ATARDECER EN PALI

Los cálidos rayos
del dorado sol
en su primer atardecer otoñal
acariciaban mi piel sedienta
del contacto físico
de la comprensión
del amor.

No importaba de quién o cómo
el abrazo viniera.
Tu conocimiento era
lo que yo ansiaba,
buscado
en oscuras noches,
mas nunca hasta ahora hallado.

Tú y yo.
Por fin, solos.
Frente a frente.

Una visión diferente,
rayos de luz de oro
y el vacío ardiente,
nuestra fusión consumaron.

Hermano sol, ahora entiendo:
alumbras, mas en verdad,
amar es lo que haces
y al universo por testigo tienes.
Testigos no necesitas,
el amor es la esencia de tu luz,
¡ah, tan grande es tu energía!

Aunque pequeño yo sea,
también amar yo quiero.
Te vas y la noche llega,
¿qué tengo yo que hacer, dime,
para conservar
de nuestra fusión,
su dicha?

Aunque flaquee a veces,
bien sé que amar yo puedo.
¿Dónde encontraré
la garantía de mi amor?

Te miré,
y mi mirar,
el tuyo era.

El amor no se posee,
ni va ni viene,
¿no has sentido la caricia de mis rayos?

Mis rayos son amor.
Los tuyos amor serán,
cuando, por fin te convenzas
que sólo amor es lo que eres.

Poesía de Santiago Rupérez

Comparte:
  • Print
  • Digg
  • del.icio.us
  • Facebook
  • Mixx
  • Google Bookmarks
  • email
  • MySpace
  • PDF
  • RSS
  • Twitter
  • LinkedIn