar árboles es cambiarlos de emplazamiento y que sigan desarrollándose con normalidad. En general, los trasplantes se hacen como parte de un procedimiento jardinero o como un imperativo resultante de la ejecución de un proyecto de obras de construcción. El trasplante de arbolillos desde el vivero donde se han criado hasta una alineación en una vía urbana es ejemplo de lo primero y el trasplante de los ejemplares que resultan afectados por la ampliación de una carretera lo es de lo segundo. Y es propio también de este que los pies a trasplantar sean árboles ya maduros, y en ocasiones, de gran tamaño.

El trasplante de pies maduros no debe hacerse sin sopesar previamente la conveniencia de realizarlo, tras analizar los costes y beneficios1, los riesgos y las probabilidades de éxito. Las razones que aconsejan el trasplante pueden derivar de la necesidad o el capricho de remodelar un espacio, de la revalorización esperada de este tras la plantación de pies maduros o de la pretensión de dotarlo de cierto carácter o singularidad, del deseo de evitar pérdidas en el patrimonio arbóreo, de la existencia de valores sociales o afectivos relacionados con el arbolado, de la demanda de la sombra o el valor paisajístico proporcionados por este, e incluso por lo que podría llamarse el coste político de las impopulares talas, que puede llegar a ser determinante. En este último caso, el coste económico y el resultado del trasplante resultan menos importantes que el restar oposición a un determinado proyecto. En principio, el trasplante de grandes árboles debería ser la última opción a considerar.

Se debería valorar previamente todos los impedimentos que se producen cuando se desautoriza un trasplante y así evitar situaciones innecesarias. De este modo, hay que recordar que en muchos casos se realizan trasplantes de forma indebida por atender a determinadas pautas emanadas de los poderes públicos. El árbol se transplanta entonces sin atender a criterios técnicos, tan solo apelando a los sociales y económicos, sabiendo que se está sentenciando a muerte al ejemplar por el simple hecho de poder continuar con el proyecto y cumplir lo que dicta la ley, sin tener en consideración si el transplante es el adecuado o no para la casuística concreta que rodea a cada situación. Cuando el árbol fallece, nadie parece recordar que los procedimientos de transplante no fueron los adecuados y que los recursos disponibles han sido ineficientemente empleados en trasplantar árboles sin futuro. Aunque es cierto que casi cualquier árbol puede ser trasplantado, también lo es que la escasa planificación, la carencia de profesionales bien preparados y lo desmesurados que llegan a ser los costes convierten en irrazonables muchas operaciones de trasplante2.

En efecto, cuando el árbol es grande, el trasplante depara algunas dificultades añadidas, derivadas del tamaño del ejemplar en sí y, en su caso, del menor vigor propio de árboles añosos, de su estado fitosanitario y de seguridad y de las circunstancias del entorno en que se hallen3: es probable que por el tamaño, el peso, las distancias a recorrer o el estado del ejemplar se requieran maquinaria, utillaje o tratamientos especiales4. En el caso de trasplante de pies singulares no se trata solo de cambiar de emplazamiento al árbol, sino que debe hacerse manteniendo su singularidad; así, no es trasplante de árbol singular el traslado de un pie no solo cuando este no esté considerado singular sino también cuando estándolo pierda tal cualidad a causa del trasplante, como ocurre si la singularidad del árbol depende de su emplazamiento. En todo caso, la consideración de un trasplante como trasplante de árbol singular es independiente de que se haya iniciado, pero no concluido, un proceso de descatalogado del pie como singular. El trasplante de árboles notables o singulares incluye entre sus objetivos el conseguir que el ejemplar siga desarrollándose con normalidad, especialmente en lo que se refiere a los valores que lo hacen notable o singular, independientemente del grado en que se consiga. De alguna manera, pues, deberá haberse previsto cómo evaluar los resultados del trasplante.

