Patrimonios Verticales, nuevas miradas fotográficas a nuestros territorios.

Javier Puertas, Geógrafo y fotógrafo de territorios y naturaleza. Oficina técnica de Europarc-España.

Entre las principales herramientas de comunicación del siglo XXI, en plena era digital, la fotografía ocupa un lugar destacado, incluyendo el campo de la comunicación ambiental. El arte fotográfico ofrece, sin duda, interesantes potencialidades para la sensibilización y concienciación ciudadana en materia de medioambiente, desde la fotografía de denuncia hasta, en el extremo opuesto, los proyectos fotográficos fundamentados en la espectacularidad de la naturaleza.

A nadie se le escapan, pues, las innumerables posibilidades que la fotografía nos brinda para la divulgación de los valores de nuestros espacios naturales y áreas protegidas. Porque sólo lo que se conoce se valora, el fotógrafo comprometido puede jugar un importante papel en la difusión a la sociedad de los beneficios y servicios que estos territorios nos ofrecen.

Junto con aproximaciones comprometidas y demostradamente eficaces como la apuesta por la fauna como principal motivo fotográfico –particularmente de especies emblemáticas y amenazadas-, la fotografía de paisajes y territorios, incluyendo los reportajes de naturaleza en su concepción más amplia, es la disciplina por excelencia en la prospección fotográfica de nuestros espacios naturales. Y tiene todo el sentido del mundo. No es casualidad que entre los principales argumentos para la creación de parques y reservas se citen usualmente sus valores paisajísticos y biológicos, entre otros muchos.

Desde el pleno convencimiento de las bondades de la fotografía de naturaleza para conectar con el gran público, con los visitantes y vecinos de los pueblos de los parques naturales y nacionales, debe hacerse una reflexión sobre la originalidad y capacidad de seducción ambiental de los proyectos fotográficos centrados en los territorios protegidos. Partiendo de los imprescindibles mínimos de calidad de su obra, el profesional y el aficionado no tienen otra en estos tiempos de superproducción digital que espolear su creatividad, tanto a escala de sus instantáneas como, y principalmente, de sus proyectos creativos. Seguramente, y cada vez más, sólo tendrán cabida en el mercado concepciones y diseños de la máxima originalidad y singularidad, atractivos y novedosos, una vez más, suficientemente seductores.

En el contexto de estas reflexiones se concibió el proyecto “Patrimonios verticales”. Proyecto y exposición, exposición y proyecto, se han defendido como una apuesta suficientemente original que pretende aportar una visión fotográfica propia, un enfoque pretendidamente innovador, fresco y distinto de nuestros espacios naturales y territorios rurales. Una mirada centrada en la verticalidad de los territorios como hilo conductor de la colección y rasgo definitorio y diferencial de los elementos patrimoniales protagonistas, poco menos que infinitos, ya se trate de geomorfologías kársticas, altas montañas, conos y cráteres volcánicos, acantilados litorales, cortados fluviales, frentes glaciares y dunares, cascadas y saltos de agua…

Incontables, o casi. Tantos como espacios naturales, como entornos rurales, como realidades culturales, y visiones de los mismos.

Son tantos, también, como gratificante su captura, ya sea en soporte analógico o digital. Los patrimonios verticales, o la mirada vertical de los territorios si se quiere, constituyen un formidable reto fotográfico, desde las exigentes composiciones a los siempre comprometidos, siempre cambiantes, juegos de luces y sombras.

Arte, sí, por supuesto, y mensaje también, imprescindible. Presuponiendo una vez más los mínimos requisitos de calidad de la obra, no menos importantes son los mensajes, las ideas claves que transmitir. En este proyecto, el valor y función de las áreas protegidas como espacios para la conservación del patrimonio natural, el disfrute ciudadano en la naturaleza y el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

El proyecto “Patrimonios Verticales” se ha materializado en una exposición con vocación itinerante que arrancó en la primavera de 2010 en las salmantinas tierras de la reserva de la biosfera de la sierra de Béjar–Francia. Nueve meses después, la muestra ha visitado Daimiel y la madrileña localidad de La Cabrera, en la sierra norte. En estos meses visita distintos lugares de la geografía extremeña, como Cuacos de Yuste y Jaraíz de la Vera, donde ha sido expuesta en el emblemático museo del pimentón. Unas dos mil personas han disfrutado de la muestra.

Tres señas del proyecto expositivo, más allá de la esencia del mismo que se ha intentado transmitir en estas líneas, se explican seguidamente. para acercar a vecinos y visitantes el arte y mensaje que la exposición pueda contener, su exhibición se ha hecho en pueblos, en parques y otros territorios protegidos. La muestra es necesariamente versátil en su composición, entre 14 y 26 piezas adaptándose a los requerimientos de los a veces atípicos espacios expositivos del mundo rural español, y responde a una concepción expositiva definida: pequeñas colecciones que sintetizan en unas pocas tomas los mensajes, tamaños medios suficientemente íntimos y, por supuesto, máxima calidad de las instantáneas. es esta una iniciativa prácticamente autofinanciada, abierta a apoyos que puedan contribuir a su andadura.

PATRIMONIOS VERTICALES… Y ESPACIOS PARA LA CONSERVACIÓN.
Los objetivos de conservación de la naturaleza de los espacios protegidos –materializados en sus valores paisajísticos, en su patrimonio geológico o en sus comunidades animales y vegetales– son su razón última de ser. Muchos de nuestros patrimonios verticales, tan atractivos de abordar cámara en mano, son reservas de la vida salvaje, en gran medida por su esencial verticalidad y, resultado de la misma, carácter abrupto, inaccesible, aislado. Las más de las veces, además, las naturalezas verticales aportan un elemento más de diversidad en sus contextos geográficos desde múltiples ópticas: paisajística, geológica, botánica, faunística…y fotográfica también.

