PAX AVANT. Conflictos pastorales y su gestión. Ejemplos de establecimientos de límites en los estiveos.

Patxi Ibarrola Erro, Ingeniero Técnico Forestal.

Para entrar en materia, empezaremos con un resumen del legendario origen de la pacería del Tributo de las Tres Vacas, cuyo juramento se renueva cada 13 de julio y que es el tratado internacional en vigor mas antiguo de Europa, pues se fijó sobre el papel en 1375. Mas por aquel entonces ya era viejo, puesto que sus primeros pasos se manifiestan en los recónditos tiempos medievales. En síntesis, es más o menos lo que sigue: desde tiempos ya entonces pretéritos, y según la tradición oral de aquellas fechas, existía un litigio entre los pastores del valle navarro de El Roncal y el bearnés de Baretous por el disfrute de las aguas de la fuente de Ernaz y, como es natural, de los pastos circundantes. Las enconadas luchas en la montaña, según esos mismos documentos medievales y sus leyendas paralelas, se reflejaban en la presencia de cementerios que se creía que contenían incluso varios cientos de cadáveres consecuencia de tales batallas, señalados con piedras hincadas a modo de estelas y varios grandes túmulos. Para poner fin a las rencillas, se acudió por parte de las dos entidades al vecino valle de Ansó, a la sazón integrado en el Reino de Aragón, para que fijara los límites y arbitrara en la solución de la disputa (actualmente, el alcalde de este valle aragonés sigue haciendo de testigo oficial del acto).

Se fijó en documento público el pago de tres reses anuales de unas características dadas (actualmente se hace en dinero, aunque se mantiene el acto folclórico de la elección de las vacas) en la hoy desaparecida Piedra de San Martín, del collado de Ernaz, a la que sustituye el mojón fronterizo n.o 262, a 1.760 m de altitud, por la facería de los puertos de Ernaz y Leja (aguas y pastos), vulgarmente conocido con el nombre de Arlás, durante 28 días a partir del 10 de julio, y el nombramiento anual de cuatro guardas: dos roncaleses y dos de Baretous. En el territorio facero, los ganados pastarían de sol a sol; primero los bearneses y después los navarros, debiendo pernoctar los rebaños en su propio territorio. Según Florencio Idoate, citando a otro estudioso, Fayrén (autor del libro Facerías Internacionales Pirenaicas): “Desde el punto de vista internacional público, tiene mucha importancia que los guardias franceses sean juramentados por el Alcalde de Isaba”. Y el primer autor, Florencio Idoate, concluye su estudio  sobre este Tributo de las Tres Vacas
diciendo: “Al poner punto final a este trabajo, hay que reconocer que algo se nos escapa a historiadores y juristas, a pesar de nuestras aportaciones, el origen mismo del Tributo, al que deseamos larga vida bajo el signo de la amistad entre ambas vertientes del Pirineo, y que se conserve en toda su pureza”.

Empezando por lo general para después  adentrarnos en la cuestión planteada por Florencio Idoate, podemos responder que el origen se encuentra en la realidad del medio natural local de estos pastizales y masas de Pinus uncinata, que presenta unas peculiaridades que imponen férreamente sus condiciones y son atemporales (comparando con la escala de tiempo humana). Pese a su altitud y situación -en una zona de altísima precipitación, tanto en forma de lluvia como de nieve-, la meseta de Larra puede presentar un periodo de sequía, que se acusa con más intensidad justo en plena pacería, que coincide aproximadamente con la segunda quincena de julio y la primera de agosto. Además, este hecho se ve agravado por las características geológicas del lugar, pues este enorme macizo calizo kárstico se encuentra horadado como un inmenso queso gruyer por grutas y simas (en esta zona se encuentra la profunda sima de San Martín). Es decir, por debajo del escaso manto de tierra vegetal no hay ninguna posibilidad de encontrar capa freática o manantial de agua en superficie, exceptuando la fuente del susodicho tratado, situado en el pastizal de las faldas del monte Arlás llamado “de la Contienda”, término que deja ya bien claro de que va el asunto. Por tanto, sin agua en el suelo, en la época más seca, justo en el meridiano de la campaña de pastoreo estival, el acceso en condiciones y la utilización de la fuente de Ernaz era un requisito vital, por parte de Baretous o para cualquier otro propietario de terrenos en los aledaños, para aprovechar y gestionar correctamente en esos momentos del verano el resto del extenso territorio de estiveo, en unas condiciones de altitud nada despreciables para la explotación del ganado.