Diversos factores influyen sobre tales resultados. Uno de los más conocidos popularmente es la estación del año, aspecto sobre el que se generaliza de manera inadecuada cuando se afirma que todos los árboles deben ser trasplantados en invierno. Es cierto que en climas templados la estación de mayor idoneidad y tolerancia al trasplante de los árboles caducifolios es la de reposo y que los árboles planifolios de follaje perenne deben ser trasplantados tan pronto como muevan las raíces, en general algo antes de la brotación foliar; pero para las especies frondosas de hoja perenne, y especialmente en lo que se refiere a especies como la encina, el verano mediterráneo supone un parón vegetativo que puede ser aprovechado para realizar trasplantes, al menos si se evita el debilitamiento del árbol debido a las condiciones de tensión propias de situaciones comprometidas. No obstante, al ser especies en general de difícil trasplante no resulta aconsejable acometer trasplantes de grandes árboles de estas especies, ni de coníferas, sin estudios individualizados que permitan conocer las posibilidades de éxito. En el caso de las grandes coníferas, que en general difícilmente superan un trasplante, la mejor estación es el otoño tardío o la primavera temprana. Además, en aquellos casos en que ello no suponga riesgo para el éxito del trasplante, el uso de trasplantadora supone cierta ampliación de la época durante la cual es más conveniente realizarlo. El tiempo más adecuado para el trasplante de palmeras es el de mayor calor, desde finales de primavera a mediados de verano.

Aparte de la estación del año, otros factores a considerar son, al menos, la especie, el estado fisiológico y de crecimiento del vegetal afectado, el  tiempo empleado en la ejecución del trasplante, las peculiaridades del lugar de destino, el tempero y los cuidados postrasplante. Pero las posibilidades de éxito en el trasplante de un árbol dependen en alto grado del genotipo. Superan más o menos fácilmente el trasplante árboles como el ailanto, los álamos, el aligustrón, el árbol de los abanicos, el árbol de Júpiter, los arces, el castaño de Indias, los ciruelos, los fresnos, las moreras, el ocozol, el olivo, los olmos, muchas palmeras, el palo borracho, los perales, el plátano de sombra, los sauces, la sófora, la tipuana y otras muchas frondosas, en tanto que, en general, las coníferas resultan de más difícil trasplante. De entre las coníferas más frecuentes en jardines y parques, los cedros y el ciprés común son los que gozan de mayores posibilidades a la hora de sobrevivir a un trasplante.

TAMAÑO Y SINGULARIDAD EN EL TRASPLANTE DE LOS ÁRBOLES
El límite de tamaño de los pies a trasplantar depende, en primer lugar, de los recursos económicos disponibles, pues los costes económicos crecen más rápidamente con el tamaño que las dificultades técnicas. Como, además, cuanto más longevo y mayor sea el tamaño del pie a trasplantar,  más difícil es que supere el trasplante, el de los grandes árboles debe ser estudiado pormenorizadamente. Por razones evidentes, entre las que destacan el riesgo para el árbol, el menoscabo de su valor y los costes en que se incurre, se debe evitar, si se puede, el trasplante de arbolado singular. Los árboles notables y singulares, que por el hecho de serlo merecen todo tipo de ayuda cuando han de ser trasplantados, suelen ser ejemplares cuyo tamaño y características exigen evitar el trasplante siempre que sea posible. No obstante, pueden darse casos en los que el trasplante sea la única vía posible para evitar la desaparición de un árbol singular. Es indispensable entonces mantener una atención especial al proceso y condiciones del trasplante, no solo por el tamaño y el peso del pie, sino también por la necesidad de extremar los cuidados en función del valor del árbol singular; por ejemplo, durante la utilización de maquinaria especial para efectuar la operación. En resumen, no es aconsejable, por sus costes y por resultar inviable o de riesgo extremo, el trasplante de grandes árboles singulares.

