Los bosques de África central: hacia una gestión local de efecto global.
JeanClaude Nguinguiri, Técnico Forestal del departamento forestal de la FAO en África central.
Los bosques de África central están considerados como el segundo pulmón del mundo, después de los de la Amazonía. Deben gestionarse entonces de forma sostenible por el bien común de la Humanidad. ¿Qué potenciales ofrecen? ¿Qué progresos se han realizado hacia la gestión sostenible? ¿Qué desafíos se presentan?
Comúnmente denominados bosques de la cuenca del Congo, estos se extienden desde las costas del Golfo de Guinea, al oeste, hasta las montañas del valle del Rift Albertine, al este, y cubren cerca de siete grados de latitud a una y otra parte del ecuador. Su superficie es de aproximadamente 200 millones de hectáreas. Están caracterizados por una especificidad biológica excepcional a escala mundial; están relativamente intactos en algunas zonas y acogen también la gran cantidad de fauna propagadora de semillas.
No hace falta ni demostrar su importancia en el ciclo global del carbono y su potencial único para reducir las emisiones de CO2. El carbono capturado se estima en 46 mil millones de toneladas y las emisiones de carbono ligadas a la deforestación son muy reducidas; unos 0,63 millones de toneladas se han emitido entre 1990 y 2005. Estos bosques tienen un papel económico y social importante. La industria de la madera es la que genera más puestos de trabajo, después del Estado, y supone un 5-6 % del PIB en la mayor parte de los países. Unos 100 millones de personas dependen directamente de los productos forestales no maderables para su subsistencia.
La gestión forestal se lleva a cabo en un contexto de extrema pobreza. Esta situación refuerza la presión humana sobre los recursos. Desde hace diez años, los progresos realizados hacia la gestión sostenible son remarcables: se han habilitado 14 millones de hectáreas de concesiones forestales; 4,5 millones de hectáreas de bosques naturales tienen el certificado FSC; el 14 % del territorio de los países del África central están clasificadas como áreas protegidas, principal herramienta de gestión de la biodiversidad; la tendencia descendente de las poblaciones faunísticas se ha invertido en la mayor parte de los 12 paisajes identificados como áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad. Los primeros éxitos están relacionados en parte con las reformas políticas y legislativas iniciadas en los años 90 del pasado siglo. Estos éxitos dependen también de la voluntad política de los Estados para llegar a una gestión concertada de los bosques, a través de la Comisión de Bosques de África Central (COMIFAC), creada en 2005.
Quedan aún por señalar los desafíos importantes para mejorar la calidad de los servicios que ofrecen estos bosques al Hombre. Se trata, particularmente, de la gobernanza forestal, el conocimiento de los recursos y su valorización. El modo de gobernanza queda dominado por un enfoque sectorial. Falta aún la coherencia entre, por una parte, las políticas y leyes forestales, y por otra, las de otros sectores que tienen una incidencia sobre la deforestación y la degradación de los bosques. Los ecosistemas forestales no son lo suficientemente conocidos; la producción y la gestión del conocimiento es una preocupación marginal, a pesar de la disponibilidad de los datos recogidos durante los trabajos de inventariado y de seguimientos ecológico. El potencial que ofrecen estos bosques está aún poco valorado. La prioridad es todavía la producción de madera en detrimento de otros bienes y servicios.
Desde hace dos años, todos los países se unieron en la iniciativa REDD+ con el objetivo de recoger estos desafíos. A pesar de su buena voluntad, lo que está en juego es una cuestión metodológica. Es oportuno invertir en el proceso con vistas a ganar la apuesta de una buena gestión forestal local que tenga un efecto global. La estrategia REDD+ solo será buena si el proceso que permite generarla es bueno.
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