Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra.
María Del Carmen García Olaya, Ingeniera de Montes, Directora Conservadora del Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra, Organismo Autónomo de Espacios Naturales de Castilla-La Mancha en
Guadalajara, Consejería Industria, Energía y Medio Ambiente, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Fotografías: Archivo Organismo Autónomo de Espacios Naturales de Castilla-La Mancha.
El Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra se encuentra situado en el noroeste de la provincia de Guadalajara, limitando con la de Segovia. Se halla en la vertiente sur de la sierra de Ayllón, una de las estribaciones más orientales del Sistema Central. Se ubica en el término municipal de Cantalojas, en el monte n.º 1.027, propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
En 1974 fue declarado Sitio Natural de Interés Nacional y, posteriormente, en 1978, Parque Natural, con una superficie de 1.391 ha. Tras la última ampliación (en 1987) suma un total de 1.641 ha. El Parque Natural está incluido en la Red Natura 2000 como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia
Comunitaria” (LIC) (ES0000164, “Sierra de Ayllón).
Este espacio comprende el tramo alto de los valles de los ríos Lillas y Zarzas, afluentes del Sorbe y pertenecientes
a la cuenca hidrográfica del Tajo. Estos valles paralelos se disponen con orientación noroeste-sureste, siendo cerrados por altas crestas rocosas con altitudes que sobrepasan los 2.000 m, destacando entre ellas el pico de La Buitrera, y se encuentran surcados por profundos barrancos con pedrizas en sus laderas.
Las rocas presentes en el Parque son fundamentalmente pizarras y cuarcitas, que forman al descomponerse suelos ácidos, pobres en sustancias nutritivas, a pesar de que la vegetación aporta abundante materia orgánica. La formación primaria del relieve se produjo en el plegamiento Hercínico de la era Primaria.
El mayor atractivo del Parque es el bosque de hayas que, con una extensión de aproximadamente 400 ha, se ubica en el fondo de los valles. Este hayedo fue talado a matarrasa al menos en dos ocasiones, en 1860 y 1960, por lo que los ejemplares que encontramos son brotes de cepa jóvenes, entre los que destacan ejemplares añosos dispersos, frutos de su antiguo tratamiento como dehesa. Las masas de hayas más viejas se localizan en los lugares más inaccesibles, donde sobrevivieron tanto a la corta de leña y producción de carbón vegetal como a la roturación para trasformar el bosque en pastizales para el ganado, además de en las cabeceras de los valles. La importancia de este hayedo radica en su localización en el centro peninsular, pues estos bosques son característicos de zonas más lluviosas de la península Ibérica, principalmente la cordillera Cantábrica y los Pirineos. Su presencia en el sistema Central se debe a su carácter de bosque relicto, que se estableció en épocas más húmedas y se ha conservado en los valles más umbrosos, donde las condiciones topográficas favorecen la formación de nieblas y se registran mayores precipitaciones. Este hayedo junto a los cercanos de Montejo de la Sierra en Madrid y de La Pedrosa de Riaza en Segovia constituyen las representaciones más meridionales de este tipo de bosques en la Península. El cambio climático ha propiciado la variación de las condiciones ambientales de la zona, reduciendo drásticamente las precipitaciones anuales (la media,que sobrepasaba los 1.000 mm, ronda actualmente los 700 mm) y alterando su distribución estacional, dando lugar a veranos muy secos; este hecho puede suponer a medio plazo la pérdida de viabilidad de estos hayedos relictos.
Entre las formaciones de matorral, etapas de degradación de las masas arbóreas, se presentan brezales en los enclaves más húmedos, y matorral de genistas, retamas, codesos y jaras en los más secos. También se localizan amplios tapices de gayuba, arándanos, piornos y enebros rastreros en las zonas más altas, destacando la presencia de forma dispersa de otras especies arbóreas eurosiberianas como el roble albar, el roble común, el abedul pubescente, el sauce cabruno, el álamo temblón, el serbal de cazadores, el mostajo, el cerezo-aliso, el olmo de montaña, el fresno de montaña, el arraclán, el acebo, el avellano, el arce de Montpellier y el tejo.
