Conocer para proteger la Biodiversidad.
Sonsoles San Román, con la colaboración de Marcos Valderrábano y Carla Danelutti, Centro de Cooperación del Mediterráneo de UICN.
La vida se manifiesta de múltiples formas, adaptándose a la evolución del entorno, desplazándose hacia otras áreas más favorables o bien desapareciendo para siempre.
La biodiversidad se ve afectada por factores externos, como pueden ser el clima o la relación con otras especies, entre las que se cuenta la especie humana. Porque las múltiples actividades del ser humano se traducen en la transformación del paisaje debido a la explotación de los bienes que ofrecen las tierras y los mares. Así ocurre con la agricultura, el turismo, la ganadería, la industria, la pesca o la construcción de infraestructuras de desarrollo de diverso tipo (edificios, carreteras, presas…), que invaden bosques, montañas, ríos, dehesas…
Aunque el hombre siempre ha vivido con y de la naturaleza, la biodiversidad está sin embargo sufriendo unos cambios sin precedentes debido al rápido e intenso incremento de la población en el último siglo. Las personas necesitan de mayores territorios para asentarse, de más alimentos y medicinas, y de cada vez más diversas materias primas para su supervivencia y desarrollo. Los avances tecnológicos se suceden también a un ritmo espectacular, aunque a distintos niveles, dependiendo de si ocurren en el hemisferio norte o sur del planeta, y van sustituyendo los métodos tradicionales de explotación de los recursos naturales, resultando a veces en prácticas poco sostenibles como la tala masiva de árboles, la degradación del suelo o el mar por la contaminación, o la sobrexplotación de plantas medicinales o de los recursos pesqueros.
En el año 1963 nace la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, el inventario más completo del estado de conservación de especies animales y plantas a nivel mundial. La Lista Roja indica el estado global de las especies analizadas, amenazadas y no amenazadas, y establece una clasificación a nivel global en nueve categorías, de las cuales sólo tres son consideradas como amenazadas: En Peligro Crítico (CR), En Peligro (EN) y Vulnerable (VU). Esta Lista Roja sirve como referencia para realizar un seguimiento de la situación de las especies, si varía el grado de amenaza asignado o si la tendencia registra algún cambio notable. De esta forma, se convierte también en herramienta para poder estudiar las consecuencias sobre la biodiversidad de factores como el cambio climático, o para evaluar el resultado de acciones de conservación. Así, la última edición actualizada de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN muestra que, de las 47.677 especies evaluadas, 17.291 están en peligro de extinción: el 21% de los mamíferos, el 30% de los anfibios, el 12% de las aves, el 28% de los reptiles, el 37% de los peces de agua dulce, el 70% de las plantas y el 35% de los invertebrados evaluados.
Sólo la región mediterránea se han evaluado ya alrededor de 2.000 especies, entre las que se encuentran anfibios, aves, peces cartilaginosos, peces endémicos de agua dulce, cangrejos, libélulas, mamíferos y reptiles. Alrededor del 19% de estas especies están amenazadas de extinción: el 5% están En Peligro Crítico, el 7% En Peligro y otro 7% son Vulnerables. Al menos 16 especies irreemplazables están ya extintas en la región, entre ellas algunas endémicas en España, como el ostrero unicolor canario Haematopus meadewaldoi. La primera evaluación completa de la Lista Roja UICN sobre el estado de conservación de las rayas y tiburones mediterráneos reveló que sobre el 42% de sus especies pende la amenaza de la extinción.
Ante esta crisis de la biodiversidad, a veces conocida como “la sexta extinción”, el reto al que nos enfrentamos especialmente este 2010, Año Internacional de la Biodiversidad, es el de mantener el equilibrio entre el aprovechamiento de los recursos naturales y un desarrollo sostenible. La degradación y desaparición de los hábitats naturales debido al impacto de la actividad humana, los procesos de producción, el transporte, el uso de energías poco limpias, el cambio climático o unos hábitos de consumo que no siempre van acompañados de actividades de reciclaje o gestión de residuos son las razones principales de la desaparición de hábitats y especies en el mundo.
La región mediterránea, con su multiplicidad de ecosistemas de mar, costa, montaña, bosques, desiertos, humedales, etc., fue uno de los primeros 25 “puntos calientes” de biodiversidad identificados en el planeta (Myers et al. 2000). En cada uno de estos espacios prosperan plantas y animales que desempeñan un papel importante para el entorno. El conocimiento de esta biodiversidad es el primer paso para establecer prioridades de actuación y desarrollar las medidas de protección necesarias.
