DESCRIPCIÓN.
Armillaria mellea es una micosis radicular que ocasiona podredumbres blancas en el sistema radicular y en el cuello de la raíz de numerosas especies forestales como encinas, robles, hayas, abedules, pinos y chopos. Está distribuido por toda la geografía mundial y su fenomenología es actualmente bien conocida. Predomina en suelos compactos con textura limo-arcillosa con mal drenaje en los que se producen encharcamientos abundantes y asfixia radicular.
La expansión de esta enfermedad se ve facilitada con la disposición en empalizada de los árboles que al estar demasiado próximos unos a otros favorece la contaminación, a través de los injertos de raíz.
En los terrenos afectados no es conveniente que se cultiven especies sensibles a este hongo por un periodo de al menos 10 años.
CICLO BIOLÓGICO.
Armillaria mellea no presenta facies conídica alguna, pero posee, en cambio, unos rizomas bien desarrollados, acordonados, brillantes y de color castaño oscuro.
Los carpóforos, comúnmente denominados setas, son órganos efímeros que duran sólo hasta que las basidioesporas se diseminan, componiéndose de un pie o estirpe que soporta el sombrerillo de color amarillo miel (de donde deriva el nombre específico “melleus”), salpicado de escamas o pelillos más o menos oscuros. Al principio es claramente convexo y más tarde plano o incluso cóncavo, con el margen revuelto. Su tamaño es variable, oscilando entre 6 y 12 cm de diámetro.
La parte inierior del sombrerillo se halla ocupada por laminillas radiales sobre las que se producen las esporas hialinas, laminillas que primeramente son blanquecinas pero que más tarde se vuelven de un blanco sucio y se quedan adheridas al estirpe sin dejar hueco.
Estos carpóforos se hallan en campo principalmente durante los meses de septiembre octubre y noviembre, siempre antes de las heladas invernales. Llegan a alcanzar alturas de 30 cm.
Las esporas y los rizomorfos llegan a desempeñar papeles completamente distintos en el ciclo biológico del hongo. Mediante las esporas, el hongo se implanta en los tocones muertos y demás tejidos alterados y forma nuevos centros de difusión, a partir de los cuales, y mediante los rizomorfos del tipo subterráneo, la infección se extiende a las plantas contiguas, penetrando a través de todo tipo de heridas o bien por los tejidos ya muertos y, en algunos casos, también en los completamente sanos.
Estos rizomorfos se adhieren a las raíces, pero también pueden avanzar libremente en el suelo. A nivel del cambium, el hongo se presenta bajo la forma de cordones planos, lanosos, de color blanco nacarado, conocidos como rizomorfos. En las raíces de un diámetro suficiente, estos cordones se distribuyen en forma de abanico o bien en palmetas, pudiendo formar a veces placas miceliares continuas.
DAÑOS.
Los síntomas sobre las raíces son fácilmente reconocibles, empiezan por un pardeamiento y posterior ennegrecimiento de la corteza. En este estado ya es posible detectar a simple vista, en el espesor de la misma y en la zona del cambium, las típicas placas blanquecinas (descritas en el apartado anterior), constituidas por las hifas entrelazadas.
A medida que los parásitos progresan a lo largo del aparato radicular, los primeros tejidos atacados de la corteza se disgregan, transformándose en una masa fibrosa, que va de color marrón a negro, según su especie.
Cuando la infección alcanza a las raíces próximas al cuello, puede ocurrir que progrese de modo ascendente hacia la base del tronco, apareciendo una lesión al pie del mismo y manifestándose en esta zona exudaciones de savia o goma, según la especie arbórea de que se trate.
Sobre las partes aéreas, este hongo produce síntomas que no son del todo típicos de los hongos de podredumbre, sino más bien debidos a cualquier otra alteración del sistema radicular.
MÉTODOS DE CONTROL. |
Enrique Martín Bernal
Ing. Téc Forestal
D.G.A.-Unidad Sanidad Forestal. Zaragoza
FICHA Nº9 ARMILLARIA MELLEA, podredumbre blanca: ciclo biológico, daños y métodos de control. |