En la toma de una decisión acerca de la realización o no del trasplante de un árbol singular debe seguirse el siguiente proceso, independientemente de que pueda ser necesario aplicar compensaciones y cumplir disposiciones legales, como lo dispuesto en el Artículo 7 del Capítulo III de la Ley 8/2005 de la Comunidad de Madrid5:
1. Existe posibilidad de modificar el proyecto: el árbol singular no debe ser trasplantado, sino mantenido en su ubicación original.
2. No existe posibilidad de modificar el proyecto.
2.1. El árbol singular es trasplantable sin que ello represente una merma de su valor, una disminución de su vida útil o un riesgo significativo, ni un coste prohibitivo: el árbol puede ser trasplantado.
2.2. La viabilidad del trasplante del árbol singular está condicionada a una merma del valor del mismo, a una disminución de su vida útil o a un riesgo para el árbol que sí son significativos: el árbol no debe ser trasplantado.
2.3. El riesgo para la vida del árbol es grande o el valor del mismo disminuye hasta tal punto que perdería la calificación de singular: no se puede autorizar el trasplante.

PROCEDIMIENTOS DE TRASPLANTE
Los árboles a trasplantar pueden o no haber sido preparados para el trasplante. Los procedimientos a aplicar son distintos, ya que los primeros habrán sido repicados, trasplantados periódicamente o escayolados. Si el proceso se ha realizado correctamente, tendrán un sistema de raíces compacto y fibroso contenido en un cepellón que, protegido durante el proceso de trasplante por un contenedor u otro sistema, les permitirá sobrevivir, crecer y desarrollarse tras el trasplante.

En el caso de que el proyecto lo contemple y de que se disponga de tiempo suficiente, los árboles a trasplantar por estar afectados por obras deberán ser preparados para el trasplante mediante técnicas como las de escayolado, estimulación del enraizamiento e inhibición parcial de la evapotranspiración. Por consiguiente, puede distinguirse entre los ejemplares que han sido preparados para el trasplante y los que no han sufrido ninguna operación previa al trasplante. Los árboles singulares cuyo trasplante ha de ser considerado se deben encontrar entre los segundos.

En algunos casos6 se recomienda realizar los trasplantes durante la noche, al considerar no solo que sufren menos las raicillas por insolación y desecación sino que así se protege a los microorganismos del suelo promotores del enraizamiento.

El trasplante de grandes árboles se puede efectuar mediante procedimientos convencionales o con maquinaria trasplantadora y en una o en varias considerados cuatro tipos de trasplante: sistema con trasplantadora en varias fases y sistema con trasplantadora en una fase, sistema convencional en varias fases y sistema convencional en una fase.

Sistemas convencionales de trasplante
Los sistemas de trasplante en varias  fases, que superan en eficacia y garantía de éxito a los sistemas de trasplante en una fase, son difícilmente aplicables al trasplante de árboles de gran tamaño, por lo que deben ser adaptados y replanteados según las circunstancias de cada caso, como se verá a continuación. Por otra parte, en el caso de que los sistemas de trasplante en una fase sean factibles para árboles grandes, solamente son recomendables en los casos de ejemplares que presenten un riesgo de destrucción inmediata.

Existen muchas formas de realizar los trasplantes de grandes árboles7, que varían, en el caso de los procedimientos tradicionales, en función, principalmente, del tamaño del árbol a trasplantar y del peso del conjunto árbol-cepellón a mover. Cuando de árboles notables o singulares se trata, es corriente que el tamaño del pie sea bastante importante y que el peso del conjunto árbol-cepellón a mover se encuentre entre las 30 y las 60 toneladas. Para realizar un trasplante de tal volumen con sistemas convencionales se precisa de diversa maquinaria, una o varias retroexcavadoras, en algunos casos incluso giratorias, preferentemente con un accesorio de apertura de zanjas con los perfiles lisos (sin dientes), una grúa móvil capaz de manejar tonelaje elevado y con gran maniobrabilidad, un camión tráiler o una plataforma transportable y, opcionalmente, uno o varios camiones-grúa. A esta maquinaria hay que añadir en muchos casos plataformas elevadoras, necesarias para alzar el conjunto de árbol y cepellón, y diversos útiles complementarios, como son diversos cableados y perforadores, que contribuyen tanto a que el cepellón no se desmorone como a que su sustentación sea posible. Las desventajas de los sistemas de trasplante convencionales son, aparte de los elevados costes y de que el tiempo de ejecución es mayor, que no está garantizada totalmente la cohesión de los cepellones grandes y que la tasa de éxitos es menor que el que obtienen las trasplantadoras para operaciones normales. Son condicionantes de los sistemas de trasplante convencional los suelos arenosos y poco cohesivos y la idoneidad de la época en que se efectúa el trasplante.