El proceso seguramente sería más o menos el siguiente: la mayor pujanza de El Roncal frente a Baretous a lo largo de la historia hizo que la zona en litigio desde tiempos inmemoriales cayese del lado del primero, pero como se dice vulgarmente, solo por el canto de un duro, puesto que la fuente sigue estando separada del límite fronterizo por escasos metros. Esa cercanía la seguía manteniendo situada de lleno en primera línea del eje del conflicto, ya que los ganados de ambos lados, al acuciarlos la sed y fiados por su mero instinto de supervivencia, adquieren una querencia innata para permanecer en los pastos alrededor de los abrevaderos, que son los del llano de La Contienda. Entonces, los rebaños que llegan sin orden ni concierto se mezclan y revuelven, empezando las luchas entre los hombres que los guardan por separarlos o capturar las reses extraviadas. Como en estos líos siempre hay alguno que cumple aquello que dicen eufemísticamente los masais: “que ellos han nacido para cuidar todo el ganado del mundo”, y para eso se necesita juntar las reses… de otros, cobra importancia la función reguladora que adquieren esos guardas nombrados de forma salomónica. Como vemos, la ordenación del uso del sector imponía una necesidad imperiosa e ineludible, ya que no importaba en el fondo del asunto las discusiones sobre la propiedad del recurso (algo que interesa sobremanera a los juristas): es justamente el mismo caso narrado en la película del oeste “Horizontes de Grandeza”. Solo el exterminio total de cualquiera de las dos partes garantizaría una exclusividad en el aprovechamiento del recurso, algo desproporcionado y fuera de contexto, porque no se puede impedir la repoblación posterior del valle enemigo, cuyos nuevos habitantes volverían a utilizar el territorio de la misma manera. Y una vez más, el objeto de la lucha seguiría descentrado geoestratégicamente en el extremo territorial. Recuérdese que los franceses lograron reducir a las indómitas tribus tuaregs del desierto del Sahara a finales del siglo XIX mediante el control fortificado de las aguadas. La idoneidad del arreglo pactado mediante la sentencia arbitral pensada por los ansotanos -como especialistas en estos asuntos, pero en calidad de vecinos imparciales por pertenecer a otra monarquía- se demuestra en su continuidad a lo largo de los siglos. Solo en la actualidad, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se ha hecho posible el acceso al tráfico rodado que permite abastecer de agua depósitos y abrevaderos, o construir balsas impermeabilizadas en los lugares estratégicos de los pastos  y subsanar la carencia.

Hasta ahora estábamos comentando un conflicto documentado, dada la envergadura de los contendientes. Entonces, ¿cómo podrían resolverse los problemas, cuando estos fuesen de mucha menor entidad tanto en los rivales como en los contenidos? Es decir, la casuística del día a día, como sería el de los recorridos por el comunal de dos txabolas vecinas y conocidas, a las cuales no les interesaba solventar aquellos mediante actos de violencia. En este caso se podía recurrir a la competición entre los pastores (al estilo de juegos como el urdanka en Zuberoa) o, lo que es mejor, al propio arbitraje contenido en el carácter natural de cada rebaño. Así, las apuestas mediante peleas de mardanos (carneros padre), habituales hasta hace unas décadas en gran parte del área cántabro-atlántica de la zona vasconavarra, según los cronistas de los deportes rurales, podrían obedecer en su origen a estas resoluciones de divergencias en la montaña.

Continuando con el argumento principal, en la primera parte del artículo “Reflexiones sobre el pastoralismo ibérico a lo largo de la historia” (aparecido en la revista Foresta n.º 38) se comentaba el desarrollo de la ganadería mayor en gran escala por parte de los pueblos indoeuropeos, que se asocia en el Pirineo occidental a los crómlech. Los valles franceses, en vertiente norte al este y a partir de Baretous (por lo menos, El Bearn y El Bigorre), aunque tuvieran buenas cabañas de ovino, ya desde la Edad Media su principal explotación ganadera era el vacuno, en régimen transterminante, en contraposición a sus homólogos españoles de la vertiente sur (pirineo oriental navarro y toda Huesca), más secos y continentales, obligados a la trashumancia del ovino, aunque esto no quita para que también tuvieran su buena proporción de bóvidos, al igual que sus vecinos norteños su complemento de ovino. Según lo investigado por Idoate, en la Baja Edad Media ya había constancia de otros tributos cíclicos ganaderos en los que el pago (o parte de él) se realizaba en vacas. Así, se cita expresamente al de El Roncal -que pagaba al rey de Navarra el 10 de julio en vacas y salmones- cuando pasaba vacuno en transtermitancia norte hacia Las Landas de Burdeos y a La Soule por un término del Pays de Cisa (merindad navarra de ultrapuertos, es decir, en la vertiente norte de la cordillera, actualmente francesa). Por otro lado, las ovejas adultas de Ansó suben a los puertos en esa misma fecha del día 10, tres días antes que la ceremonia de la Piedra de San Martín.

