Formación de la escoba de bruja en Abies alba (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

Formación de la escoba de bruja en Abies alba (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

DESCRIPCIÓN.
Melampsorella caryophyllacearum es un hongo basidiomiceto perteneciente al orden Uredinales y a la familia Pucciniastraceae que provoca escobas de bruja y chancros sobre los troncos de los árboles que coloniza.
Este hongo causa la enfermedad conocida como roya, término genérico que se emplea para todos aquellos patógenos pertenecientes al citado orden de los Uredinales.
Este patógeno causa daños en coníferas, principalmen e sobre especies de los géneros Abies y Picea. Se encuentra ampliamente distribuido por Asia, oeste de Norteamérica países de América del Sur; en Europa ha sido descri o en las zonas alpinas de Italia. Normalmente no provoca la muerte de la planta huésped, pero provoca impor antes perturbaciones en su desarrollo un debilitamiento que favorece la aparición de otros agentes dañinos.
En España, esta roya se ha citado recientemente en masas de Abies alba MilI. en el Pirineo (Montoya et al., 2002), donde se considera un agente biótico importante relacionado con el decaimiento de los abetares.
El exceso de humedad, las temperaturas suaves y las lluvias prolongadas son las condiciones idóneas para la infección de M. caryophyllacearum. Estos factores ambientales adquieren una gran importancia en la predisposición de la planta para inocular este hongo.
Existe un gran desconocimiento sobre los efectos de este patógeno sobre los árboles y falta información sobre su incidencia en el proceso de decaimiento que está afectando a los abetares del Pirineo español durante los últimos años.

CICLO BIOLÓGICO.
Melampsorella caryophyllacearum, como todos los Uredinales, presenta un gran polimorfismo reproductor y pasa por varias etapas, con diferentes clases de esporas que poseen funciones definidas dentro de su ciclo biológico.

Comienzo de formación de chancro en rama (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

Comienzo de formación de chancro en rama (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

Este hongo sistémico completa su ciclo vital en dos años sobre dos especies distintas de hospedantes. Por una parte, se desarrolla sobre el abeto, y como hospedante alternativo, sobre diferentes especies pertenecientes a la familia Caryophyllaceae.
Durante la primavera del primer año se desarrollan sobre las escobas de bruja del abeto unas esporas amarillas que se denominan ecidiosporas. Estas son transportadas por el viento a principios de verano, infectando hojas y brotes de las especies herbáceas de los géneros Stellaria y Silene.
Durante el verano se desarrollan nuevas esporas de color rojo-amarillento sobre el envés de las hojas de estas plantas huésped, denominadas urediosporas, que son las responsables de la rápida propagación de la enfermedad. Colonizan las plantas cercanas de las precitadas Cariofiláceas, provocándoles la muerte.
En la primavera del año siguiente, y coincidiendo con la brotación de los ejemplares de A. alba, aparece sobre sus acículas la siguiente generación de esporas: las teleutosporas. Éstas germinan durante la primavera sobre el árbol afectado y forman la nueva generación de esporas: las basidiosporas.
Son diminutas y muy frágiles, y tras dos semanas de desarrollo infectan brotes nuevos del ejemplar colonizado y producen la decoloración de sus acículas. Posteriormente provocan crecimientos anormales del árbol, ocasionando la aparición de chancros o hinchazones sobre el tronco. Transcurrido un año, en el verano siguiente, los brotes infectados se deforman, ocasionando alargamientos en forma de brotes erectos con acículas amarillentas y retorcidas, que se conocen con el nombre de escobas de bruja.
A comienzos de verano, el hongo produce otra generación de ecidiosporas en las acículas de las escobas que se están desarrollando; de este modo se completa el ciclo evolutivo de esta roya.

Fractura del árbol a la altura del chacro (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

Fractura del árbol a la altura del chacro (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

DAÑOS.
La enfermedad provocada por Melampsorella caryophyllacearum genera daños en la parte aérea de los árboles que coloniza. Entre los síntomas externos más destacados para su detección nos encontramos con la típica formación de “escobas de bruja”. Se trata de una deformación de los tejidos vegetales de las yemas, con brotes erectos y espirales de ramillas, cuyo conjunto puede permanecer creciendo durante años. Normalmente, sobre las acículas de estas ramillas aparecen unas formaciones a modo de sacos o vejigas de color amarillento que son las ecidiosporas infectivas.
Por otra parte, la enfermedad produce un crecimiento radial hipertrófico en el tronco o ramas, que origina la formación de tumores que se agrietan dando lugar a chancros esféricos. Este crecimiento anómalo al mismo tiempo provoca una pudrición progresiva de las zonas afectadas.
El debilitamiento que esta roya provoca en los abetos puede incrementar la susceptibilidad al ataque de otros agentes infecciosos -como puede ser Armillaria spp.- y de plagas. Por otra parte. las grietas de los chancros constituyen una vía de entrada y proliferación de los hongos de pudrición.
La infección por M. caryophyllacearum puede contribuir a la muerte del árbol debido al debilitamiento y posterior fractura por la zona del chancro. Estos daños se ven agravados por agentes meteorológicos como las nevadas copiosas y el viento.

Chancro en tronco (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).

Chancro en tronco (Foto: Ángela Sánchez-Miranda Moreno).


MÉTODOS DE CONTROL Y TRATAMIENTO.

No existen fungicidas autorizados para la realización de tratamientos curativos para la enfermedad ocasionada por M. caryophyllacearum. Es necesario recurrir a tratamientos preventivos que impidan la infección de plantas sanas.
En este sentido, se puede proceder a la eliminación de las escobas de bruja que poseen esporas. A escala forestal resulta conveniente realizar aclareos en los rodales afectados, eliminando aquellos árboles que posean chancros en su tronco o ramas. Todos estos restos vegetales susceptibles de favorecer la proliferación del hongo deben ser destruidos convenientemente.
De esa forma se disminuye la propagación. ya que. al tratarse de un parásito obligado, desaparece al morir las partes vivas a las que parasita.
Generalmente, la lucha contra las royas se facilita por los ciclos vitales multiespóricos y por la existencia de varios hospedantes alternativos. De esta forma, un posible tratamiento consistiría en hacer desaparecer de las zonas infestadas las Cariofiláceas y los restos anuales de los abetos afectados. En este caso, debido a ser un hongo que afecta a especies forestales. la supresión de estos hospedantes. aunque aconsejable desde el punto de vista sanitario. puede resultar una operación larga y costosa.

 

Enrique Martín Bernal, Ing. Técnico Forestal, Dpto. Medio Ambiente. Gobierno de Aragón.
Nieves Ibarra Ibáñez, Ingeniera de Montes, Unidad de la Salud de los Bosques, Dpto. Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente, Gobierno de Aragón.
Ha colaborado en la redacción de esta ficha: Ángela Sánchez-Miranda Moreno, Patóloga de la Unidad de la Salud de los Bosques de Aragón.

FICHA Nº34 Melampsorella caryophyllacearum Schroet: Escobas de bruja de los abetos.
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