En la preparación del trasplante debe evaluarse en primer lugar el estado fitosanitario y de seguridad del árbol a trasplantar, ya que carece de sentido trasplantar pies incapaces de sobrellevar y recuperarse de la operación o cuya expectativa de vida útil sea escasa. Debe analizarse el suelo y el agua del lugar de destino, para comprobar la adecuación al árbol que va a ser trasplantado. También es necesario comprobar que existe el espacio necesario para todas las operaciones, incluida la extracción del árbol. La preparación consiste, pues, en la protección del ejemplar durante las obras en el entorno del árbol singular (incluidas las inevitables para el trasplante, como por ejemplo, las necesarias para el acceso de la trasplantadora o el vehículo de transporte), el saneamiento del ejemplar (eliminación de ramas secas y sobrantes y poda de ramillas para hacer disminuir la superficie de evapotranspiración, así como poda terapéutica si fuera necesaria), la aplicación de tratamientos fitosanitarios, el mantenimiento del equilibrio hídrico y de adecuadas condiciones de vegetación, los repicados parciales previos si es el caso y demás operaciones que sean necesarias hasta la formación del cepellón definitivo. Se incluyen aquí también todas aquellas operaciones cuyo objetivo es evitar daños durante el trasplante, principalmente protección para evitar heridas en la corteza del tronco y ramas y roturas de ramaje. El diámetro del cepellón debe ser, por lo general, de dos a tres veces el perímetro del tronco medido a 1 m sobre la altura del terreno, y la altura del cepellón de una a dos veces el perímetro del tronco medido del mismo modo, excepto en grandes ejemplares y casos especiales, que son mayoría entre árboles singulares. El peso del conjunto puede llegar a ser considerado un factor limitante. Una vez determinadas las dimensiones del cepellón debe calcularse el tonelaje del ejemplar con cepellón para prever la maquinaria necesaria. Existen reglas que orientan acerca de las dimensiones y volumen del cepellón en función del perímetro del tronco o troncos, el peso y la proyección de copa del pie a trasplantar y, ocasionalmente, otros aspectos.

En la preparación del trasplante debe evaluarse en primer lugar el estado fitosanitario y de seguridad del árbol a trasplantar, ya que carece de sentido trasplantar pies incapaces de sobrellevar y recuperarse de la operación o cuya expectativa de vida útil sea escasa

Para realizar repicados parciales previos se abrirán zanjas de 25 a 40 cm de anchura y 30 a 80 cm de profundidad, según lo requiera el cepellón. El repicado debe hacerse al menos durante dos años consecutivos, preparando alternativamente segmentos en sucesivas fases, de manera que para un trasplante invernal la primera se comience a mediados del otoño fenológico del primer año y la segunda (y en su caso, sucesivas) se efectúe (o efectúen) a partir del otoño del año siguiente (o siguientes) hasta completar los 360°.

Los pasos a seguir para formar los panes definitivos son, por lo general, los siguientes:
1.º Estabilización previa del ejemplar. Se sujeta con eslingas acolchadas especiales para árboles.
2.º Banqueo. Se cajean las zanjas abiertas de los repicados parciales previos hasta llegar a la profundidad prevista del cepellón.
3.º Arpillado del cepellón. Se envuelve la parte superior y lateral del cepellón con materiales adecuados, desde sogas y arpillera hasta telas metálica de diferente grosor y capas, pasando por cestos metálicos y armazones de duelas de madera. Debe utilizarse, siempre que sea posible, materiales degradables, pues así se evita tener que retirarlos, con los consiguientes costes y riesgos.
4.º Orientación del ejemplar. Se marca la orientación para respetarla en el emplazamiento definitivo.
5.º Corte de las raíces profundas. Se cor tan por debajo del cepellón, mediante un cable tenso pasado por el anclaje situado en el fondo de la zanja.

