Los últimos quince años, una historia de éxitos en la conservación ambiental.


Enrique Segovia, Director de Conservación de WWF.
Coral García Barón, Comunicación de WWF.

Las ONG ambientales han sido a menudo tildadas de catastrofistas. Quizás ser durante años portadoras de lo que en un principio se consideraron malas noticias les haya acarreado esa fama. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de ellas tan sólo eran hechos que han acabado por confirmarse con el tiempo, siendo el calentamiento de las temperaturas uno de los casos más emblemáticos.

En cualquier caso, lo que no debemos olvidar es que hay muchos éxitos que merecen ser destacados. De hecho, el mundo de la conservación está compuesto también de logros, de buenas nuevas que empujan cada día a las ONG a seguir trabajando y a perseguir con más ahínco sus metas.

Estos últimos quince años dan un claro testimonio de ello. El avance en múltiples campos de la defensa ambiental es esperanzador, y WWF ha sido no sólo testigo, sino también protagonista de muchos de los cambios que se han producido.

Una de estas mejoras ha tenido lugar en la protección de los espacios naturales y de sus especies. En este ámbito, se ha creado a escala europea una herramienta sin precedentes, la Red Natura 2000, bajo la cual se protege en la actualidad el 27 por ciento del territorio español. Su existencia busca velar por la supervivencia a largo plazo de los ecosistemas más amenazados de la UE y detener la pérdida de biodiversidad.

No hay que olvidar que la conservación de las especies en peligro ha centrado históricamente gran parte de los esfuerzos de las ONG, que han podido ver también durante este periodo cómo las poblaciones de las especies más emblemáticas han empezado a recuperarse. Los iconos de la naturaleza están “levantando cabeza”. Tal es el caso del quebrantahuesos, el oso pardo, el águila imperial, el buitre negro o el lince ibérico. Este felino, en grave peligro de extinción, ha duplicado su población en libertad desde finales de los noventa y cuenta, además, con un Plan de Cría en Cautividad en la actualidad.

De igual forma, las leyes están ya acompañando este proceso necesario de defensa de las especies y siendo más estrictas contra aquellos proyectos e infraestructuras que las amenazan y ponen en riesgo su supervivencia. En estos quince años, la legislación ambiental ha impuesto la obligación de someter a los diferentes proyectos a un Estudio y a  una posterior Declaración de Impacto Ambiental (DIA). Con ello, los expertos logran identificar los impactos, la posibilidad de corregirlos, los efectos que producirán sobre el entorno embalses, trasvases, carreteras, puertos o aeropuertos, e incluso no autorizarlos. Además, los estudios de impacto tienen que estar abiertos a procesos de consulta en los que cualquier persona o institución interesada pueda presentar sus comentarios y sus objeciones.

Otro paso importante es que la ciudadanía está siendo consciente de que tiene derecho a disponer de la información ambiental. En este lapso de tiempo se ha aprobado el Convenio de Aarhus, que reconoce los derechos públicos de acceso a la información ambiental, a la participación y a la justicia.

Según WWF, ha quedado demostrado en estos quince años que un ciudadano informado es un motor increíblemente poderoso para conseguir cambios. La población tiene ahora una mayor preocupación por conservar la naturaleza y los recursos que se obtienen de ella. No en vano ha defendido el medioambiente, demostrando su oposición a determinadas iniciativas impactantes cuando se ha dado prioridad a intereses especulativos o económicos. De hecho, la derogación del trasvase del Ebro, otro gran logro de estos años, se consiguió precisamente bajo el paraguas de esta participación ciudadana y es un fiel reflejo de esta actitud reivindicativa. Este polémico proyecto, que  buscaba transferir agua desde la cuenca del Ebro a Almería, Murcia, Comunidad Valenciana y Cataluña, fue rechazado por una gran parte de la sociedad y finalmente fue descartado por el Gobierno.

No hay que olvidar tampoco que el ciudadano es, además, un consumidor, y que está aprendiendo a ejercer sus derechos a comprar y elegir los productos que necesita de forma más sostenible y coherente. Ahora se hace muchas
más preguntas antes de elegir una u otra marca. Por esa razón, se ha creado la certificación forestal, FSC, y la certificación de productos pesqueros, MSC. Eso permite que quien vaya a comprar un producto derivado del bosque o extraído del mar pueda discriminar si la explotación de los recursos ha sido realizada de forma sostenible o no. La certificación es, de hecho, la garantía de que el aprovechamiento de los recursos se ha realizado sin comprometer su futuro.

La escasez de los recursos es un motivo de reflexión para muchos, especialmente para todos aquellos sectores cuyo trabajo depende de forma directa de la salud de los ecosistemas. De ahí que hayan podido ver la luz proyectos pioneros creados por sus propios protagonistas en un modelo ejemplar de participación, como ha ocurrido en el sector pesquero. Este es otro de los avances más significativos. Colectivos que se habían considerado antes en bandos diferentes se unen por la conservación. Este es el caso de la creación de la reserva de pesca de Os Miñarzos (La Coruña), impulsado por WWF. Un caso en el que pescadores, científicos y conservacionistas se han unido para desarrollar un modelo de pesca sostenible, que ya está funcionando y obteniendo resultados muy exitosos.

Os Miñarzos ha sido creada con la vocación de convertirse en un ejemplo para otras poblaciones pesqueras interesadas en mejorar la gestión de los recursos marinos, promover la pesca responsable y el establecimiento de nuevas reservas en otros puntos del norte de España.

Y es que los recursos son escasos, hasta el punto de que la huella ecológica global muestra que hemos duplicado nuestras demandas sobre el mundo natural desde la década de los 60. Este mensaje está empezando a calar en la población de nuestro país, y una nueva inquietud se está trasladando a los hogares. Los ciudadanos están aplicando políticas de ahorro energético, de uso racional del agua en los domicilios y en las oficinas. Las empresas muestran más apoyo a las ONG y se alían en muchos casos con ellas buscando asesoramiento para encontrar la forma más eficiente y respetuosa de producir.

No en vano, cambios pequeños pueden marcar una gran diferencia. Claro ejemplo de ello es la participación masiva y el éxito de las campañas que se organizan para concienciar sobre el cambio climático. WWF lo ha comprobado año tras año con La Hora del Planeta, una iniciativa en la que se implicaron 4.000 ciudades el pasado año en todo el Planeta apagando las luces de sus edificios más emblemáticos y monumentos más representativos. Por tanto, todos estos éxitos se han visto complementados durante los últimos quince años por un proceso de maduración ambiental. La sociedad ha visto crecer su sensibilidad ambiental. El reto ahora es lograr que, una vez detectados los fallos que se están cometiendo, ya sea a escala individual como a escala global, cada ciudadano se comprometa y se identifique como una parte clave de su solución. Por ello, seguiremos trabajando.

Ha quedado demostrado en estos quince años que un ciudadano informado es un motor increíblemente poderoso para conseguir cambios. La población tiene ahora una mayor preocupación por conservar la naturaleza y los recursos que se obtienen de ella. No en vano ha defendido el medioambiente, demostrando su oposición a determinadas iniciativas impactantes cuando se ha dado prioridad a intereses especulativos o económicos.

Artículo completo con fotografías (páginas de la revista) “Especial: Los últimos quince años, una historia de éxitos en la conservación ambiental.”
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