Bienvenidos a la Comunidad de Madrid.

Decano del C.O.I.T.F.

Tengo el honor y el placer de presentarles el monográfico de Foresta dedicado a la Comunidad de Madrid con la esperanza de que además de una lectura agradable y enriquecedora termine siendo un libro de cabecera –al menos durante una temporada-para los amantes tanto del medio natural en general como del forestal en particular.

Por supuesto que no está contemplado en sus páginas todo lo que da de sí esta comunidad, que faltan aspectos dignos de mencionar, pero como todo en la vida, tenemos  limitaciones, entre ellas, como no puede ser menos en los tiempos que corren, la económica. No obstante, si bien se pueden echar en falta algunos asuntos, no cabe duda de que quien lea la revista podrá sacar una idea muy completa de la actualidad de la realidad forestal y natural de la comunidad madrileña. No hay más que echar un vistazo a la división en bloques en que se ha estructurado para comprobar que se hallan contemplados todos los pilares fundamentales de la misma.

La labor de equipo para sacarla adelante ha sido ardua, y merecen todo nuestro reconocimiento tanto la dirección y el consejo de redacción de Foresta como cuantas personas  han colaborado desinteresadamente con sus artículos, con sus fotografías y con su labor de coordinación en sus respectivos centros de trabajo (Administración General del Estado, Administración autonómica, Administración local, Universidades, centros de investigación, Patrimonio Nacional…). Ha sido gracias a todos ellos que ahora podemos  presentarles este monográfico.

Como decíamos al principio de estas líneas, corren tiempos difíciles. Y si tal resultan para el común de los españoles, también los colegios profesionales están padeciendo sus turbulencias. Atacados, instados a desaparecer en aras de un supuesto beneficio para sus clientes. Y antes de disponer de alternativas organizadas y operativas.

De la misma manera que para conseguir editar una revista de estas características ha sido preciso unir las voluntades y los esfuerzos de numerosas personas provenientes de variadas procedencias profesionales y administrativas, ahora, en estos momentos, cuando se hace preciso aguzar el ingenio y apostar por ideas nuevas que nos permitan adaptarnos a los tiempos actuales y progresar sin perder los principios morales que siempre nos han impulsado: honradez, seriedad, responsabilidad…, ante este reto complicado, solo desde la unión de los diferentes profesionales del mundo forestal y natural podremos salir adelante. En este momento histórico, en que los ingenieros de los distintos ciclos de enseñanza han quedado a extinguir y amanecen, con Bolonia, unos nuevos, es cuando hay crear una base sólida de cooperación que permita a los nuevos ingenieros iniciar una vida profesional libre de viejos prejuicios. Prejuicios que carecerán de importancia al cabo de pocos años. Esperemos que para entonces no existan cicatrices de estériles y trasnochados desencuentros.

José María Jiménez Angulo
Decano del C.O.I.T.F.

Estimados lectores de Foresta:

Director de Foresta.

Es para mí un grato cometido presentar este número de nuestra revista. En él hemos tratado de reflejar la realidad forestal, natural y ambiental de la Comunidad de Madrid. La cual, vista de manera superficial o desde un satélite a miles de kilómetros, aparece como una comunidad de escasa superficie, buena parte de ella cubierta de cemento y asfalto. Hablamos de una comunidad muy poblada, y cuyos habitantes moran de forma mayoritaria en el medio urbano. Un medio urbano a rebosar de madrileños, pues la principal seña de identidad de Madrid es ser tierra de acogida, en la que nadie pregunta por la procedencia de su vecino.

Pero, si acercamos nuestro foco, veremos que la Comunidad de Madrid también goza de un medio natural digno de consideración. Y que, en gran medida, se encuentra en un estado de conservación más que aceptable a la vez que amparado un elevado porcentaje de la misma por diferentes normas de protección. Porque se encuentran repartidos por la provincia espacios naturales de sumo interés, algunos de ellos de gran renombre en nuestro estrecho –y tantas veces cerrado- mundo: el hayedo de Montejo de la Sierra, el monte de El Pardo, la sierra del Rincón, Somosierra, los alrededores del embalse de San Juan… Y otros cuyos valores solo se han reconocido en los últimos tiempos, cuando se han ampliado las miras y se ha comprendido que los paisajes campestres modelados por la secular actividad humana son igualmente capaces de albergar meritorios, cuando no sobresalientes, elementos naturales.

Menos mal, pues la vida en la gran urbe atosiga al más pintado, y huir de ella de vez en cuando se convierte en una perentoria necesidad. Claro que si bien pasear por el Retiro o por la Casa de Campo es uno de los respiros de los que puede disfrutar el habitante de la metrópoli, pródiga en jardines, lo que de verdad le tira al madrileño es ir a “la Sierra”. Así, con mayúscula, como si no hubiera otra en el mundo, como si fuera exclusiva de Madrid. En coche, en tren, en bicicleta o andando si es preciso. A esquiar, a bañarse, a deambular por los caminos o a comerse un bocadillo, al que el azulado Guadarrama que en lontananza se adivina desde la urbe concede un sabor especial. No es de extrañar por tanto que en pocos lugares de España se concite tanta aprobación para la creación de un parque nacional como en Madrid para el que se halla en ciernes, el de las cumbres de la sierra de Guadarrama, a compartir con Castilla y León.

Podríamos haber elaborado un monográfico forestal a la usanza tradicional: ordenaciones, repoblaciones, plagas y enfermedades, incendios forestales, espacios naturales protegidos… Nada tendría de extraño. Ni nada se le podría reprochar. Pero los tiempos cambian, y con él las profesiones y el abanico de funciones a ejercer. Para nosotros, los forestales, Madrid no es solo la “Sierra”. Gestionar el territorio madrileño no resulta tarea fácil. Además de los indicados, son muchos otros los aspectos  a considerar: el disfrute de los elementos naturales en tiempo de ocio, las redes de sendas, las de vías pecuarias, la educación ambiental… Sin olvidar que los convenios internacionales y las directivas europeas abren nuevos caminos a los forestales: el impacto ambiental o la red Natura 2000, por ejemplo.

Y en este monográfico, no podíamos sacrificar la historia forestal. La ciencia y la técnica forestales se centralizaron en sus inicios en Madrid y sus alrededores. Tanto la capital como San Lorenzo de El Escorial o Villaviciosa de Odón son nombres unidos a las primeras referencias de la ingeniería forestal española, con más de 150 años de andadura a sus espaldas. Por esto mismo, no podíamos dejar de lado la investigación forestal que distintas administraciones públicas desarrollan en la Comunidad de Madrid.

A pesar del esfuerzo, nos ha sido imposible abarcarlo todo. Y aun así, nos hemos encontrado con un “especial” de considerable tamaño. Solicitamos la comprensión de quienes echen en falta la inclusión de determinadas cuestiones y la de quienes les hubiera gustado participar y no han podido hacerlo: páginas a su disposición quedan para el futuro. Pero sobre todo, deseamos que nuestro monográfico a cerca de la comunidad madrileña le agrade, que despierte su interés sobre la misma y que contribuya a ampliar sus conocimientos sobre su vertiente natural.

Francisco Javier Cantero Desmartines
Director de Foresta.

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Saludo: Decano del C.O.I.T.F. y Director de Foresta.”
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