Las zanjas se rellenan con tierra de textura arenosa para promover el desarrollo de nuevas raíces dentro del cepellón, opcionalmente con fitorreguladores de crecimiento. En la preparación del trasplante se incluye también en el ahoyado y preparación del lugar de destino, drenaje y aireación incluidos. Se estudian las servidumbres existentes (servicios de agua, electricidad o gas, de aguas residuales, pavimentaciones, compactaciones) y situaciones desfavorables, incluida la presencia de contaminantes existentes en el lugar de destino.

El hoyo de plantación deberá ser 50-80 cm más ancho y profundo que el cepellón. Los suelos compactados se subsolan alrededor del hoyo de lantación. Durante la operación de cavado, la parte superficial del suelo se separa y apila para que se pueda reutilizar. Cuando el suelo original es adecuado para el desarrollo radical, se emplea para evitar una interfase muy diferente entre la tierra de jardinería de textura arenosa del hoyo de plantación y el suelo circundante. El asiento puede necesitar mejoras, según sus características y las propias del árbol singular trasplantado, pero no suelen ser necesarias cuando el terreno es arenoso. Cuando este es de mediana calidad se colocará una capa de arena entre el cepellón y el hoyo. Se realiza de la siguiente manera:
1.º Se ahoya en el lugar del emplazamiento definitivo.
2.º Se forma un lecho de grava en la base del hoyo.
3.º Se coloca el cepellón sobre el lecho de grava sin abrir las palas y se rellena manualmente con tierra arenosa el espacio entre las paredes del hoyo y las palas.

Cuando sea necesario, se prepara un drenaje para evitar el encharcamiento del hoyo. Para ello, se hace una zanja con grava, con un tubo corrugado de drenaje protegido de la obturación con geotextil, que dé salida al agua sobrante. En suelos pesados, compactos o pavimentados pueden ser necesarios tubos corrugados de aireación.

La extracción y transporte del árbol son operaciones frecuentemente complicadas cuando el tamaño del árbol a trasplantar es grande. El árbol ha de ser removido de su ubicación original bien mediante una trasplantadora, en cuyo caso ella misma se encargará del transporte hasta el lugar elegido para la colocación del árbol, bien mediante la misma pala cargadora, una grúa (Fotos 1, 2 y 3) o una góndola o camión. En el primer caso, se prestará especial atención a la extracción lo más vertical posible del ejemplar, de manera que el tronco se situará en el centro de las palas y alternativamente se irán clavando estas hasta el fondo. El cepellón quedará inmovilizado y a continuación se extraerá lentamente. Las raíces gruesas que no se hayan cortado con las cuchillas de las palas se recortarán manualmente con cortes correctos. El traspor te se realizará situando el ejemplar encima de la trasplantadora. Se protegerán las ramas y hojas de los movimientos violentos y demás causas que puedan provocar roturas y heridas.

Cuando el pie sea extraído con una grúa, será alzado básicamente por el cepellón. En ningún caso se debe extraer el ejemplar accionando solo desde los puntos embargados al tronco, como es corriente que se haga (fotos 2, 3 y 4), y es necesario estudiar de forma precisa el equilibrio del conjunto (fotos 5, 6 y 7). Se podrán colocar cadenas alrededor del cepellón protegiendo su estructura con tablones de madera o elementos similares. El conjunto se depositará en el medio de transporte elegido según las circunstancias, a menos que con la misma grúa pueda alcanzarse el lugar de destino. El tamaño del árbol puede ser también un factor limitante del transporte, al dificultar la maniobrabilidad, incluso en carretera, por la existencia de curvas cerradas (cuando el árbol se transporta acostado), puentes, túneles, tendidos, pasos a nivel, etc. Frecuentemente han de considerarse aspectos particulares de determinadas especies o pies (foto 8).

