Una importante manifestación del barroco puede contemplarse en la ornamentación de retablos con motivos religiosos. La construcción en general se realizaba por fragmentos que posteriormente se adaptaban a formas y dimensiones de otras piezas y al lugar en donde más tarde se ubicarían.
En la fotografía vemos una pieza constituida por un solo vano o capilla que forma parte de un retablo mayor, cuya atribución cronológica lo sitúa a finales del siglo XVII, principios del XVIII. La piez a presenta un cuerpo central de pintura tenebrista, de origen probablemente español, tanto en el diseño de la estructura como en la pintura.
Si bien estas piezas se adquie ren legalmente -el retablo de la figura se adquirió en un anticuario- la fragmentación de retablos originales, en general de gran tamaño, ha sido un proceso continuado en el tiempo. Fruto de ello, se destacan elementos interesantes en diferentes colecciones, lo que supone la pérdida de valor global de la obra . No es fácil recomponer retablos fragmentados, pues en muchas ocasiones incluso las mismas estructuras soporte han sido modificadas para adaptarlas al nuevo emplazamiento, y ello sin analizar otros componentes.
El soport e de esta “capilla” es de madera de resinosas, concretamente pino pero no ha sido posible determinar la especie en el proceso de restauración. Normalmente, en el proceso creativo y tras su preparación para los dorados, se protegía la obra con ceras y betunes para tratar de mejorar sus aislamientos frente a la humedad ambiente. Siempre se percibió que las condiciones climáticas, principalmente la humedad reinante en la mayor parte de las iglesias, eran causa determinante del deterioro de la madera trabajada. Por ello se trataba de buscar la protección actuando directamente sobre el elemento artístico mediante diferentes técnicas como las citadas. Hoy en día se prefiere actuar sobre aquellas partes del entorno que pueden controlarse con mayor facilidad.
La peana que sostiena la capilla y que no forma parte de la pieza original es una viga tosca, añadida posteriormente para la sujeción de la pieza completa. Los laterales del retablo terminaban en unas espigas destinadas a embutirse en otra hilera de tablas y vanos correspondientes a la fila inferior, para así ir conformando el retablo.
La decoración, dorada con “pan de oro”, son molduras superpuestas a la base de la madera, trabajada en talla hechas a mano , estucadas y doradas. La madera base de este moldurado es blanda, tipo fresno, chopo o similar.
El frontón, de diseño clásico, soporta un gran copete de madera maciza dorada, que ha tenido que ser restaurado después de haberse fragmentado en nueve partes tras una caída en un nuevo traslado de la obra. La madera empleada para el frontón es de pino, la misma que se empleó para el soporte, y que fue ennoblecida posteriormente mediante decoración dorada. De acuerdo con los principios elementales de la Restauración, la incorporación de elementos perdidos se efectuó con madera más blanda que la primitiva, a fin de marcar la diferencia entre la pieza original y la restaurada.
El motivo de la decoración es vegetal y muy prominente, lo que supone un mayor valor frente a otros relieves más bajos y con menos detalle de la época.
A. Códoba, Restauradora de Obras de Arte.
FICHA: El Retablo Barroco. |