En cuanto a los detalles, a la Piedra de San Martín original se la tiene actualmente conceptuada como un antiguo menhir derribado (excelente prueba de la antigüedad del litigio), que hacía las veces de mojón de la misma manera que otro menhir igualmente tumbado, la Mesa de Lizuniaga (aledaños del mojón n.º 36), lo hace para otra facería entre las localidades de Sara y Vera de Bidasoa (Labourd y Navarra, respectivamente). En lo concerniente a menhires en Navarra, se sabe que la mayor abundancia se sitúa en las zonas más conflictivas, especialmente en el delicado sector de Alduides (un tramo del macizo paleozoico de Quinto Real entre El Baztán y el bajonavarro Vallée de Baigorri), y muchos sirvieron en 1856 de nuevo como mojones o referencias para delimitar definitivamente la actual frontera francoespañola. De litigios seculares hay larga muestra en todas estas zonas. De hecho, en el menhir de Soalar, encontrado también en el valle de Baztán, hay grabado un guerrero armado del Calcolítico (III milenio a.C.), y tenemos que pensar que alguna advertencia debe de haber en semejante imagen.

Pasado el tiempo, ya en la última posguerra, tampoco es de extrañar que la Línea P o Gutiérrez tuviera tal densidad de infraestructuras en ese sector navarro de la frontera. De todas maneras, en estos casos no se pueden perder las formas para que las desavenencias no deriven en una dinámica de fuerza fuera del alcance de una resolución política, y así lo advierte a principios de 1949 el mismo Coronel Jefe de Fronteras del Norte de España, D. Julio Ortega, que emite un informe de análisis sobre el sector de Quinto Real, donde dice textualmente “Me ocuparé en este capítulo del Quinto Septentrional, único punto posible de fricción en las relaciones fronterizas por las condiciones especiales de la concesión de arriendo”. Ya entrado en faena, lo compara con el caso de El Roncal, realizando unas aclaraciones donde utiliza casos de conflictos de competencias en el lado francés, que muestran el tacto y el buen juicio que debe imponerse en estos casos: “Es de señalar aquí también, y por eso se hizo constar en el capítulo IV, la acordada del Consejo de Estado Francés a propósito del pago del “Tributo de las Tres Vacas”, mostrándose incompetente para juzgar la reclamación del Ayuntamiento de Lanne, entendiendo que es el valle de Baretous el que posee la necesaria personalidad jurídica para reclamar sobre hechos de Derecho Internacional de cuya competencia sólo pueden entender la COMISIÓN DE LOS PIRINEOS O LOS MINISTROS DE ASUNTOS EXTERIORES DE AMBOS PAÍSES” (el realce es el del mismo original). Aunque estos sectores, como puntos de mayor fricción debido a su condición pastoral, eran los de mayor relevancia para generar posibles litigios, muy bien podían crearse otros. Esto genéricamente ya se había ensayado antes, mediante el ataque de los exiliados republicanos de octubre de 1944, quienes aprovecharon la incertidumbre generada en el tramo final de la Segunda Guerra Mundial para intentar una calculada estrategia política de generación de casus belli con Francia que diera pie a la definitiva intervención militar de los Aliados. Principalmente, descontando acciones menores en el Pirineo oscense, aparte del área de Roncesvalles (en el oriente del macizo de Quinto Real), la campaña afectó al valle de Roncal y sobre todo al valle de Arán. Este último territorio, como se sabe, se sitúa en una aislada vertiente norte fuertemente vinculada al país galo.