Por debajo del hayedo hay masas de robles melojos y pinos albares, procedentes estos últimos de repoblación, y pastizales de cervuno en el fondo de los valles. Por último, cabe resaltar la gran variedad de hongos y líquenes que crecen en el Parque, bioindicadores de ecosistemas bien conservados.
El Parque cuenta con una amplia variedad de hábitats, y por tanto, de especies de fauna. Los grupos que más fácilmente se pueden observar son las aves y los reptiles. Entre estos últimos destaca el lagarto verdinegro. La avifauna que podemos encontrar junto a los ríos se compone, entre otras muchas especies, de petirrojo, chochín, mirlo y lavanderas. En los matorrales crían las perdices, y en los bosques, pequeñas aves insectívoras, como carboneros, mitos, herrerillos, pinzones, reyezuelos y trepadores azules. Más difíciles de observar son las rapaces forestales, como gavilanes, azores y águilas calzadas, o las rapaces nocturnas que crían en las oquedades de hayas y robles centenarios: el cárabo y el búho chico. En los altos roquedos, con duras condiciones ambientales, habitan las chovas piquirrojas, los aviones roqueros, los buitres leonados y los acentores alpinos.
No debemos olvidar citar a los mamíferos presentes en el Parque, como el jabalí, el corzo, la ardilla, el lirón careto, la comadreja, el gato montés, el conejo y la gineta. En los pastizales cercanos a los ríos habitan los topos, los musgaños de Cabrera y las nutrias, destacando además la gran variedad de murciélagos presentes en el Parque, que, con nueve especies representadas, hacen de éste uno de los espacios a nivel autonómico más importantes en cuanto a poblaciones de Quirópteros.
Los ríos y arroyos cuentan con buenas poblaciones de trucha común y bermejuela.
Por otro lado, el Parque Natural del Hayedo de Tejera Negra se encuentra enclavado en una región de gran historia y notables tradiciones, famosa por la llamada arquitectura negra, característica, al igual que en otras zonas de España que comparten este sustrato litológico, por utilizar las oscuras cuarcitas y pizarras como elementos constructivos. Algo que puede descubrirse en el mismo espacio natural, en los puentes sobre los ríos Lillas y Zarzas, en las tainas para encerrar el ganado menor y en los típicos cerramientos de los prados, con sus grandes pizarras verticales, las llamadas hincaduras.
El cuanto se refiere a los aprovechamientos del Parque, el más importante es el ganadero. Las vacas de los vecinos de Cantalojas pastan durante gran parte del año en los cervunales de los valles.
El aprovechamiento forestal se limita al aclareo de las repoblaciones de pinar, cuya finalidad es favorecer en su interior la regeneración de hayas y robles, valiéndose de las mejores condiciones de humedad, sombra y suelo que se dan en pleno bosque. Cabe resaltar también la abundancia de hongos, siendo el más apreciado la calabaza (que aquí se conoce vulgarmente como “boletus”).
El Parque se puede recorrer mediante tres rutas señalizadas. La senda de Carretas tiene una longitud de 6 km (2-3 horas duración aproximada), y presenta un itinerario circular que, partiendo del estacionamiento, discurre por el hayedo del valle del río Lillas. La senda del Robledal, de 17 km (6-7 horas), parte del Centro de Interpretación y atraviesa la mayor parte del Parque. También se puede circular en bicicleta por pistas forestales marcadas. De estas rutas, y de cuantos aspectos están relacionados con el Parque, se informa en el Centro de Interpretación (teléfono 630 36 79 90 pntejeranegra@jccm.es). Para visitas de autobuses y reservas del estacionamiento interior (senda de Carretas) debe realizarse la reserva por internet.
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