Los paisajes, en sí mismos, son protagonistas cautivos -mucho más cambiantes y dinámicos de lo que cabría suponer- de muchos reportajes fotográficos, también cuando se pone el acento en la dimensión vertical de los territorios. Y también son, los paisajes, argumento declarativo de parques y otras figuras de protección. Son, mayoritariamente, paisajes rurales con importantes valores naturales. Son, por ejemplo, los paisajes de la vertiente meridional del sistema montañoso y parque natural conocido como Las Batuecas y la Sierra de Francia.

Entre los patrimonios verticales en los que es clave su conservación, los acantilados fluviales despiertan un gran interés para muchos fotógrafos, quizás por los retos que muchas veces plantean. Son los cortados cuarcíticos de Monfragüe, inexpugnables farallones aislados por el Tiétar, que colman las exigentes demandas de seguridad de especies como la cigüeña negra.

También los relieves volcánicos y sus característicos conos deben ser objeto de protección y salvaguarda, pues son también patrimonios potencialmente deleznables. Sería el caso de las aún pueriles geomorfologías del Timanfaya, pétreos paisajes que transmiten desde luego la grandiosidad de la dramática construcción del sustrato mismo que nos sostiene, las más de la veces virulenta y explosiva, y, a la par, sensación de fragilidad de los casi recién paridos conos volcánicos expuestos a la fuerza erosiva del viento y de las aguas. Es un paisaje y patrimonio geológico admirable, grandioso, que se eleva vertical y poderoso, tanto como frágil es y nos parece.

Los exóticos relieves dunares, más que atractivos para el ojo fotográfico por la calidez de sus colores, son, particularmente sus frentes dunares, un patrimonio vertical singularmente bello y sugerente, quizás por lo exótico.  Son también, como gran parte de las geomorfologías volcánicas, extremadamente frágiles, y aún más que aquellas. Su perdurabilidad en el tiempo –no geológico en este caso– está cada día por demostrar; son patrimonios dinámicos, cambiantes, vivos…

PATRIMONIOS VERTICALES… Y LUGARES DE DISFRUTE DE LA NATURALEZA.
El papel de los espacios protegidos como escenarios ideales para el disfrute ciudadano – ¡y del vecino del rural!- de la naturaleza es también objeto de atención fotográfica, en la búsqueda de su dimensión vertical. Nuestros territorios protegidos, en gran medida zonas de montaña, son lugares preferentes para el esparcimiento y recreo en el medio natural. No es de extrañar, ya que son un referente de espacios de elevada naturalidad y calidad ambiental en el acervo colectivo, particularmente algunos como los parques nacionales.

Su uso y disfrute ha de realizarse en clave de sensibilización ambiental, minimizando los impactos negativos. En el caso de elementos patrimoniales cuya verticalidad pueda traducirse también en fragilidad, como es frecuente, debe primar su conservación.

Los litorales rocosos y acantilados constituyen un patrimonio natural de gran interés y en un estado de conservación relativamente bueno, sobre todo en comparación con las playas de nuestras costas. Sus indudables atractivos los convierten, en ocasiones, en destinos prioritarios para quienes buscan en el litoral un ocio estival donde el entorno cuente también, y no poco.

Del mar a la montaña, los patrimonios verticales más relevantes en nuestro país, al menos por extensión, son los vastos territorios montañosos. Desde las sierras menores a las altas cimas de sistemas y cordilleras. Son geografías cuanto menos sugerentes para los del llano y el valle, por lo distinto del paisaje, por lo monumental e inaccesible, al menos hasta épocas no tan lejanas. Son, además, el escenario imprescindible –no el decorado, cosa muy distinta- de actividades deportivas como la escalada y otras definidas precisamente por los lugares donde se practican: los deportes de montaña.

Las más altas cumbres de la sierra del Guadarrama son el escenario dominical de esparcimiento disperso de una megalópolis como es Madrid que, muchas veces, parece verdaderamente ansiar sus septentrionales sierras. Pocos ejemplos tan evidentes del atractivo de lo montano, de lo vertical, pueden encontrarse.

PATRIMONIOS VERTICALES… Y ESCENARIOS PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE.
Nuestras áreas protegidas son en muchos casos parajes rurales, paisajes culturales, territorios históricamente intervenidos con elevados valores naturales ¿No es nuestro contexto geográfico “la Vieja Europa”? ¿No vivimos en la cuenca mediterránea, la “cuna de la civilización occidental”? Así deben presentarse también los espacios protegidos como zonas rurales de convivencia del uso antrópico del territorio con el mantenimiento de nuestro capital y riqueza natural, incluyendo, por supuesto, los patrimonios verticales.

Picos de Europa, nuestro primer parque nacional, es en gran parte de su extensión un territorio y paisaje de dominante natural objeto de históricos aprovechamientos, principalmente ganaderos. Muchas de las escenas de Picos son paisajes agrestes, de gran fuerza y vitalidad, donde la presencia de aldeas y comunidades locales no sólo no restan belleza escénica, sino que aportan la huella de la presencia humana armónicamente integrada en el paisaje.

Los elementos culturales integrados armónicamente en la escena proporcionan un valor añadido a los patrimonios verticales en los que predomina lo natural. Sin duda las escenas casi románticas del valle de Bujaruelo, en la Reserva de la Biosfera de Ordesa-Viñamala, lo son aún más gracias al idílico puente romano de San Nicolás.

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Reportaje fotográfico: Patrimonios Verticales, nuevas miradas fotográficas a nuestros territorios.”
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