Una buena programación de los trabajos de trasplante repercute en la reducción del tiempo de realización, que no debe superar las 48 horas8. En determinados casos puede ser necesario depositar temporalmente en algún lugar al árbol en proceso de trasplante, pero cuanto más grande sea el ejemplar, mayores inconvenientes supone este depósito temporal. Si el árbol no se puede plantar inmediatamente, deberá depositarse en posición vertical, en un lugar donde esté protegido de posibles daños y de donde no se tenga que mover. Durante todo el tiempo que duran las operaciones de trasplante se asegurará que el cepellón permanezca húmedo.

El árbol ha de ser plantado mediante los procedimientos habituales en la realización de trasplantes, debidamente asegurado y anclado para impedir descalces y descuajes y suficientemente protegido mediante acolchados del suelo y demás procedimientos aplicables. Se dará forma a la base del hoyo de plantación para facilitar la colocación y la orientación del ejemplar, la cual deberá coincidir con la que tenía originalmente. En el momento de la plantación mecánica el árbol deberá ya quedar en la posición vertical como la anterior al trasplante, sin romper el cepellón ni herir las raíces y con la ayuda manual que resulte necesaria. Una vez colocado el árbol, la superficie de su cepellón deberá quedar nivelada con el suelo circundante. Posteriormente, se retirarán las protecciones del cepellón y se procederá a completar el relleno del hoyo por capas, con una compactación ligera, suficiente para asegurar que no queden bolsas de aire. El ejemplar se regará abundantemente asegurando que se empape el cepellón entero y que se eliminen las bolsas de aire. El árbol trasplantado se fijará en el hoyo de plantación para evitar los movimientos y las rotaciones que producen roturas de las raíces nuevas, hasta que estas aseguren la estabilidad del ejemplar en el emplazamiento nuevo. Se trata de sujetarlo firmemente en el suelo mediante una fijación cruzada soportada por 3 o 4 vientos insertados a los lados del hoyo de plantación y a una altura no superior a un tercio de la altura de la cruz del tronco. También cabe la opción de emplear anclajes subterráneos.

Al ejemplar trasplantado debe garantizársele protección durante las etapas del trabajo en obras y tratamiento frente a agentes potencialmente causantes de daños. Necesitará, además, un mantenimiento oportunamente controlado (riegos, fertilizaciones, tratamientos fitosanitarios, aplicación de antitranspirantes, podas de equilibrado, labores de saneamiento), y con más razón en el caso de que se trate de un árbol singular, por su valor y porque por sus características (mayor edad y tamaño, menor vigor, mayor susceptibilidad frente a agentes causantes de plagas y enfermedades, existencia de podredumbres y otros daños en el propio pie) resultan más frecuentemente más vulnerables.

El equilibrio hídrico entre la parte aérea y el sistema radical es un factor básico a considerar y se deberá actuar para mantenerlo. La pérdida de la mayor parte de la capacidad de absorción producida por el corte de las raíces en la formación del cepellón debe ser compensada. Consiguientemente, el riego es el factor fundamental para la supervivencia de los ejemplares recién trasplantados. Habrá que poner una atención especial en aquellas zonas de escasa precipitación y durante los meses del estío y conocer la calidad del agua. Algunas de las operaciones que se pueden ejecutar para compensar el desequilibrio hídrico ocasionado por el trasplante son la poda, que debe aplicarse en sucesivas fases, y la aplicación de antitranspirantes y de hormonas de enraizamiento durante la época de mayor actividad. Tanto la frecuencia como la dosis de riego varían según las condiciones climatológicas de la temporada, la especie del árbol singular, el tipo de suelo, el drenaje, la situación y la orientación. Es conveniente medir la humedad del suelo antes de decidir cada riego. La aplicación de sustancias antitranspirantes, especialmente en la parte de la copa más expuesta a la insolación, puede ser una ayuda interesante.