El Centro de Cooperación del Mediterráneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN-Med) trabaja desde Málaga con el objetivo de conseguir que el uso de los recursos naturales se haga de forma sostenible, considerando la gestión de la naturaleza como factor necesario para el mantenimiento del bienestar general y dando a conocer la valiosa función que desempeñan flora y fauna en el buen funcionamiento de los ecosistemas, cuyos beneficios, bienes y servicios para la población humana se quieren conservar a corto, medio y largo plazo.
Aproximadamente 25.000 especies de plantas superiores y de helechos son nativos de la cuenca mediterránea, y el 60% de éstas no se encuentra en ninguna otra parte de mundo: son endémicas. Los bosques y plantas contribuyen al bienestar colectivo, y los espacios naturales ofrecen un lugar de recreo con valores culturales y espirituales. A nivel ecológico también se reconocen sus valores: ayudan a generar y retener agua en el suelo, se transforman en sumideros de CO2 y ofrecen cobijo a multitud de especies que dependen unas de otras para su supervivencia, entre ellas, la especie humana. Además de los beneficios directos (frutos, madera, corcho…) que se obtienen de los árboles y otras especies vegetales como materia prima, los beneficios indirectos asociados a la presencia de bosques, matorrales y pastizales como ecosistemas van más allá de lo evidente.
Pero muchas de las especies de plantas nativas del entorno del Mediterráneo, que hacen de esta zona una de las regiones más biodiversas del planeta, están desapareciendo. El problema se agrava por la existencia de un gran vacío de información en algunos países de la cuenca mediterránea, pues no todos cuentan con el mismo tipo de datos acerca de sus especies. Por ello, el Centro de Cooperación del Mediterráneo de UICN trabaja en una iniciativa para la identificación de zonas importantes desde un punto de vista botánico (IPA, Important Plant Areas en inglés) en la orla mediterránea, especialmente en Albania, Líbano, Israel, Territorios Palestinos, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Siria, con el fin de identificar aquellas zonas con urgente necesidad de protección por su biodiversidad vegetal.
En el caso de las áreas protegidas, bosques, montañas y otras zonas vulnerables, la UICN ha establecido como otro de sus objetivos prioritarios responder a las amenazas del cambio climático sobre los ecosistemas de la región, apoyando a los gobiernos y a la sociedad civil de la región para desarrollar y poner en marcha medidas de adaptación al cambio climático, entendiendo el término “adaptación” como aquellos ajustes pasivos, reactivos o anticipatorios en los sistemas ecológicos, sociales y económicos que contribuyan a aumentar su resiliencia frente al cambio climático y sus eventos extremos. Se entiende resiliencia frente al cambio climático como el conjunto de condiciones que permiten a los sistemas ecológicos y a las sociedades humanas absorber los cambios y permanecer en el tiempo.
La elevada dependencia de la economía mediterránea de los recursos naturales: agricultura, turismo, energía, industria… significa que la interacción entre el cambio climático y una mala explotación de dichos recursos naturales tendrá efectos negativos sobre el crecimiento económico, la riqueza y el bienestar social de la región. Las limitaciones de agua inherentes al clima mediterráneo y la ubicación de esta región en una zona de transición con las zonas desérticas del norte de África y el oeste de Asia hacen que sea especialmente vulnerable a cambios dramáticos en el clima, los ecosistemas y las sociedades si la banda climática se desplaza tan solo unos pocos grados de latitud.
Aunque la conservación de la biodiversidad requiere un enfoque ecosistémico o de “paisaje”, y debe atacar las causas de esta pérdida para tener éxito, las principales acciones para su conservación se podrían resumir en:
· Protección legal, a nivel regional, nacional o internacional.
· Mayor conocimiento biológico y ecológico para guiar las medidas de conservación.
· Establecimiento de planes de gestión para las especies y sus hábitats.
· Creación y manejo de áreas protegidas.
· Cultivo en jardines botánicos o mantenimiento en bancos de semillas.
· Reintroducción o reforzamiento de poblaciones.
· Gestión del pastoreo.
· Control de especies invasoras.
· Prevención de incendios.
Pero antes de nada, para cuidar y conservar la biodiversidad, tenemos que llegar a conocerla y a valorarla.
Más información en: http://www.uicn.org/mediterraneo
Páginas de la revista “Especial, 2010 Año Internacional de la Biodiversidad: Conocer para proteger la Biodiversidad.” |