Llegado este momento al que nos ha llevado el trazado de los límites pastorales y los menhires, no está nada mal sacar a colación, por la dificultad que presenta, el estudio que sobre los petroglifos de la Estela de Carondio (Asturias) han realizado Ricardo Pradeña y Mario Ruiz para la revista Topografía y Cartografía, del C.O.I.T. en Topografía, en el año 2007, que se resume a continuación: En principio se trata de un monumento megalítico encontrado en los años 20 del pasado siglo en la sierra de Carondio, que culmina a 1.222 m de altitud, Parroquia de Santa Coloma del Concejo de Allande (en el occidente de Asturias), en un territorio de pastos de altura o brañas del cordal de la divisoria a unos 1.100 m. Este menhir presenta una serie de grabados (petroglifos) a base de trazos de arcos y líneas sinuosas abstractas que lo recorren longitudinalmente de arriba abajo; y según los arqueólogos forma parte de una estación prehistórica del cuarto milenio a.C. o comienzos del tercero, y junto con los túmulos cercanos lo engloban en el más amplio complejo de Veiga las Abades.

A partir de ahora dejaremos el tratamiento convencional y expondremos lo que los autores proponen: al principio realizan un examen de la cartografía prehistórica encontrada en el viejo y el nuevo mundo y su interpretación, en la que como profesionales que son de la topografía y la planimetría se mueven como pez en el agua, no olvidando las consideraciones de calendarios astronómicos de los monumentos megalíticos que citan (Stonehenge, Dolmen de Antelas en Portugal, etc.). Así, al principio serían modelos de mapas sencillos de vistas cenitales, pero el encontrado en Bedolina (Capo di Ponte, Italia) es notoriamente más antiguo, ya que se ha asociado a un plano parcelario de los terrenos cultivados en la Edad del Bronce. Ya entrados en la materia específica del artículo, empieza lo bueno en lo complicado, pues tienen que desmenuzar los signos y contrastarlos frente a una supuesta interpretación más clásica, centrada en lo artístico, en lo serpentiforme y su trasfondo mágico-simbólico-religioso-funerario-mitológico, etc. Para ello aplican todo el alcance y el detalle que procuran los conocimientos de la topografía actual, tras lo cual los definen como perfiles abatidos esquematizados que representan un relieve, y lo contextualizan sobre el terreno en relación directa a los principales elementos circundantes, que son los picos principales, los collados y un arroyo. Posteriormente, en la conclusión, y esto es lo más importante para nosotros por su claro sentido ambiental, proponen que los pictogramas representan una división del espacio pastoral de la cabecera del valle -comprendido entre la sierra de Carondio al oeste y la de Muriellos al este- entre dos comunidades, y como apoyo aducen que concuerda con la llevada hasta hace unos decenios en la zona por los lugareños, centrada en dos brañas: las de Beravaso y Bojo frente al territorio de las Brañas de Is. El estudio acaba aquí. Al parecer, los autores conocen cómo debía de ser ese manejo, pero, lamentablemente, no nos lo explican, y desde nuestra ignorancia solo podemos añadir que hemos comprobado en plano que el cordal de la sierra de Carondio, que saldría en el diseño de los pictogramas presentado por los autores perfectamente trazado, sigue siendo un límite de término municipal en la actualidad.

Respecto a los legendarios “cementerios” de las batallas pastorales, no estaría mal asimilarlos a viejas estaciones megalíticas de crómlech y túmulos. Para incidir en el asunto, y salvando las distancias, nos remitiremos a lo contenido en el artículo periodístico respecto al megalitismo de la región portuguesa del Alentejo publicado en el diario El País. El autor del artículo, Luis Pancorbo (conocido periodista y antropólogo director de documentales televisivos etnográficos), escribe: al consultar a Manuel Calado, éste sostiene, junto con otros autores, que los crómlech suponen una definición de un nuevo espacio artificial y cultural respecto al bosque en derredor y respecto a santuarios más antiguos y naturales, “todo lo cual supuso una nueva actitud”. Al hablar de uno en especial, el crómlech de los Almendres, que se enmarca en una dehesa de unas 300 ha con campos de cereal, olivares, encinares y alcornocales3, donde actualmente pastan los rebaños y las piaras, dicen que también podrían representar linajes familiares y de poder, ya que en la misma zona de la dehesa hay un menhir con el grabado de un báculo, el cual se interpreta como un signo de poder.

