Los anfibios de Peñalara vuelven al paraíso.

Jaime Bosch Pérez, Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, Responsable del Seguimiento de Anfibios del Parque Natural de Peñalara.

Hablar de Peñalara es hablar de anfibios. Ya en 1915, a Bernaldo de Quirós y a Carandell les llamaron la atención la salamandra y la rana patilarga de Peñalara, y se preguntaron si permanecerían bajo la costra de hielo de la laguna Grande durante los largos meses de invierno. Después, en 1931, Vidal Box también quedó sorprendido por la abundancia de salamandras y de sapos parteros en los alrededores de la laguna.

Años después, mucha más gente se interesó por Peñalara. Pero la forma de acercarse a la montaña no fue tan respetuosa. El tren llegó al puerto de Los Cotos en 1964, y en 1969 se construyó la estación de esquí de Valcotos. La afluencia masiva de visitantes, sin ningún tipo de control, provocó un gran impacto en la zona y en sus ricas poblaciones de anfibios. Y junto con los visitantes, llegaron también especies animales que nunca debieron estar allí.

Un salmónido americano procedente de Norteamérica fue introducido en la laguna Grande para pesca deportiva. Los pescadores locales trasladaron alevines de trucha común a las cabeceras de los arroyos. E incluso algún desaprensivo, en la década de los 80, liberó unos cuantos tritones alpinos -procedentes de la cordillera Cantábrica- en el corazón de Peñalara.

Todos estos impactos mermaron las poblaciones de anfibios del lugar. El sapo partero y la salamandra desaparecieron de la laguna Grande, y la rana patilarga quedó relegada a una pequeña zona en todo el parque. Además, el clima cambió en las últimas décadas. Los neveros se fueron haciendo más raros en Peñalara, y las especies de zonas mas bajas y, por tanto, peor adaptadas a las duras condiciones de alta montaña, empezaron a conquistar las lagunas altas. La rana verde común, el tritón jaspeado y la rana de San Antonio desplazaron a las especies que antes eran tan abundantes.

En 1998, la situación de Peñalara dio un giro insospechado. La Administración se atrevió a hacer lo que había que hacer, y comenzó el desmantelamiento de la estación de esquí.

En 1999 se inició una restauración ejemplar, recuperándose distintas zonas para los anfibios de Peñalara, y se reguló el acceso de los visitantes. El salvelino fue erradicado de la laguna Grande y sus orillas fueron restauradas y valladas para asegurar su recuperación.

Desgraciadamente, ya era un poco tarde, y lo peor para las especies de anfibios más emblemáticas de Peñalara estaba aún por llegar. Quizás junto con las especies de zonas más bajas que subieron con el aumento de la temperatura, junto con los tritones alpinos traídos del norte de España, o en las botas de excursionistas o de pescadores llegó a Peñalara una especie que causaría más impacto que el propio ser humano. Un hongo quitridio procedente de Suráfrica, y que ha terminado con centenares de especies y poblaciones de anfibios en todo el mundo, llegó a Peñalara.

Fue el primer caso conocido en toda Europa, y también uno de los mejor documentados. Miles de sapos parteros aparecieron muertos en las orillas de las lagunas, y la especie desapareció de la práctica totalidad del parque. Y en donde no se extinguieron, como en la laguna de Pájaros, pasamos de contar 5.000 renacuajos a solo diez en pocos años.

Una vez que casi desaparecieron los sapos parteros, le llegó el turno a la salamandra y al sapo común, y de nuevo encontramos miles de animales muertos.

Pero no nos quedamos con los brazos cruzados. Todas estas calamidades fueron acompañadas de un intenso trabajo de investigación. Se trataba de entender cómo funcionaba la enfermedad provocada por el hongo y, sobre todo, cómo poder luchar contra ella. Durante más de una década estudiamos cada una de las casi 250 charcas de Peñalara, contamos cada uno de los renacuajos presentes en cada una de ellas, cultivamos el hongo en el laboratorio y experimentamos con él. Estudiamos el impacto de los peces introducidos en los renacuajos de los anfibios, y empezamos a eliminarlos mediante pesca eléctrica de baja intensidad de los arroyos del parque, uno a uno, hasta llegar a más de 1.000. También nos dimos cuenta de la complejidad de la enfermedad. Vimos cómo el aumento de la temperatura en la zona estaba modulando su incidencia. También vimos como las diferencias en la susceptibilidad entre las especies de anfibios estaban alterando el balance entre ellas y cambiando la estructura de la comunidad. Intentamos contrarrestar los efectos del hongo y, por ejemplo, trasladábamos cada uno de los renacuajos de sapo partero que encontrábamos en el campo al laboratorio para ser tratado contra la enfermedad antes de ser liberado de nuevo.

En seguida nos percatamos de que para recuperar los niveles poblacionales de las especies más afectadas no era suficiente con crear nuevos lugares de reproducción o mejorar los ya existentes. Y nos planteamos la cría en cautividad con la ayuda de los mejores especialistas del mundo, los investigadores de Durrell Wildlife Conservation Trust. Conseguimos que Peñalara apareciera en muchas revistas científicas internacionales, y en 2009 organizamos unas jornadas científicas de conservación de anfibios con los mejores especialistas españoles y extranjeros. Incluso en 2010 reunimos en Peñalara a los mayores expertos europeos para la elaboración del Plan de Acción Europeo del sapo partero común.

La Consejería de Medio Ambiente financió en 2008 el Centro de Cría en Cautividad de Anfibios Amenazados de la Sierra de Guadarrama, y comenzamos a reintroducir la rana patilarga y el sapo partero en las zonas de Peñalara de donde habían desaparecido. Tras la liberación en el parque más de 500 ejemplares criados en cautividad y tratados contra la enfermedad, en 2010 el canto del sapo partero volvió a oírse en la laguna Chica, y los primeros ejemplares nacidos en cautividad ya han conseguido aparearse con éxito. La rana patilarga está volviendo a la hoya de Peñalara y, con suerte, en un futuro próximo podremos verla de nuevo por todo el arroyo de Peñalara.

Son ya trece años de trabajo intenso, llenos de sinsabores al contemplar, por ejemplo, cómo morían los sapillos parteros o las salamandras infectados por el hongo al abandonar las charcas. Pero también han sido años llenos de satisfacción, liberando ejemplares tras verlos crecer durante años, o constatando el apoyo de los gestores y de la Administración a nuestro trabajo, o el de los visitantes del parque al conocer el esfuerzo realizado.

Aún queda mucho por hacer, pero tras una década podemos decir que, por fin, los anfibios de Peñalara están volviendo a su paraíso particular. Esperemos que los futuros visitantes de Peñalara tengan la oportunidad, y también la sensibilidad, de dejarse impresionar por una rica comunidad de anfibios como les sucedió a Bernaldo de Quirós y a Carandell hace casi 100 años.

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Especies Protegidas: Los anfibios de Peñalara vuelven al paraíso.”
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