Después del trasplante y durante la primera época de crecimiento de las nuevas raicillas, antes de que estas alcancen plena funcionalidad, no es recomendable hacer aportaciones de fertilizantes, aunque si los análisis lo aconsejan se emplearan productos de liberación lenta y foliares. El saneamiento de la parte aérea y la poda terapéutica correspondientes a la fase de preparación para el trasplante deberá ser repasado tras la realización de este para eliminar posibles daños sufridos durante el proceso, de manera que se eliminan estos y se favorezca el cierre de heridas. Respecto a las hormonas de crecimiento, las auxinas y el etileno son las que controlan la formación y crecimiento de las raíces. A este respecto, para favorecer el arraigo, se pueden aplicar auxinas comerciales, siempre de acuerdo con las particularidades de cada caso, pues un uso incorrecto puede causar efectos contraproducentes.

Se debe controlar periódicamente el estado del árbol trasplantado, para comprobar su estabilidad, hasta que esté firmemente asegurado el éxito del trasplante. Debe poder detectarse cualquier movimiento del cepellón o de la base del ejemplar y, en general, toda variación del estado fitosanitario del pie. Los tutores, vientos y anclajes se verificarán periódicamente y en todo caso siempre después de los vientos fuertes y las lluvias copiosas.

En cuanto a los trasplantes convencionales en una sola fase, se considerarán las mismas operaciones que cuando se hacen en varias fases, obviando los tiempos y las labores que correspondan.

Se debe controlar periódicamente el estado del árbol trasplantado, para comprobar su estabilidad, hasta que esté firmemente asegurado el éxito del trasplante

Trasplantes con trasplantadora
En EE.UU. y en países del centro y norte de Europa se ha desarrollado maquinaria específica para el trasplante de árboles de gran tamaño; algunas empresas relevantes son Dutchman tree spade, Big John, Care Tree, Lemar y Optimal9. Varias empresas españolas realizan trasplantes mediante trasplantadoras. Las trasplantadoras, que consisten habitualmente en un círculo de palas, montado en un vehículo tractor o un remolque, extraen, transportan y plantan árboles (fotos 9 y 10). Las palas pueden tener un perfil cónico o semiesférico, siendo este último el más natural en el caso de frondosas, por corresponder a sistemas radicales ramificados. Además, de esta manera, la cantidad de suelo en proporción al  volumen extraído es mínima y la cantidad de raíces máxima. Así, la adaptación del árbol a su nuevo entorno es más rápida. En algunos casos, mediante un sistema hidráulico, la pala se retrae sobre el remolque y permite el transporte del árbol en posición horizontal o casi horizontal, con la copa hacia la parte posterior, pero sostenido por el propio cepellón. De esta manera, las ramas y hojas se dañan menos, dado que tienden de manera natural a deslizarse a favor de los obstáculos. Cuando las distancias entre origen y destino del árbol singular trasplantado sean pequeñas, las operaciones de apertura de los hoyos de plantación, extracción, transporte, plantación y relleno de tierras deben realizarse al tiempo. Los sistemas de trasplante mediante trasplantadora se ven condicionados por la dificultad o imposibilidad de acceso de la maquinaria al lugar donde está ubicado o se va a trasladar el árbol, por la existencia de largas distancias entre ambos puntos, por lo rocoso o pedregoso del suelo, por la exigencia de cepellones mayores que la medida correspondiente a la trasplantadora, por la existencia de sistemas radicales atípicos y por la propia disponibilidad de una maquinaria tan especializada en el momento en que es necesaria.

En la preparación del trasplante se aplicarán los mismos principios que en los procedimientos convencionales, pero considerando las proporciones impuestas por las palas. La formación del cepellón no es tan cuidadosa, como puede serlo cuando se hace manualmente, por lo que puede ser difícil controlar los daños radicales. Las rocas del subsuelo pueden impedir el uso de trasplantadoras. En cuanto a la aportación de agua previa a la extracción, se deberá formar una poza de riego con un caballón de 30 a 40 cm de altura y de 25 a 40 cm más de anchura que el hoyo de plantación, regándolo cada 24 horas abundantemente uno o dos días antes de empezar el proceso de excavación con la trasplantadora para así facilitar la penetración de las palas en el suelo.

 

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Colaboraciones Técnicas: Trasplante de grandes árboles.”
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