Curiosamente, el periodista continúa: Antes, en la zona, a las estructuras megalíticas se las creía obra del demonio, de la misma manera que en otros sitios de Europa se las suponía construidas por seres extraordinarios mitológicos (mouros, jentiles, etc.), y parece ser que es la razón de que algunos se hayan reconvertido mediante capillas al culto cristiano. El crómlech de los Almendres está orientado al sol naciente y presenta en sus menhires componentes símbolos grabados de herraduras, crecientes lunares y espirales. Por tanto se le supone valor de observatorio astronómico al ser un anfiteatro abierto al sol equinoccial, sosteniendo algunos estudiosos que sus menhires estructurales además servían para marcar el tiempo. Lo que instintivamente nos hace relacionar las referencias astronómicas contenidas en los tratados de las facerías con los periodos anuales y fechas claves de la fenología de los cultivos. En concreto, en el caso de El Roncal-Baretous la buscaremos consultando en uno de nuestros manuales profesionales clásicos, sobradamente conocido: Árboles y Arbustos de la España Peninsular, de los profesores D. Luis Ceballos y D. Juan Ruiz de la Torre. En este, el día 10 de julio, día de entrada del ganado, es anterior a la fecha media para la cosecha del trigo de invierno, que se cita a partir del 29 de julio para la habitación de Pinus uncinata en la que se enmarca la zona, y quedaría mejor englobada en la posterior al 9 de julio que se da para el área de Abies alba en el oeste del Pirineo (aunque hay que dejar bien claro que a semejante altura no se cultivaba cereal, y que tan solo es una buena referencia de la probable entrada del verano agronómico según pisos altitudinales). Este desfase podría explicarse en la constatación empírica por parte de los pastores a través de los siglos de la fecha media de inicio de los problemas con el agua en superficie, o de agostamiento del pasto en Larra debido a las características geológicas de la zona. También el periodo de facería es de 28 días, un mes lunar, y tenemos de nuevo las recurrentes referencias en el término de sol a sol. Como vemos, todos los usos eran cíclicos y tenían que estar exactamente medidos en función de unos parámetros estacionales climáticos locales, que había que hacer coincidir con el astronómico anual, de ahí las fechas de los santos de la localidad, fiestas, etc. De hecho, el historiador australiano Vere Gordon Childe asocia el inicio del uso de los calendarios lunares a pueblos cazadores y ganaderos, ya que el ciclo lunar casa mejor, según él, con el comportamiento animal frente a los ciclos solares, mejor asociados a la agricultura. Así, tanto la Pascua judía y su derivada la Semana Santa cristiana como el Ramadán de los musulmanes se establecen mediante las fases lunares y van asociadas al sacrificio de corderos. Sin embargo, las fiestas de los solsticios, como la Navidad y San Juan, se relacionan con elementos vegetales (abeto, muérdago, acebo hembra, laurel, espino albar, etc.) y con el fuego, en el que indudablemente interviene la madera, ya sea con el tronco ritual (bazterreko que arde en la nochebuena en el país vasconavarro) o las populares hogueras de San Juan, y además, en otras, su contrario el agua, con las fuentes y manantiales. Todo ello incluido en actos como andar por los prados húmedos al amanecer tras el “Sueño de Una Noche de Verano”. Aquí se mezclarían, dosificados, la hierba como elemento vegetal que además es el alimento concreto del ganado, el rocío en representación del líquido imprescindible para beber y regar, con el mismo sol en una fase astronómica precisa para marcar el discurrir del tiempo.

Todo esto es perfectamente trasladable al folklore, cuestión estrella que ha dado mucho juego y lustre a los estudios de los etnógrafos, como el ya comentado urdanka (una especie de deporte entre el golf y el gua con aires de hóckey hierba que se juega en un pequeño sel circular a modo de crómlech); y sobre todo, muchos de los bailes típicos, como los de los carnavales (Tzortziko de Lantz, etc.), que se realizan formando grandes corros de danzantes (lo que también los asemeja a los crómlech), que corresponden a los diversos personajes del carnaval ataviados con ropas de vivos colores primaverales, que se mueven lentamente y acompasadamente, ora unos pasos hacia delante, ora un poco hacia atrás, mientras giran rítmicamente sobre sí mismos alternando el sentido de las vueltas, pero que al final trazan círculos completos sin solución de continuidad alrededor de una hoguera donde queman al legendario bandido Miel Otxin (la representación final de la leyenda que precede al baile es la siguiente: los arotzak/herreros mágicos, que portan martillos y tenazas, corren tras el Zaldiko/caballo salvaje mitológico del bandolero, para herrarlo, lográndolo al final. Ese animal estaba continuamente atacando y derribando al Ziripot, que a su vez es defendido por los txatxos enfundados en pieles de animales, que son los que han capturado al cuatrero objeto de ajusticiamiento; además van armados con palos y escobas con las que hostigan y gritan al conjunto de los presentes). Esto hizo que se asimilaran a ritos de representación solares (y lunares), sobre el cíclico paso de las estaciones en función del movimiento cósmico marcado por los solsticios y equinoccios, que reflejarían el nacimiento y la muerte de la luz y de la vida, e inversamente, de la oscuridad, etc.

También tenemos creencias fuertemente relacionadas con lo anterior, como la habitual colocación del eguzkilore (literalmente, flor del sol, de eguzki/sol y lorea/flor) en la puerta de las casas o bordas como talismán de la buena suerte y signo de protección de sus moradores, que es el mismo cardo silvestre, Carlina acanthifolia, que crece en los pastizales fuertemente majadeados. Del mismo modo que hay otras tradiciones que no se pueden dejar de tener en cuenta, como sería el caso, por ejemplo, de la botadura con botella de champaña y madrina para los barcos: ningún armador del mundo se permitiría el lujo de burlarse de la suerte o del destino saltándose tan, aparentemente, inocente rito, por pequeño o grande que sea el barco, por lo caro o barato que haya costado o por lo bien o mal que haya sido construido. Por cierto, San Martín se celebra el 11 de noviembre, y está en las fechas finales del secular fin del pastoreo en altura y la imperiosa bajada al llano. Suponemos que los pastores y viajeros, al transitar por este complicado paso de montaña lleno de profundas y peligrosas simas, no tendrían ningún reparo en ponerse bajo la protección de un santo que lo es, justamente, por la atención que prestó a los caminantes en apuros.

NOTA DE LA REDACCIÓN
Con posterioridad a la recepción de este artículo para su evaluación, en el Boletín Oficial de Navarra n.º 27, de 9 de febrero de 2011, se ha publicado el ACUERDO del Gobierno de Navarra, de 24 de enero de 2011, por el que se declara Bien de Interés Cultural, como Bien Inmaterial, El Tributo de las Tres Vacas, sito en el Pirineo Roncalés (Navarra).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aparte de los artículos aparecidos en anteriores números de Foresta (a los que nos remitimos), y para no aburrir al lector con la repetición de una larga lista de libros, solo citaremos algunos de los textos de otras disciplinas diferentes usados recurrentemente para la realización de este artículo. Parece útil reseñarlos, debido a que desde su particular interés por estos temas proporcionan valiosas informaciones. Algunos de ellos me los han facilitado en colaboración desinteresada diversas personas: familiares, amigos, destacando nuestro compañero Francisco Javier Cantero Desmartines. Gracias rendidas a todos ellos.
- González Pradeña, Ricardo y Ruiz Morales, Mario. 2007. Petroglifos Cartográficos en la Estela de Carondio (Allande, Asturias), los primeros identificados en España. Revista “Topografía y Cartografía”. Volumen XXIV, N.º 142: 4-13. Edita: Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos en Topografía. Madrid.
- Ibarrola Erro, Patxi. 2007. Notas sobre el pastoralismo en el Valle de Erro. Revista Foresta N.º 33: 33-57. Edita: COIT Forestales. Madrid.
- Ibarrola Erro, Patxi. 2008. Reflexiones sobre el pastoralismo ibérico a lo largo de la historia (1.ª parte). Revista Foresta N.º 38: 32-47. Edita: COIT Forestales. Madrid.
- Ibarrola Erro, Patxi. 2008. Reflexiones sobre el pastoralismo ibérico a lo largo de la historia (2.ª parte). Revista Foresta N.º 39: 30-43. Edita: COIT Forestales. Madrid.
- Idoate Iragui, Florencio. 1991. El Tributo de las Tres Vacas –Colección: Navarra. Temas de Cultura Popular N.º 81. Departamento de Presidencia e Interior del Gobierno de Navarra. Pamplona. – Pancorbo, Luis. 10-5-2008. Évora Megalítica: La ciudad del Alentejo, rodeada de dólmenes y menhires. Sección: Extra Fin de Semana: 6-7. Sábado 10 de mayo de 2008. Diario EL PAÍS. Madrid.
- Urmeneta Sesma, Lázaro. 1954. El valle de Erro y el tratado de límites entre España y Francia de 2-12–1856. Edición del Ayuntamiento del Valle de Erro.

 

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Colaboraciones Técnicas: PAX AVANT. Conflictos pastorales y su gestión. Ejemplos de establecimientos de límites en los estiveos.”
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